Una buena remake de un clásico popular

“El duro” es una película de acción irresistible, que acentúa el trazo grueso y lo ridículo de agarrarse a trompadas. Con Jake Gyllenhaal.

Es interesante lo que hace Doug Liman en su remake de El duro (Road House), aquel clásico popular de fines de la década de 1980 protagonizado por Patrick Swayze. Por un lado, decide respetar la “testiculina de macho” de aquella, con hombres que se revientan a trompadas. Y por el otro, redobla la apuesta y acentúa lo autoconsciente, lo cursi, lo ridículo, lo grasa, convirtiéndola, por eso mismo, en una pieza irresistible.

Lo que propone esta nueva versión es divertir a puñetazos. Se trata de entretener con acción brutal, con trazo grueso, con una historia que vaya al palo y a los bifes, y con personajes exagerados, caricaturescos y cavernícolas. Es una película para verla parados en la calle mientras la pasan en alguno de esos bares donde las milanesas son baratas y chorrean aceite, pero son rendidoras y sabrosas.

El protagonista absoluto es Dalton (Jake Gyllenhaal), exluchador de la UFC (al que todos temen) que acepta un trabajo como guardia en un bar de los Cayos de Florida, contratado por Frankie (Jessica Williams), la dueña, después de que lo viera hacerse respetar en una pelea ilegal y de que recibiera una puñalada de muerte.

Cuando Dalton llega a Glass Key, el pueblo costero en el que se encuentra el bar (llamado Road House), conoce a una adolescente que trabaja en una librería, Charlie (Hannah Love Lanier), quien le regala un libro, y al padre de la niña, Stephen (Kevin Carroll); y, en el hospital, cuando lo atienden por la herida de la puñalada, conoce a Ellie (Daniela Melchior), con quien tendrá un romance. Estos personajes son claves en la trama.

Dalton llega al bar (con ese andar ligeramente desgarbado del actor), siempre seguro de sí mismo y mirando con una leve sonrisa, como si tuviera todo controlado, como si se las supiera a todas. Se hace el bueno porque es bueno para las piñas, pero trata de no pelear porque sabe cuáles son las consecuencias (una mala acción en una vieja pelea lo sigue atormentando).

Pronto descubre que el paraíso que rodea al bar no es lo que parece. Sobre todo cuando entran a escena los villanos (son varios), con un malo principal, Knox (Conor McGregor), exultante y agresivo, que derriba a todo aquel que se interponga en su camino. El director trabaja este personaje con brocha gorda, casi paródica, para crear un enemigo que esté a la altura del héroe.

El duro es una película un tanto apologética, que de alguna manera enaltece el agarrarse a trompadas en un bar o en la calle, en clave de una ficción recargada de enfrentamientos cuerpo a cuerpo. Y el ángulo subjetivo con el que están filmadas algunas peleas (para dar el efecto de inmersión) es una decisión un tanto incómoda, ya que los movimientos, a veces, no se entienden.

Liman no incorpora ni una pizca de la cultura woke reinante. Mantiene el espíritu políticamente incorrecto de la original y maneja el relato con un desenfado desprejuiciado. Para bien o para mal, el director da en la tecla y apela al corazón de la película de los ‘80: el de la violencia como patología y como peligroso divertimento masculino.

El duro (Road House, Estados Unidos, 2024)

Acción

Buena (***)

Dirección: Doug Liman. Guion: Anthony Bagarozzi y Chuck Mondry. Elenco: Jake Gyllenhaal, Daniela Melchior, Conor McGregor, Billy Magnussen, Jessica Williams, B.K. Cannon, Joaquim de Almeida, Hannah Love Lanier, JD Pardo, Kevin Carroll, Post Malone, Lukas Gage, Beau Knapp, Dominique Columbus y Arturo Castro. Fotografía: Henry Braham. Música: Christophe Beck. Duración: 121 minutos. Apta para mayores de 16 años. En Amazon Prime Video.

Foto del texto: Jake Gyllenhaal en “El duro”. (Laura Radford / Amazon Prime Video)

Publicado en el diario La Voz del Interior el jueves 28 (en la web) y el domingo 31 (en papel) de marzo de 2024.
Jesús Rubio / Copyleft 2024

El mejor amigo imaginario

En “Ricky Stanicky”, el legendario director Peter Farrelly se despacha con una desopilante historia de amistad masculina. Con Zac Efron y John Cena.

Probablemente ya se dijo muchas veces, pero nunca está de más decirlo de nuevo: Peter Farrelly es un genio de la comedia, un director que puede desplegar distintas capas de humor mientras entrega gags y diálogos inteligentes e hilarantes, en los que se mezclan la incorrección política, los temas tabúes, el humor negro y las bromas que descolocan tanto a los personajes como a los espectadores.

