Psicópata americana sin gracia

Se extraña mucho al Tim Burton de la década de 1990, al que hizo películas como El joven manos de tijera (1990) o Batman vuelve (1992). Lamentablemente, su estilo sufrió una depuración desfavorable, en el sentido de que sus imágenes fueron perdiendo la textura granulada y la oscuridad que hacían de lo gótico un cine único, un cine que sabía cómo cautivar con sus extraños monstruos y sus encantadores freaks.

Hoy Tim Burton ya no tiene ni la cuarta parte de ese estilo que lo consagró como un director con voz propia y la prueba es Merlina (Wednesday), la serie estrenada en Netflix que lo tiene como autor creativo y director de los primeros cuatro episodios. En Merlina, la imagen tiene la nitidez de lo digital, la pulcritud anticinematográfica que caracteriza a todo lo que se hace desde las grandes plataformas.

Protagonizada por una espléndida Jenna Ortega, la serie centrada en la hija díscola y macabra de la familia Addams no ofrece nada original ni interesante, más allá de algunas aceptables referencias a clásicos como Carrie (1976) y a su icónica escena de baile. Plagada de personajes adolescentes tan inocuos como el argumento general, la serie tiene que recurrir a una trama policial para disimular su falta de ideas.

Que se tenga que apoyar en fórmulas de otros géneros es lo de menos, ya que lo más terrible es que le roba descaradamente a Harry Potter para justificar el ingreso a un mundo mágico y sobrenatural que la aleja de la esencia fúnebre de Los locos Addams, que hacían de lo mortuorio una bandera pop novedosa, y cuya gracia se basaba en las iniquidades asesinas que Merlina le hacía a su hermano Pericles, siempre con la complicidad de Dedos, Largo y el tío Lucas.  

La serie se sale del espíritu dark que le dio origen y de la particular palidez zombi de Merlina para ubicarse en la Academia Nunca Más de Jericó, el pueblo donde transcurre la acción. Merlina tiene visiones psíquicas y presencia el asesinato de uno de los alumnos de la excéntrica escuela, a la que asisten lobizones, sirenas malvadas y personajes sin rostro que compiten en campeonatos que homenajean a Edgar Allan Poe.

Esa actitud gótica sarcástica solo puede funcionar con adolescentes que se quieren hacer los raritos. Pero no es más que una galería desabrida de excluidos estereotipados, con la forzada inclusión de la corrección política que aplana todo a su paso.

Foto del texto: Jenna Ortega en “Merlina”. (Netflix)

Este texto fue publicado en el diario La Voz del Interior el domingo 11 de diciembre de 2022, en la sección Miradas opuestas del suplemento Vos.
Jesús Rubio / Copyleft 2022

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