La invención de la soledad

“El astronauta”, con Adam Sandler, es un filme resbaladizo, difícil de encasillar, al que no hay que tomar en serio, pero tampoco en broma.

Es increíble la película que hizo Netflix con Adam Sandler. Qué delirio maravilloso que es El astronauta, de esas películas extraordinarias que caminan por la delgada línea que separa lo solemne de lo ridículo, lo serio de lo cómico; una película resbaladiza, porque quienes la tomen en serio, pierden, y quienes la tomen en broma, también.

Es quizás el título más estimulante, abstracto, psicológico, raro y arriesgado que ha dado Netflix desde su creación. Si la ven sin prestarle demasiada atención, pasa como una película de odisea espacial más, con la particularidad de estar protagonizada por Sandler, quien, al igual que Nicolas Cage, es de esos actores con marca autoral.

Dirigida por Johan Renck (quien viene de dirigir episodios de series como Breaking Bad y Chernobyl) y escrita por Colby Day (basado en el libro Spaceman of Bohemia, de Jaroslav Kalfar), la película tiene como protagonista a Jakub (Sandler), un astronauta con aspecto de bohemio que está solo en el espacio en una misión que no queda del todo clara: ¿quiere investigar el espectro púrpura que habita nuestro cielo?, ¿quiere ir más allá de Júpiter?

Lo que se sabe es que, aparentemente, está a gusto y un poco con culpa de estar solo en el espacio, y ahí la película tiende su delgada capa de misterio. Jakub es un solitario al que le gusta la soledad, casi como si se tratara de una soledad autoinfligida.

En la Tierra está su novia embarazada, Lenka (Carey Mulligan), con quien se comunica desde la nave por videollamada o por un teléfono que parece un celular de la década de 1990. El director empieza a introducir flashbacks con forma de sueños, en los que se ven fragmentos de la relación con Lenka.

Hay otros personajes, como el de Isabella Rossellini y el de Lena Olin, que entran en contacto con Lenka para apoyarla psicológicamente, para explicarle que Jakub está en una misión importante y que hay que cuidarlo, por más que la haya dejado sola. Él está en una misión de la República Checa y tiene que ganarle a los surcoreanos, quienes están en la misma carrera espacial.

De pronto aparece el otro personaje importante, que surge como si fuese una creación de la mente de Jakub, una criatura extraterrestre, una especie de araña gigante a la que Jakub llama Hanus (voz de Paul Dano) y con quien se hace amigo. Hanus sabe todo del “humano delgado”, como lo llama, y tiene información del universo, lo que le da a la película el toque existencialista y filosófico.

Sin embargo, el director pasa, sutilmente, de una reflexión sobre el universo (en clave de aventura espacial psicológica) a una historia de amor, una suerte de leyenda con princesa y príncipe enamorados.

El astronauta es una película sobre la adicción a la soledad y sobre conocerse a sí mismo, y es también una película de amor extravagante, críptica, de esas que no se entienden bien, pero que nos dejan la certeza de que estamos ante una película con más contenido del que se ve a simple vista.

Sandler ya es parte de la historia del cine de culto, y el director Renck hace el filme más misterioso, ridículo y profundo de Netflix. Es una anomalía secreta, una proeza atípica, un milagro camuflado. Como dice en un momento Hanus: “Las palabras de tu tribu no alcanzan para describir esto”.

El astronauta (Spaceman, República Checa/Estados Unidos, 2024)

Drama, Ciencia ficción

Excelente (*****)

Dirección: Johan Renck. Guion: Colby Day, basado en el libro “Spaceman of Bohemia”, de Jaroslav Kalfar. Elenco: Adam Sandler, Carey Mulligan, Paul Dano (voz), Kunal Nayyar, Isabella Rossellini, Lena Olin, Petr Papánek, Marian Roden, Zuzana Stivínová y Sinead Phelps. Fotografía: Jakob Ihre. Música: Max Richter. Duración: 107 minutos. Apta para mayores de 16 años. En Netflix.

Foto del texto: Adam Sandler en “El astronauta”. (Larry Horricks / Netflix)

Publicado en el diario La Voz del Interior el jueves 7 (en la web) y el sábado 9 (en papel) de marzo de 2024.
Jesús Rubio / Copyleft 2024

Desde Corea del Sur, otra aventura posapocalíptica

“Cazadores en tierra inhóspita”, de Heo Myeong-haeng, exagera una historia al borde de la caricatura, pero cumple con altos estándares de entretenimiento.