Con su hermano Bobby (con quien no trabaja desde 2014) hicieron grandes clásicos de la comedia norteamericana, como Tonto y retonto, Locos por Mary, Irene, yo y mi otro yo, Amor ciego, entre otras, todas buenísimas, y a las que tendrían que haber reconocido más y no relegarlas como si pertenecieran a un género menor.

En Ricky Stanicky, su tercera película en solitario, estrenada en Amazon Prime Video, Peter Farrelly cuanta la historia de tres amigos, Dean Stanton (Zac Efron), JT (Andrew Santino) y Wes (Jermaine Fowler), que en la infancia queman la casa de un vecino en Halloween e inventan un nombre para culpar y para despistar a la policía, al que escriben en una prenda que dejan en el hall del inmueble incendiado: “Ricky Stanicky”.

Veinte años después, los amigos continúan usando ese nombre como coartada para zafar de situaciones complicadas. Los tres están en pareja, Dean con Erin (Lex Scott Davis), Was con Keith (Daniel Monks) y JT con Susan (Anja Savcic), quienes están a punto de tener un hijo.

La clave cómica de la película está en que a Ricky le inventan una biografía que va creciendo en detalles inmanejables, a los que anotan en un cuaderno que llaman “la Biblia”, una suerte de guía sobre lo que tienen que saber de Ricky para no pisar el palito.

Los problemas llegan cuando, en el baby shower de JT y Susan, los tres deciden viajar a Atlanta City a una fiesta electrónica, con la excusa de que Ricky está enfermo de cáncer. Es allí cuando, mientras comparten unas copas en un casino, conocen a un imitador de rock and roll pornográfico y alcohólico que se hace llamar “El duro Rod”, interpretado por un John Cena magnífico, que demuestra lo brillante que puede ser si lo dirige alguien con el talento de Farrelly.

Cuando los amigos regresan a casa de urgencia por el prematuro parto de Susan, los familiares empiezan a preguntarles por el amigo enfermo y les piden que se los presenten. Es así que a Dean se le ocurre llamar a ese actor borracho que conocieron el día anterior para que se haga pasar por Ricky.

La rapidez y la gracia con las que se les ocurren las salidas y las mentiras, y las situaciones descabelladas en las que se ven envueltos (se suma un William H. Macy igual de enorme que Cena), son de una efectividad y de un timing asombrosos.

Farrelly se arriesga con chistes que quedan un poco fuera de lugar, sin temerle a lo escatológico, a lo sexual y a lo tabú, y entrega no solo una efectiva y, por momentos, comiquísima historia de amistad masculina, sino también una historia de redención, resurgimiento y amor, con lejanos ecos del cine de Frank Capra.

Ricky Stanicky (Estados Unidos, 2024)

Comedia

Muy buena (****)

Dirección: Peter Farrelly. Guion: Jeff Bushell, Brian Jarvis, James Lee Freeman, Peter Farrelly, Pete Jones y Mike Cerrone, basado en una historia de David Occhino y Jason Decker. Elenco: Zac Efron, Andrew Santino, Jermaine Fowler, John Cena, William H. Macy, Lex Scott Davis, Anja Savcic, Daniel Monks, Jane Badler, Heather Mitchell y Debra Lawrence. Fotografía: John Brawley. Música: Dave Palmer. Duración: 113 minutos. Apta para mayores de 16 años. En Amazon Prime Video.

Foto del texto: Jermaine Fowler (izquierda), Zac Efron y Andrew Santino en “Ricky Stanicky”. (Ben King / Amazon Prime Video)

Publicado en el diario La Voz del Interior el martes 19 de marzo de 2024.
Jesús Rubio / Copyleft 2024

La invención de la soledad

“El astronauta”, con Adam Sandler, es un filme resbaladizo, difícil de encasillar, al que no hay que tomar en serio, pero tampoco en broma.

Es increíble la película que hizo Netflix con Adam Sandler. Qué delirio maravilloso que es El astronauta, de esas películas extraordinarias que caminan por la delgada línea que separa lo solemne de lo ridículo, lo serio de lo cómico; una película resbaladiza, porque quienes la tomen en serio, pierden, y quienes la tomen en broma, también.

Es quizás el título más estimulante, abstracto, psicológico, raro y arriesgado que ha dado Netflix desde su creación. Si la ven sin prestarle demasiada atención, pasa como una película de odisea espacial más, con la particularidad de estar protagonizada por Sandler, quien, al igual que Nicolas Cage, es de esos actores con marca autoral.

Dirigida por Johan Renck (quien viene de dirigir episodios de series como Breaking Bad y Chernobyl) y escrita por Colby Day (basado en el libro Spaceman of Bohemia, de Jaroslav Kalfar), la película tiene como protagonista a Jakub (Sandler), un astronauta con aspecto de bohemio que está solo en el espacio en una misión que no queda del todo clara: ¿quiere investigar el espectro púrpura que habita nuestro cielo?, ¿quiere ir más allá de Júpiter?

