El aullido de una loba herida

Tras el éxito incontestable de la Session #52 con Quevedo, Bizarrap tenía el desafío de superarse a sí mismo con otra colaboración adictiva. Sin dudas lo logró, porque la Session #53 con Shakira no para de sonar y de generar likes y discusiones en las redes y en los medios. Pero la repercusión no se debe a la canción en sí, sino al contenido relacionado con la vida privada de la cantante colombiana.

Hay muchas canciones de desamor hermosas en la historia de la música popular en habla hispana. Por ejemplo, se podría nombrar a Ojalá, de Silvio Rodríguez, una obra maestra que expresa el rencor y la rabia de manera poética y que cumple con la condición pegadiza que tiene que tener todo himno pop.

Lejos de este ejemplo está la Session #53, que más bien parece el posteo mal escrito de una tía cuarentona fanática de los programas de chimentos, o la descarga resentida de una mujer pendiente del sexo opuesto. Peor aún: el tema de Shakira se rebaja a la mención de la persona a la que se dirige.

La cantante deja expuesto su dolor y su amor traicionado. Pero al hacerlo desciende al nivel de un tipo despreciable. Sin darse cuenta, le da el triunfo a Gerard Piqué.

Si el pop del siglo pasado expresaba un deseo de vivir no como un objeto sino como un sujeto de la historia, Shakira se convierte en un Rolex y en un Ferrari. Es decir, se percibe como un objeto aparentemente superior a otro supuestamente inferior (un Casio, un Twingo).

Ni siquiera es capaz de darse cuenta de que al hacer explícito su fracaso amoroso, deja en segunda plano a la música. El interés que despierta la canción es el del chismerío de barrio, el de la curiosidad morbosa por querer saber cómo se pelean dos famosos sobreactuados y millonarios.

La música que hace con Bizarrap no contempla más que su propio ombligo, porque lo único que importa es la rabieta sentimental con su ex. Y nada provoca más vergüenza ajena que el monólogo despechado de una persona separada.

Foto del texto: Bizarrap y Shakira. (Twitter @bizarrap)

Este texto fue publicado en el diario La Voz del Interior el domingo 15 de enero de 2023, en la sección Miradas opuestas del suplemento Vos.
Jesús Rubio / Copyleft 2023

Guarda tus lágrimas para otro día

The Weeknd

Nada más oportuno que sacar un álbum como After Hours en medio de la pandemia del coronavirus (salió el 20 de marzo), ya que el cantante canadiense Abel Tesfaye, más conocido como The Weeknd, vivió su propia pandemia amorosa, de la que logró salir a flote para plasmar su experiencia en melodías irresistibles y demoledoramente pegadizas, como si se tratara de un campeón desvencijado que triunfa en el momento álgido de un doloroso duelo privado que, sin embargo, no se priva de tirar los pasos y los tracks más retro-synthpop-melancólico-bailables que se van a escuchar en este año incierto y terrible.

The Weeknd está lastimado por todas partes (como se lo ve en los videoclips que hizo, hasta ahora, para fortalecer el concepto del nuevo disco, a saber: Heartless, Blinding Lights, el corto a modo de presentación de After Hours e In Your Eyes), como si fuera un luchador que no se da por vencido y que, a pesar de los golpes, es capaz de hacerles frente a los fracasos del amor y superarlos para intentarlo una vez más, siempre parado al pie del cañón musical, como un Sísifo sónico que se empecina, no sin cierta resignación masoquista, en recuperar lo que él sabe muy bien que nunca funcionará.

Y al lanzamiento del álbum le siguió el estreno del videoclip de In Your Eyes (23 de marzo), que no hace más que seguir sumándole puntos a favor, para que su figura de gran bestia pop del R&B (y de hijo perdido de Michael Jackson) siga agigantándose en cada novedad de su autoría. La canción y el video nos hacen sentir felices por un momento, y logran que se nos piante un lagrimón de nostalgia cinéfila al ver el más que interesante homenaje al slasher de los ochenta y noventa, ese subgénero del terror que nos fascina y que sentimos como si fuera nuestro hogar de la infancia.

Dirigido por Anton Tammi y protagonizado por The Weeknd y la modelo Zaina Miuccia en el rol de la Scream Queen/Final Girl con peluca rubia, el video muestra a un asesino de saco rojo y lentes y guantes negros que empuña un cuchillo a lo Michael Myers y mata a un tipo en un ascensor para luego perseguir incasablemente a la chica, quien logra escapar del lugar del crimen. El clip tiene una violenta y divertida vuelta de tuerca gore, que lo torna simpático y actual.

Con un orgulloso anclaje en el synthpop de los años ochenta (que incluye un saxo inspiradísimo), en el video conviven muchos de los espectros que marcaron a The Weeknd. En esa hauntología iniciática y festiva que se vislumbra en las imágenes podemos detectar los fantasmas de Pesadilla en lo profundo de la noche (1984) y de Halloween H20: 20 Años después (1998), pero cruzados con la tradición más despiadada del blaxploitation.