A una semana del estreno en cines de la película surcoreana Sobrevivientes: Después del terremoto, que aborda una historia de supervivencia con escenario apocalíptico en clave de comedia de acción catastrofista, llega a Netflix Cazadores en tierra inhóspita, especie de secuela directa de aquella, pero con nuevos personajes.

Dirigida por Heo Myeong-haeng (es su ópera prima), la trama se ubica tres años después del terremoto que dejó devastado a Seúl, cuando en las tierras áridas (muy a tono con la atmósfera de Mad Max) no quedan más que cazadores, matones y algunos sobrevivientes en busca de comida.

El panorama de aventura posapocalíptica queda planteado desde el inicio, cuando se presenta a los protagonistas: Nam-San (Ma Dong-seok, también conocido como Don Lee), el cazador principal, y el joven Ju-wan (Lee Joon-young), quienes tienen que ir a rescatar a Han Su-na (Roh Jeong-eui), a quien llevan engañada, junto a su abuela, a un lugar mejor para vivir: el edificio de la primera película, liderado por un científico loco que experimenta con seres humanos, sobre todo con jóvenes, a los que quiere inyectarles una dosis que los transforma en reptiles zombis, con la intención de crear una nueva raza de humanos.

En el prólogo, el doctor desquiciado (personaje que conecta a la película con el subgénero de científicos locos) es descubierto por los militares cuando está por aplicarle la vacuna a una joven moribunda. Pero justo es salvado por el terremoto que le pone fin al mundo. Y a partir de ahí, la película se empapa de la atmósfera desértica y hostil en la que la caza de cocodrilos y víboras se convierte en la actividad obligatoria.

La apuesta del director son las peleas coreografiadas de artes marciales (es un especialista en el rubro) y la mezcla de géneros y subgéneros, siempre atravesados por el desparpajo narrativo y de efectos especiales, con mucha sangre y miembros volando por los aires. Ver pelear a Don Lee restituye la experiencia que alguna vez brindó el cine de karate, como el que hacía Bruce Lee, Steven Seagal, Jean-Claude Van Damme, entre otros.

Si bien la aventura está llena de licencias (aunque intencionales), la película se apega con cierto virtuosismo a la fórmula y transita el viaje de los personajes con escenas logradas y con personajes secundarios sucios, malvados, graciosos y bizarros que ayudan a Nam-San y a Ju-wan a ingresar al militarizado edificio en el que están prisioneros los supervivientes de Seúl.

Es cierto que sus resoluciones son mecánicas y que la historia exagera (al borde de la caricatura) con el drama del doctor loco y su ambición de poder. Sin embargo, hay que reconocerle al cine de género surcoreano su capacidad para hacer de un simple producto comercial un entretenimiento que puede dar más entregas.

Si en Sobrevivientes el edificio es lo que hay que proteger, en Cazadores en tierra inhóspita es el lugar del que se valen los tiranos para matar y para darle rienda suelta a su megalomanía. Contra eso luchan los cazadores, quienes prefieren volver a la vida por fuera de esa mole, que está lejos de ser un concreto de utopía.

Cazadores en tierra inhóspita (Hwang-ya, Corea del Sur, 2024)

Acción

Buena (***)

Dirección: Heo Myeong-haeng. Guion: Kim Bo-tong y Kwak Jae-min. Elenco: Ma Dong-seok, Roh Jeong-eui, Lee Joon-young, Ahn Ji-hye, Lee Hee-jun, An Ji-hye, Park Ji-hun, Jang Young-nam, Park Hyo-joon y Kim Young-sun. Fotografía: Bong-sun Byun. Música: Kim Dong-wook. Duración: 108 minutos. Apta para mayores de 16 años. En Netflix.

Foto del texto: Lee Joon-young, izquierda, Ma Dong-seok y Ahn Ji-hye en “Cazadores en tierra inhóspita”. (Netflix)

Publicado en La Voz del Interior el martes 30 de enero (en la web) y el jueves 1 de febrero (en papel) de 2024.
Jesús Rubio / Copyleft 2024

En defensa del hogar

“The Kitchen”, dirigida por Daniel Kaluuya y Kibwe Tavares, apuesta por la ciencia ficción realista en sintonía con problemas sociales contemporáneos.

El actor Daniel Kaluuya, a quien conocemos por películas como ¡Huye!, ¡Nop! y Judas y el mesías negro, y Kibwe Tavares conforman la dupla que debuta en la dirección con The Kitchen, producción de Netflix que apuesta por la ciencia ficción realista en sintonía con problemas sociales contemporáneos, como la gentrificación, el racismo y la marginación de inmigrantes en los grandes centros urbanos.