Lo que se sabe es que, aparentemente, está a gusto y un poco con culpa de estar solo en el espacio, y ahí la película tiende su delgada capa de misterio. Jakub es un solitario al que le gusta la soledad, casi como si se tratara de una soledad autoinfligida.

En la Tierra está su novia embarazada, Lenka (Carey Mulligan), con quien se comunica desde la nave por videollamada o por un teléfono que parece un celular de la década de 1990. El director empieza a introducir flashbacks con forma de sueños, en los que se ven fragmentos de la relación con Lenka.

Hay otros personajes, como el de Isabella Rossellini y el de Lena Olin, que entran en contacto con Lenka para apoyarla psicológicamente, para explicarle que Jakub está en una misión importante y que hay que cuidarlo, por más que la haya dejado sola. Él está en una misión de la República Checa y tiene que ganarle a los surcoreanos, quienes están en la misma carrera espacial.

De pronto aparece el otro personaje importante, que surge como si fuese una creación de la mente de Jakub, una criatura extraterrestre, una especie de araña gigante a la que Jakub llama Hanus (voz de Paul Dano) y con quien se hace amigo. Hanus sabe todo del “humano delgado”, como lo llama, y tiene información del universo, lo que le da a la película el toque existencialista y filosófico.

Sin embargo, el director pasa, sutilmente, de una reflexión sobre el universo (en clave de aventura espacial psicológica) a una historia de amor, una suerte de leyenda con princesa y príncipe enamorados.

El astronauta es una película sobre la adicción a la soledad y sobre conocerse a sí mismo, y es también una película de amor extravagante, críptica, de esas que no se entienden bien, pero que nos dejan la certeza de que estamos ante una película con más contenido del que se ve a simple vista.

Sandler ya es parte de la historia del cine de culto, y el director Renck hace el filme más misterioso, ridículo y profundo de Netflix. Es una anomalía secreta, una proeza atípica, un milagro camuflado. Como dice en un momento Hanus: “Las palabras de tu tribu no alcanzan para describir esto”.

El astronauta (Spaceman, República Checa/Estados Unidos, 2024)

Drama, Ciencia ficción

Excelente (*****)

Dirección: Johan Renck. Guion: Colby Day, basado en el libro “Spaceman of Bohemia”, de Jaroslav Kalfar. Elenco: Adam Sandler, Carey Mulligan, Paul Dano (voz), Kunal Nayyar, Isabella Rossellini, Lena Olin, Petr Papánek, Marian Roden, Zuzana Stivínová y Sinead Phelps. Fotografía: Jakob Ihre. Música: Max Richter. Duración: 107 minutos. Apta para mayores de 16 años. En Netflix.

Foto del texto: Adam Sandler en “El astronauta”. (Larry Horricks / Netflix)

Publicado en el diario La Voz del Interior el jueves 7 (en la web) y el sábado 9 (en papel) de marzo de 2024.
Jesús Rubio / Copyleft 2024

El escritor en su laberinto

“Ficción estadounidense” está nominada al Oscar como mejor película y no pasó por salas de cine.

Todos los años hay una película de las nominadas al Oscar que pasa desapercibida. Este año es el caso de Ficción estadounidense (con cinco nominaciones, incluyendo la de mejor película), escrita y dirigida por Cord Jefferson y protagonizada por Jeffrey Wright, filme que ni si quiera llegó a estrenarse en cines (se estrenó directamente en la plataforma Amazon Prime Video).

Es muy probable que no lo gane y es una suerte de rareza dentro de las candidatas, porque está más cerca de ser una aceptable y bien construida comedia dramática específicamente norteamericana (por sus temas y por el modo de abordarlos) que una película que pueda despertar el interés de un público más amplio.

Jefferson se encarga de contar la historia de Thelonious “Monk” Ellison (Wright), un profesor universitario de literatura al que le dan un descanso, quizás por su particular modo de enseñar, más en sintonía con la vieja escuela que con la sensibilidad woke de los nuevos alumnos.

Monk es, además, un escritor frustrado, que quiere el éxito comercial, pero sin sacrificar la calidad literaria. Está un poco cansado de esos best sellers que escriben de manera engañosa sobre los negros y sus problemas, que imitan la jerga del gueto y la mezclan con historias de marginalidad sobreactuada para que el lector blanco se sienta con culpa y los consuma. Monk ve todo eso como un mal en la literatura, y hará todo lo posible por combatirlo.

Cuando se va a Boston a la feria del libro, presencia la muerte repentina de su hermana, y también empieza a lidiar con su hermano gay Clifford (gran papel de Sterling K. Brown), quien no sabe muy bien qué hacer con su vida. Monk también tiene que lidiar con su madre Agnes (Leslie Uggams) con Alzheimer y con la escritora de best sellers Sintara Golden (Issa Rae), quien se convierte en una especie de enemiga literaria.