Si el tema recurrente de los slashers ochentosos es el de una fiesta que se convierte en algo horrible, en In Your Eyes la premisa se invierte: el tema es de algo horrible que se convierte en una fiesta y que sirve como descripción anímico-mental del cantante. La decapitación que sufre el personaje no puede ser más pertinente y simbólica.

El personaje de los videos es siempre el mismo, una suerte de freak desquiciado y maltrecho pero festivo en su desgracia (características que lo emparentan con el Joker de Joaquin Phoenix), por cuya sangre ya no corre la tristeza del que tiene el corazón roto, sino el arrepentimiento del rompecorazones, que insiste en que le den la posibilidad de remediar las consecuencias de sus malos comportamientos.

Tanto los fantasmas del amor como los fantasmas de las referencias que acompañan el video y el álbum son los que marcan el camino hacia una nueva vida, ya sea con la misma chica a la que se le ha fallado, pero a la que no se puede olvidar, o con amores que vengan a eliminar la toxina provocada por las malas decisiones tomadas en momentos de confusión e inmadurez. Y esos fantasmas de su vida, que son la compañía y la puerta de un futuro mejor, siguen siendo los del pop de la década de 1980.

Otro ejemplo claro de su obsesión con los ochenta es el uso casi a escondidas de un sample de Take on Me en Blinding Lights, que suena sugerentemente desfigurado, como si a la canción icónica de 1985 de a-ha se la hubiera metido en una máquina del tiempo de la que no pudo salir intacta sino transformada en una especie de continuación reivindicatoria de sí misma.

La hauntología de los ochenta le otorga un aire de tristeza nostálgica con un trasfondo de optimismo. Y esa sensación recorre todo el disco, que va una y otra vez al pasado para traer a los espectros que lo hicieron posible. En algunos tracks, incluso, se escucha el crepitar del vinilo, que, como dice Mark Fisher, “evoca hoy todo un régimen de materialidad que ha desaparecido; una materialidad táctil, perdida para nosotros en una época en la que las fuentes del sonido se han retirado de la percepción sensorial”.

After Hours quizás sea el mejor trabajo de The Weeknd hasta la fecha, el más pregnante, tan distinto y tan parecido a sus tres álbumes anteriores (Kiss Land, Beauty Behind the Madness y Starboy) que sorprenderá tanto a fanáticos de la primera hora como a aficionados tardíos. After Hours logra hacernos sentir completamente atraídos por el mundo íntimo y lastimero en el que los tracks parecen tener lugar, un mundo privado en el que priman el mea culpa y las confesiones suplicantes, pero en el que, misteriosamente, también se encuentran el motivo y la razón para seguir adelante.

 

Fuente de la fotografía: http://www.sniffers.co.nz

Jesús Rubio / Copyleft 2020

El hombre que vino de las estrellas

Al igual que Oscar Wilde, David Bowie hacía apología de su vida, y así logró crear un personaje que se reinventaba permanentemente. Aquí, un repaso por su selecta filmografía.

bowie-the-man-who-fell-to-earth

Caer en lugares comunes con alguien que se pasó toda su vida esquivándolos sería un arranque injusto, pero es imposible escribir sin hacerlo. Fue el tipo de los mil looks, el último moderno, el cultor de la androginia, el alien camaleónico, el extraterrestre de este planeta, el hombre que cayó a la Tierra, el que vino del futuro para vender el mundo, el actor multifacético, el arcano público, el marciano con ojos de distinto color, el delgado duque blanco, el héroe del glam rock, el dueño de la vanguardia y de la moda, el experimentador y el experimento, el supremo ídolo del pop, el personaje capital de la cultura popular, el cancionista definitivo, una obra maestra en sí misma. Y qué cruel e ingrato suena el tiempo pasado para referirse a uno de los artistas más importantes de la segunda mitad del siglo 20. Qué difícil decir “fue” cuando su poderosa, influyente y adelantada obra nos obliga a seguir diciendo “es”.

El lunes fue el día más triste de la historia de la música mundial. Murió David Bowie, ese personaje creado por David Robert Jones (su verdadero nombre) que parece un enviado de otra galaxia con la misión de esparcir belleza y lucidez en este mundo criminal.

Hace poco fue su cumpleaños número 69 (el 8 de enero). Hace poco también llegaban las buenas noticias de su nuevo disco, Blackstar, y el primer corte de difusión. Pero hacía 18 meses que peleaba contra un cáncer de hígado y el lunes a la madrugada tiró los guantes y sus familiares hacían público su deceso y nadie lo podía creer.

Al igual que Oscar Wilde, David Bowie hacía apología de su vida, y así logró crear un personaje que se reinventaba cada año, incorporando innovaciones de todo tipo. La transgresión fue siempre su única aliada, la vanguardia su profesión. El futuro le pertenecía sólo a él.