Con un guion escrito por el propio Kaluuya y Joe Murtagh, la película aborda, en clave de sci-fi urbana y de película ciberpunk filmada en una favela, la complicada situación que viven los inmigrantes afrodescendientes en el sur de Londres, en un complejo habitacional que se llama The Kitchen (La cocina), en el que sus residentes padecen no solo la falta de servicios básicos, sino también la violencia y la presión del gobierno, que manda a la policía a reprimir y a desalojar.

Los habitantes del edificio se niegan a entregar sus hogares, y devienen luchadores en una guerra barrial de pandilleros en motocicletas que tienen que salir a devolver la violencia que reciben por parte de la policía. Lo interesante es que el filme muestra cómo el Estado, a través de sus fuerzas coercitivas, pone en situación de enemistad a los que son de una misma clase social.

El protagonista principal es Izi (Kane Robinson), empleado de una funeraria resignado por la situación del vecindario y sin ganas de luchar. El otro protagonista es el preadolescente Benji (Jedaiah Bannerman), quien se cruza con Izi en el sepelio de su madre. La relación entre ambos es el hilo conductor de la historia y más vale no adelantar más.

Lo que sí se puede decir es que en Izi hay remordimiento y que la aparición de Benji lo obliga a hacer cosas no planeadas. La película tiene breves situaciones potentes, en las que la relación casi paternal, y de enfrentamiento, entre Izi y Benji sostiene el relato, acompañado con una banda sonora que lo hace más llevadero.

Si bien en el medio se pone muy dramática, estancándose un poco en escenas que no dicen ni agregan demasiado, The Kitchen cuenta con un momento decisivo hacia el final, cuando los pandilleros en motocicletas atacan a los de su propia clase, que viven en casas lujosas de la ciudad, porque no aceptan que sean cómplices de las medidas del gobierno y del accionar de la policía.

Se le puede criticar el desenlace, que tiene un tufillo a postura conservadora, pero, si se lo mira bien, en realidad es la opción más viable que le queda a Izi, por los riesgos que significa salir a luchar con el resto, y porque hay prioridades, sobre todo ahora que está Benji en su vida.

Sin estridencias y con un manejo más que aceptable de los elementos de los géneros y subgéneros que abordan, los directores entregan una película que vale la pena ver por cómo sostienen el relato sin ser rimbombantes y por cómo sientan posición. La conciencia social que demuestran promete un cine de género político y desafiante, al que hay que tener en cuenta.

The Kitchen (Reino Unido/Estados Unidos, 2023)

Drama, Ciencia ficción

Buena (***)

Dirección: Kibwe Tavares y Daniel Kaluuya. Guion: Daniel Kaluuya y Joe Murtagh. Elenco: Kane Robinson, Jedaiah Bannerman, Hope Ikpoku Jnr, Reuben ‘Trizzy’ Nyamah, Ian Wright, Henry Lawfull, Alan Asaad, Rasaq Kukoyi, Fiona Marr, Cristale y Teija Kabs. Fotografía: Wyatt Garfield. Música: Alex Baranowski y Labrinth. Duración: 107 minutos. Apta para mayores de 16 años. En Netflix.

Foto del texto: Kane Robinson, izquierda, y Jedaiah Bannerman en “The Kitchen”. (Netflix)

Publicado en el diario La Voz del Interior el sábado 27 de enero de 2024.
Jesús Rubio / Copyleft 2024

El amor de un padre

Matt Damon brilla en “Cuestión de sangre”, drama dirigido por Tom McCarthy sobre un padre que está dispuesto a todo para ayudar a su hija presa.

Todo padre tiene la obligación de ser un buen padre, o al menos intentarlo. De eso se trata la triste historia de Cuestión de sangre, el estreno tardío de Netflix (la película es de 2021) con Matt Damon como Bill, el padre rudo de Oklahoma que trabaja en una petrolera y en la construcción y que tiene a su hija en una prisión en Marsella, a la que va a visitar.

Una vez en Francia, Bill empieza a seguir una pista que podría probar la inocencia de Allison (Abigail Breslin), quien está presa desde hace unos años porque, supuestamente, mató a su novia en un confuso episodio, en el que también está involucrado un joven musulmán, Akim (Idir Azougli). Allison insiste en que es inocente y le pide a Bill que le entregue una carta a la abogada (Anne Le Ny) para que reabra la investigación y busque al verdadero culpable.

Bill cree en la inocencia de su hija y, ante la negativa de la abogada, empieza a buscar por su cuenta a Akim, porque lo único que quiere es sacar a su hija de la cárcel y demostrarle que es un buen padre.