Justamente, Monk escribe un libro con seudónimo imitando los tics y los trucos de Sintara para burlarse del gusto de las editoriales, aunque la jugada le sale mal, ya que gana un premio con ese libro que escribió en tono paródico. Además, Monk conoce a Coraline (Erika Alexander), con la que empieza una relación amorosa.

Las bases del drama familiar con toques de comedia (un poco existencial) y con preocupaciones literarias están planteadas con buen ritmo por parte del director, que deja que la historia fluya en un relato diáfano y clásico sin demasiados sobresaltos, en el que la intervención de los personajes aporta lo suyo sin contrarrestar la figura principal del escritor que lucha día a día con su profesión y con el éxito.

El filme aborda temas candentes como los usos y abusos de la corrección política, la discriminación, el negocio que hacen las editoriales con el sensacionalismo de la marginalidad y todo lo que conlleva aprovecharse de la problemática afroamericana, a la que banalizan.

Sin embargo, los problemas (y los clichés) llegan cuando la película empieza a coquetear con la metaficción y con distintos finales que se ven más como trillados que como alternativas ingeniosas, haciendo que pierda credibilidad y dramatismo.

Ficción estadounidense es, sin dudas, una buena película, pero no lo suficientemente potente, arriesgada y comprometida como para competir de igual a igual en la próxima entrega de los Oscar.

Ficción estadounidense (American Fiction, Estados Unidos, 2023)

Drama, Comedia

Buena (***)

Guion y dirección: Cord Jefferson, basado en la novela “Erasure”, de Percival Everett. Elenco: Jeffrey Wright, Tracee Ellis Ross, John Ortiz, Erika Alexander, Sterling K. Brown, Leslie Uggams, Adam Brody, Keith David, Issa Rae, Myra Lucretia Taylor y Raymond Anthony Thomas. Fotografía: Cristina Dunlap. Música: Laura Karpman. Duración: 117 minutos. Apta para mayores de 18 años. En Amazon Prime Video.

Foto del texto: Jeffrey Wright en “Ficción estadounidense”. (Claire Folger / Orion Pictures)

Publicado en el diario La Voz del Interior el domingo 3 de marzo de 2024.
Jesús Rubio / Copyleft 2024

Desde Corea del Sur, otra aventura posapocalíptica

“Cazadores en tierra inhóspita”, de Heo Myeong-haeng, exagera una historia al borde de la caricatura, pero cumple con altos estándares de entretenimiento.

A una semana del estreno en cines de la película surcoreana Sobrevivientes: Después del terremoto, que aborda una historia de supervivencia con escenario apocalíptico en clave de comedia de acción catastrofista, llega a Netflix Cazadores en tierra inhóspita, especie de secuela directa de aquella, pero con nuevos personajes.

Dirigida por Heo Myeong-haeng (es su ópera prima), la trama se ubica tres años después del terremoto que dejó devastado a Seúl, cuando en las tierras áridas (muy a tono con la atmósfera de Mad Max) no quedan más que cazadores, matones y algunos sobrevivientes en busca de comida.

El panorama de aventura posapocalíptica queda planteado desde el inicio, cuando se presenta a los protagonistas: Nam-San (Ma Dong-seok, también conocido como Don Lee), el cazador principal, y el joven Ju-wan (Lee Joon-young), quienes tienen que ir a rescatar a Han Su-na (Roh Jeong-eui), a quien llevan engañada, junto a su abuela, a un lugar mejor para vivir: el edificio de la primera película, liderado por un científico loco que experimenta con seres humanos, sobre todo con jóvenes, a los que quiere inyectarles una dosis que los transforma en reptiles zombis, con la intención de crear una nueva raza de humanos.

En el prólogo, el doctor desquiciado (personaje que conecta a la película con el subgénero de científicos locos) es descubierto por los militares cuando está por aplicarle la vacuna a una joven moribunda. Pero justo es salvado por el terremoto que le pone fin al mundo. Y a partir de ahí, la película se empapa de la atmósfera desértica y hostil en la que la caza de cocodrilos y víboras se convierte en la actividad obligatoria.

La apuesta del director son las peleas coreografiadas de artes marciales (es un especialista en el rubro) y la mezcla de géneros y subgéneros, siempre atravesados por el desparpajo narrativo y de efectos especiales, con mucha sangre y miembros volando por los aires. Ver pelear a Don Lee restituye la experiencia que alguna vez brindó el cine de karate, como el que hacía Bruce Lee, Steven Seagal, Jean-Claude Van Damme, entre otros.

Si bien la aventura está llena de licencias (aunque intencionales), la película se apega con cierto virtuosismo a la fórmula y transita el viaje de los personajes con escenas logradas y con personajes secundarios sucios, malvados, graciosos y bizarros que ayudan a Nam-San y a Ju-wan a ingresar al militarizado edificio en el que están prisioneros los supervivientes de Seúl.

Es cierto que sus resoluciones son mecánicas y que la historia exagera (al borde de la caricatura) con el drama del doctor loco y su ambición de poder. Sin embargo, hay que reconocerle al cine de género surcoreano su capacidad para hacer de un simple producto comercial un entretenimiento que puede dar más entregas.