Filmografía selecta

Además de ser un prócer musical también tenía un sobrado talento para la actuación. De hecho, antes de ejecutar un instrumento o cantar, sus primeros pasos los dio en el teatro. El niño prodigio y superdotado estudió arte dramático con Lindsay Kemp, pasando por todos sus derivados, como la mímica y la comedia del arte.

Su primer protagónico absoluto fue en una de las obras maestras de Nicolas Roeg: The Man Who Fell to Earth (1976). Allí hace de un extraterrestre que llega a la Tierra con mucha sed y un atado de dólares hasta hacerse millonario. La película se la ingenia para hablar de la vida del propio actor y mezclarla con la conspiranoia de la época. La performance de Bowie dejó boquiabierto a muchos cuando frente a un espejo se empieza a quitar partes de su cuerpo para mostrarle al mundo lo que realmente es. La escena es una de las más icónicas del cine moderno.

Otro papel importante es el del vampiro sexual y elegante de El Ansia (The Hunger, 1983), la insuperable ópera prima de Tony Scott, donde se pasea desnudo junto a Catherine Deneuve y Susan Sarandon. Esta quizás sea una de sus mejores actuaciones.

También fue el rey de los goblins en Laberinto (Labyrinth, 1986), película en la que se cansa de hacer llorar a un niño para el escándalo de los espectadores políticamente correctos, y no sólo lo hace lagrimear a los gritos sino que, encima, lo revolea por el aire mientras baila, adelantándose varios años a los juegos amenazantes de Michael Jackson con su hijo desde un balcón altísimo. Y para que definitivamente lo consideren el amo de lo indebido, le hace la vida imposible a una adolescente Jennifer Connelly.

En total participó en más de 20 películas (Just a Gigolo, Into the Night, Absolute Beginners, Twin Peaks: Fire Walk with Me, Basquiat, Il mio West, Everybody Loves Sunshine, Mr. Rice’s Secret, entre otras). Además están su recordado prisionero de guerra Jack Celliers en el filme de Nagisha Oshima, Merry Christmas Mr. Lawrence (1983); el memorable Poncio Pilato scorseseano de La última tentación de Cristo (1988); y los muchos cameos: desde el de Yo, Cristina F (1981) y el de Zoolander (2001) hasta su participación en El gran truco (2006), de Christopher Nolan, en el que hace de Nikola Tesla, ese genio con aspecto de fenómeno de feria, como él mismo.

El comunicado que dio a conocer la triste noticia terminaba diciendo que “murió en paz rodeado de su familia”. Pero si esta nota empezó con lugares comunes obligatorios, inevitables y necesarios, deberá terminar de la misma forma, diciendo que el gran duque blanco no morirá jamás, porque su inmortalidad quedará en su inmenso legado artístico.

Este texto fue publicado en el diario La Voz del Interior el martes 12 de enero de 2016.
Jesús Rubio / Copyleft 2018

Esa mujer

Lana Del Rey

Muy de vez en cuando los astros se alinean y nace la estrella pop que trae al mundo ese puñado de canciones que se escucharán durante un tiempo eterno, las que ni bien salen al espacio exterior se convierten en hits imperecederos, que ayudan a evadirnos por un instante de la insoportable realidad al ritmo de melodías siempre tristes por fuera y, a veces, felices por dentro.

Se sabe que su verdadero nombre es Elizabeth Woolridge Grant, que nació en cuna de oro, que se graduó en Filosofía, que en la adolescencia se largó a cantar como una loquita en clubes nocturnos, que se cambió el nombre artístico muchas veces hasta que quedó conforme con el españolado Lana Del Rey, que tiene una voz afinadísima y que su vagina, según las buenas malas lenguas, sabe a Pepsi.

Su fama llegó cuando lanzó Video Games, cuyo videoclip lo filmó ella misma con una webcam y lo subió a Internet. Ese found footage amateur y melancólico, de estética vintage y donde se la ve con sus polémicos labios mezclados con imágenes de Paz de la Huerta en un estado de ebriedad absoluto, mientras la bandera de Estados Unidos flamea de fondo, es la síntesis perfecta de la particular norteamericanidad que representa y transmite.

Dijo que se iba a retirar de la música porque después de Born To Die no iba a poder crear nada que esté a la misma altura. Pero, este año, la musa se le apareció en una fiesta encarnada en Dan Auerbach y nació Ultraviolence, un álbum de temas lentos que son la prueba más contundente de que a Lana no hace falta defenderla con palabras, que basta con darle play a cualquiera de sus nuevos tracks para darse cuenta de que escucharla es lo mejor que le puede pasar a nuestras vidas.

Este texto fue publicado en el diario La Voz del Interior el domingo 3 de agosto de 2014.
Jesús Rubio / Copyleft 2017