Si en Sobrevivientes el edificio es lo que hay que proteger, en Cazadores en tierra inhóspita es el lugar del que se valen los tiranos para matar y para darle rienda suelta a su megalomanía. Contra eso luchan los cazadores, quienes prefieren volver a la vida por fuera de esa mole, que está lejos de ser un concreto de utopía.

Cazadores en tierra inhóspita (Hwang-ya, Corea del Sur, 2024)

Acción

Buena (***)

Dirección: Heo Myeong-haeng. Guion: Kim Bo-tong y Kwak Jae-min. Elenco: Ma Dong-seok, Roh Jeong-eui, Lee Joon-young, Ahn Ji-hye, Lee Hee-jun, An Ji-hye, Park Ji-hun, Jang Young-nam, Park Hyo-joon y Kim Young-sun. Fotografía: Bong-sun Byun. Música: Kim Dong-wook. Duración: 108 minutos. Apta para mayores de 16 años. En Netflix.

Foto del texto: Lee Joon-young, izquierda, Ma Dong-seok y Ahn Ji-hye en “Cazadores en tierra inhóspita”. (Netflix)

Publicado en La Voz del Interior el martes 30 de enero (en la web) y el jueves 1 de febrero (en papel) de 2024.
Jesús Rubio / Copyleft 2024

En defensa del hogar

“The Kitchen”, dirigida por Daniel Kaluuya y Kibwe Tavares, apuesta por la ciencia ficción realista en sintonía con problemas sociales contemporáneos.

El actor Daniel Kaluuya, a quien conocemos por películas como ¡Huye!, ¡Nop! y Judas y el mesías negro, y Kibwe Tavares conforman la dupla que debuta en la dirección con The Kitchen, producción de Netflix que apuesta por la ciencia ficción realista en sintonía con problemas sociales contemporáneos, como la gentrificación, el racismo y la marginación de inmigrantes en los grandes centros urbanos.

Con un guion escrito por el propio Kaluuya y Joe Murtagh, la película aborda, en clave de sci-fi urbana y de película ciberpunk filmada en una favela, la complicada situación que viven los inmigrantes afrodescendientes en el sur de Londres, en un complejo habitacional que se llama The Kitchen (La cocina), en el que sus residentes padecen no solo la falta de servicios básicos, sino también la violencia y la presión del gobierno, que manda a la policía a reprimir y a desalojar.

Los habitantes del edificio se niegan a entregar sus hogares, y devienen luchadores en una guerra barrial de pandilleros en motocicletas que tienen que salir a devolver la violencia que reciben por parte de la policía. Lo interesante es que el filme muestra cómo el Estado, a través de sus fuerzas coercitivas, pone en situación de enemistad a los que son de una misma clase social.

El protagonista principal es Izi (Kane Robinson), empleado de una funeraria resignado por la situación del vecindario y sin ganas de luchar. El otro protagonista es el preadolescente Benji (Jedaiah Bannerman), quien se cruza con Izi en el sepelio de su madre. La relación entre ambos es el hilo conductor de la historia y más vale no adelantar más.

Lo que sí se puede decir es que en Izi hay remordimiento y que la aparición de Benji lo obliga a hacer cosas no planeadas. La película tiene breves situaciones potentes, en las que la relación casi paternal, y de enfrentamiento, entre Izi y Benji sostiene el relato, acompañado con una banda sonora que lo hace más llevadero.

Si bien en el medio se pone muy dramática, estancándose un poco en escenas que no dicen ni agregan demasiado, The Kitchen cuenta con un momento decisivo hacia el final, cuando los pandilleros en motocicletas atacan a los de su propia clase, que viven en casas lujosas de la ciudad, porque no aceptan que sean cómplices de las medidas del gobierno y del accionar de la policía.

Se le puede criticar el desenlace, que tiene un tufillo a postura conservadora, pero, si se lo mira bien, en realidad es la opción más viable que le queda a Izi, por los riesgos que significa salir a luchar con el resto, y porque hay prioridades, sobre todo ahora que está Benji en su vida.

Sin estridencias y con un manejo más que aceptable de los elementos de los géneros y subgéneros que abordan, los directores entregan una película que vale la pena ver por cómo sostienen el relato sin ser rimbombantes y por cómo sientan posición. La conciencia social que demuestran promete un cine de género político y desafiante, al que hay que tener en cuenta.

The Kitchen (Reino Unido/Estados Unidos, 2023)

Drama, Ciencia ficción

Buena (***)

Dirección: Kibwe Tavares y Daniel Kaluuya. Guion: Daniel Kaluuya y Joe Murtagh. Elenco: Kane Robinson, Jedaiah Bannerman, Hope Ikpoku Jnr, Reuben ‘Trizzy’ Nyamah, Ian Wright, Henry Lawfull, Alan Asaad, Rasaq Kukoyi, Fiona Marr, Cristale y Teija Kabs. Fotografía: Wyatt Garfield. Música: Alex Baranowski y Labrinth. Duración: 107 minutos. Apta para mayores de 16 años. En Netflix.

Foto del texto: Kane Robinson, izquierda, y Jedaiah Bannerman en “The Kitchen”. (Netflix)

Publicado en el diario La Voz del Interior el sábado 27 de enero de 2024.
Jesús Rubio / Copyleft 2024

El amor de un padre

Matt Damon brilla en “Cuestión de sangre”, drama dirigido por Tom McCarthy sobre un padre que está dispuesto a todo para ayudar a su hija presa.

Todo padre tiene la obligación de ser un buen padre, o al menos intentarlo. De eso se trata la triste historia de Cuestión de sangre, el estreno tardío de Netflix (la película es de 2021) con Matt Damon como Bill, el padre rudo de Oklahoma que trabaja en una petrolera y en la construcción y que tiene a su hija en una prisión en Marsella, a la que va a visitar.

Una vez en Francia, Bill empieza a seguir una pista que podría probar la inocencia de Allison (Abigail Breslin), quien está presa desde hace unos años porque, supuestamente, mató a su novia en un confuso episodio, en el que también está involucrado un joven musulmán, Akim (Idir Azougli). Allison insiste en que es inocente y le pide a Bill que le entregue una carta a la abogada (Anne Le Ny) para que reabra la investigación y busque al verdadero culpable.

Bill cree en la inocencia de su hija y, ante la negativa de la abogada, empieza a buscar por su cuenta a Akim, porque lo único que quiere es sacar a su hija de la cárcel y demostrarle que es un buen padre.

En la búsqueda, Bill conoce a Maya (Lilou Siauvaud), una niña a la que le agarra cariño desde el primer momento, y luego a la madre, Virginie (Camille Cottin), de quien se hace amigo y a quien le pide ayuda para buscar a Akim. Virginie le da hospedaje en su casa, ya que Bill demuestra mucho cariño por Maya.

La composición dramática de Damon lo confirma como el gran actor de su generación. Conmueve el trabajo que hace, siempre conteniendo la furia y las lágrimas y no dándose por vencido nunca, desarrollando un empecinamiento propio de un hombre terco, pero con principios. Damon logra transmitir tristeza y esperanza con solo una mirada, con solo un gesto, y los diálogos que pronuncia son tan austeros como efectivos.

El director es Tom McCarthy, el mismo de la ganadora del Oscar a mejor película Spotlight. A McCarthy le gustan las historias dramáticas fuertes y de largo aliento, y le gusta respetar los códigos del género con suma sutileza, siempre por el carril del relato clásico, dando pequeños toques y giros para que la historia no sea lo que parece.

Como Bill, la película también es perseverante y trata de no perder los estribos y de manejar las situaciones con atención. La clave está en el cariño que Bill le tiene a Maya, a la que ve como a una hija, y en la que ve la posibilidad de hacer las cosas bien, como no lo hizo con Allison.

El detalle del sótano donde Bill guarda las herramientas es de suma importancia para el desenlace del filme, cuyo cierre recuerda vagamente a El secreto de sus ojos, y todo contado con pulso firme y ritmo.

Sin embargo, casi todo el mérito se lo lleva Damon, quien con los años se convirtió en la justificación para ver las películas que lo tienen como protagonista. El resto del elenco lo acompaña con convicción y química, pero él es la fuerza dramática y el corazón de la historia.

Cuestión de sangre (Stillwater, Estados Unidos, 2021)

Drama

Muy buena (****)

Dirección: Tom McCarthy. Guion: Tom McCarthy, Marcus Hinchey, Thomas Bidegain y Noé Debré. Elenco: Matt Damon, Camille Cottin, Abigail Breslin, Lilou Siauvaud, Deanna Dunagan, Idir Azougli, Anne Le Ny, Moussa Maaskri, Jean-Marc Michelangeli y William Nadylam. Fotografía: Masanobu Takayanagi. Música: Mychael Danna. Duración: 139 minutos. Apta para mayores de 16 años. En Netflix.

Foto del texto: Matt Damon en “Cuestión de sangre”. (Jessica Forde / Focus Features)

Publicado en el diario La Voz del Interior el miércoles 24 de enero de 2024.
Jesús Rubio / Copyleft 2024

Como un avión estrellado

Sorprenden los desmedidos elogios a La sociedad de la nieve, la película de Netflix dirigida por J.A. Bayona que recrea el trágico accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya en la cordillera de los Andes en 1972. El director español es de los que creen que el cine tiene que ser un espejo de la realidad: cuanto más se le parezca, mejor. Es decir, Bayona tomó el peor camino que puede tomar un director: el del drama realista con ganas de ganar premios, el del profesionalismo técnico que da reconocimientos.

La sociedad de la nieve deshonra la tradición de los grandes autores porque, al contrario de lo que ellos hacían, Bayona se refugia en la comodidad de la representación fidedigna, convirtiéndose en una suerte de calcador que recrea la gravedad del caso hasta en su más morboso detalle, con trucos manipuladores y una debilidad casi patológica por el golpe bajo, la lágrima fácil y el regodeo en el sufrimiento ajeno.

El público debería huir de películas que apuestan por el shock sensacionalista bien fotografiado antes que por el enaltecimiento del cine como arte y entretenimiento. La sensibilidad sobreactuada, el drama solemne y los diálogos graves son el corazón de la película, en la que el sentido de la aventura queda sepultado en el medio de la nieve, la que, paradójicamente, luce artificial. La película es como un avión estrellado en la pulcritud del efecto especial.

Las escenas están acompañadas por una voz en off redundante, por momentos innecesaria, entorpeciendo la puesta en escena a cada rato. Y el elenco es una selección de nombres desconocidos que se parece más al casting de una revista de moda que al de una tragedia dramática para la gran pantalla.

La sociedad de la nieve es un sobrevalorado y desabrido drama lacrimógeno de supervivencia, que se ajusta a lo sucedido como lo hacen las producciones que desprecian el arte de narrar de manera libre y desprejuiciada. Y no hay peor película que aquella que quiere agradar a todo público con sufrimiento basado en hechos reales.

Foto del texto: Enzo Vogrincic en “La sociedad de la nieve”. (Quim Vives / Netflix)

Publicado en La Voz del Interior el domingo 21 de enero de 2024, en la columna Miradas opuestas del suplemento Vos.
Jesús Rubio / Copyleft 2024

Tiempo de revancha

“Sisu” es una película realista y política, ambientada a fines de la Segunda Guerra Mundial, sobre la furia de los que ya no tienen nada que perder.

“Sisu es una palabra de Finlandia que no puede traducirse. Significa una forma de valentía y determinación inimaginables. Sisu se manifiesta cuando se ha perdido toda esperanza”. Con esta aclaración empieza la potente y sangrienta Sisu, escrita y dirigida por el finlandés Jalmari Helander, quien se las arregla para entregar una mezcla aplastante de géneros con acción salvaje ambientada en la Segunda Guerra Mundial, y con un personaje que descuartiza nazis con sus propias manos. El filme ganó los premios más importantes de Sitges 2022 (Mejor Película, Mejor Actor, Mejor Fotografía y Mejor Música), pero no por su originalidad, sino por su contundencia y efectividad.

Jorma Tommila es Aatami, quien se enfrenta a los nazis en secuencias de acción gore brutales. El personaje es una leyenda viva a temer, por la cantidad de soldados que mató en ambos bandos, es como un fantasma sanguinario que recorre solitario las lejanas tierras de Europa del Norte en busca de oro.

La cuestión de la venganza es algo que siempre está en estas películas, y el tema del renacimiento del protagonista que vuelve de la muerte para matar a los responsables de su sufrimiento. Algunas de las últimas películas en sintonía con Sisu son Revenge, de Coralie Fargeat, y Nadie, de Ilya Naishuller, en las que un solo personaje reduce a charcos de sangre a sus rivales.

Son películas violentas, y la clave de la excesiva violencia de Sisu está en que se ejerce contra los nazis, como si para el director la única violencia justificada fuera la que se les devuelve a los fascistas.

Es el último año de la Segunda Guerra, 1944, y Aatami se retira de la contienda para instalarse en las hostiles tierras de Laponia. En el comienzo vemos cómo encuentra oro y cómo los nazis se le acercan amenazantes, dando lugar a una batalla sanguinaria en la que el personaje, entrado en años, los liquida con una fuerza descomunal, en escenas filmadas con mucho ritmo y agilidad.

Pero lo interesante de la película es que a esa situación límite que representa la palabra sisu no solo la puede encarnar un individuo, sino también la sociedad. Cuando el fascismo quiere llevarse puesto todo, cuando la ultraderecha ocupa el poder, casi siempre lleva a la sociedad a una situación de crisis y sufrimiento, incubando una violencia justiciera en su interior que, cuando despierta, se torna invencible.

El otro acierto de la película es que, en un momento, quienes ayudan a Aatami a matar nazis son unas mujeres prisioneras. El pueblo se liberará con la ayuda de las mujeres y el fascismo nunca podrá perpetuarse en el poder porque la violencia que genera lo supera y lo derriba. Sisu apuesta por el entretenimiento a secas con estética de cómic (está divida en capítulos), pero también es una película que habla de la fuerza imbatible de una persona (o de una sociedad) cuando la dejan sin esperanza.  

Por más que esté llena de escenas inverosímiles, Sisu es realista y política, es la furia de los que ya no tienen nada que perder, es la fuerza de los que están dispuestos a todo con tal de matar a los malvados del mundo para volver a recuperar lo perdido.

Sisu (Finlandia/Reino Unido/Estados Unidos, 2022)

Acción

Muy buena (****)

Guion y dirección: Jalmari Helander. Elenco: Jorma Tommila, Aksel Hennie, Jack Doolan, Mimosa Willamo, Onni Tommila, Tatu Sinisalo, Wilhelm Enckell, Vincent Willestrand, Arttu Kapulainen, Elina Saarela y Aamu Milonoff. Fotografía: Kjell Lagerroos. Música: Juri Seppä y Tuomas Wäinölä. Duración: 91 minutos. Apta para mayores de 18 años. Complejidad: nula. Sexo: nulo. Violencia: alta. En HBO Max.

Foto del texto: Jorma Tommila en “Sisu”. (Antti Rastivo / Lionsgate)

Publicado en el diario La Voz del Interior el sábado 13 de enero de 2024.
Jesús Rubio / Copyleft 2024

Rituales de iniciación

Mubi estrenó “Cómo tener sexo”, una película sobre jóvenes en plena etapa de descubrimiento. Con algunos lugares comunes, el filme pasa la prueba.

Ya hay una puesta en escena marca Mubi, películas que representan el estilo de la plataforma de cine de autor cool, con mensajes y temas de fondo inclusivos y políticamente correctos, es decir, monotemáticos, unidireccionales y de espíritu frágil, que se pueden romper ante la primera observación crítica.

Cómo tener sexo es la ópera prima de Molly Manning Walker y es la prueba del espíritu woke que patrocina la plataforma, cuyo catálogo está integrado por películas con una estética uniforme, plana, achatada por un progresismo hipersensible, como si estuviera diseñada por una inteligencia artificial biempensante.

El debut de Walker tiene como protagonistas a Tara (Mia McKenna-Bruce), Em (Enva Lewis) y Skye (Lara Peake), tres amigas que están saliendo de la adolescencia (tienen entre 16 y 17 años) y que se van de vacaciones a la isla griega de Malia para divertirse y pasarla bien antes de ingresar a la universidad.

Con las hormonas al palo, propio de la edad, las amigas llegan a los gritos y consiguen una habitación con vista a la piscina del hotel y arrancan con las correrías nocturnas, que incluyen boliches, afters descontrolados, mucho alcohol, comida chatarra y, claro, sexo, o al menos las ganas de experimentarlo de manera libre.

Tara es aún virgen y está envalentonada por la arenga fiestera de sus amigas, lo que la directora aprovecha para poner el foco en lo difícil y decepcionante que es, a veces, el debut sexual. Los primeros planos de Tara muestran sus dudas, sus desencantos, sus inseguridades. Y los consejos de sus amigas hacen que se anime a estar con Paddy (Samuel Bottomley), uno de los chicos que está en la habitación de al lado.

La película muestra la presión, la cosa forzada, casi impuesta del sexo en una escena en la playa. Tara solo se limita a hacer lo que cree que tiene que hacer, sin prestar resistencia, aunque no se la ve convencida. A su vez, Em pega onda con Paige (Laura Ambler), la única chica del trío integrado por Paddy y Badger (Shaun Thomas). La película se pone interesante cuando empieza a desarrollar la relación entre Tara y Badger, quien aparentemente la quiere no solo para tener sexo.

La cámara de Walker los sigue en las fiestas y en las mañanas de resaca y se detiene en largos planos contemplativos, cuando los personajes vomitan o fuman, con una banda sonora acorde a las teen movies modernas (al estilo Spring Breakers, de Harmony Korine), todo bajo el aspecto de una película indie que esconde un señalamiento acorde a la sensibilidad del presente.

A pesar de la intrascendencia de su tema y de que el destino de sus personajes no importa mucho, y de que a veces aburre un poco ver las supuestas diversiones o preocupaciones de chicas de clase media que están en plena edad del descubrimiento sexual, Cómo tener sexo es un aceptable exponente de un tipo de cine con pretensiones autorales. Aprueba con lo justo los ejercicios del manual Mubi del cine, con sus lugares comunes, sus giros, sus vicios, su filosofía y su estética.

Cómo tener sexo (How to Have Sex, Reino Unido/Grecia, 2023)

Drama

Buena (***)

Guion y dirección: Molly Manning Walker. Elenco: Mia McKenna-Bruce, Lara Peake, Enva Lewis, Samuel Bottomley, Shaun Thomas, Laura Ambler, Eilidh Loan, Daisy Jelley, Finlay Vane Last y Elliot Warren. Fotografía: Nicolas Canniccioni. Música: James Jacob. Duración: 91 minutos. Apta para mayores de 13 años (con reservas). En Mubi.

Foto del texto: Mia McKenna-Bruce como Tara en “Cómo tener sexo”. (Mubi)

Publicado en el diario La Voz del Interior el domingo 7 de enero de 2024.
Jesús Rubio / Copyleft 2024