En la búsqueda, Bill conoce a Maya (Lilou Siauvaud), una niña a la que le agarra cariño desde el primer momento, y luego a la madre, Virginie (Camille Cottin), de quien se hace amigo y a quien le pide ayuda para buscar a Akim. Virginie le da hospedaje en su casa, ya que Bill demuestra mucho cariño por Maya.

La composición dramática de Damon lo confirma como el gran actor de su generación. Conmueve el trabajo que hace, siempre conteniendo la furia y las lágrimas y no dándose por vencido nunca, desarrollando un empecinamiento propio de un hombre terco, pero con principios. Damon logra transmitir tristeza y esperanza con solo una mirada, con solo un gesto, y los diálogos que pronuncia son tan austeros como efectivos.

El director es Tom McCarthy, el mismo de la ganadora del Oscar a mejor película Spotlight. A McCarthy le gustan las historias dramáticas fuertes y de largo aliento, y le gusta respetar los códigos del género con suma sutileza, siempre por el carril del relato clásico, dando pequeños toques y giros para que la historia no sea lo que parece.

Como Bill, la película también es perseverante y trata de no perder los estribos y de manejar las situaciones con atención. La clave está en el cariño que Bill le tiene a Maya, a la que ve como a una hija, y en la que ve la posibilidad de hacer las cosas bien, como no lo hizo con Allison.

El detalle del sótano donde Bill guarda las herramientas es de suma importancia para el desenlace del filme, cuyo cierre recuerda vagamente a El secreto de sus ojos, y todo contado con pulso firme y ritmo.

Sin embargo, casi todo el mérito se lo lleva Damon, quien con los años se convirtió en la justificación para ver las películas que lo tienen como protagonista. El resto del elenco lo acompaña con convicción y química, pero él es la fuerza dramática y el corazón de la historia.

Cuestión de sangre (Stillwater, Estados Unidos, 2021)

Drama

Muy buena (****)

Dirección: Tom McCarthy. Guion: Tom McCarthy, Marcus Hinchey, Thomas Bidegain y Noé Debré. Elenco: Matt Damon, Camille Cottin, Abigail Breslin, Lilou Siauvaud, Deanna Dunagan, Idir Azougli, Anne Le Ny, Moussa Maaskri, Jean-Marc Michelangeli y William Nadylam. Fotografía: Masanobu Takayanagi. Música: Mychael Danna. Duración: 139 minutos. Apta para mayores de 16 años. En Netflix.

Foto del texto: Matt Damon en “Cuestión de sangre”. (Jessica Forde / Focus Features)

Publicado en el diario La Voz del Interior el miércoles 24 de enero de 2024.
Jesús Rubio / Copyleft 2024

Como un avión estrellado

Sorprenden los desmedidos elogios a La sociedad de la nieve, la película de Netflix dirigida por J.A. Bayona que recrea el trágico accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya en la cordillera de los Andes en 1972. El director español es de los que creen que el cine tiene que ser un espejo de la realidad: cuanto más se le parezca, mejor. Es decir, Bayona tomó el peor camino que puede tomar un director: el del drama realista con ganas de ganar premios, el del profesionalismo técnico que da reconocimientos.

La sociedad de la nieve deshonra la tradición de los grandes autores porque, al contrario de lo que ellos hacían, Bayona se refugia en la comodidad de la representación fidedigna, convirtiéndose en una suerte de calcador que recrea la gravedad del caso hasta en su más morboso detalle, con trucos manipuladores y una debilidad casi patológica por el golpe bajo, la lágrima fácil y el regodeo en el sufrimiento ajeno.

El público debería huir de películas que apuestan por el shock sensacionalista bien fotografiado antes que por el enaltecimiento del cine como arte y entretenimiento. La sensibilidad sobreactuada, el drama solemne y los diálogos graves son el corazón de la película, en la que el sentido de la aventura queda sepultado en el medio de la nieve, la que, paradójicamente, luce artificial. La película es como un avión estrellado en la pulcritud del efecto especial.

Las escenas están acompañadas por una voz en off redundante, por momentos innecesaria, entorpeciendo la puesta en escena a cada rato. Y el elenco es una selección de nombres desconocidos que se parece más al casting de una revista de moda que al de una tragedia dramática para la gran pantalla.

La sociedad de la nieve es un sobrevalorado y desabrido drama lacrimógeno de supervivencia, que se ajusta a lo sucedido como lo hacen las producciones que desprecian el arte de narrar de manera libre y desprejuiciada. Y no hay peor película que aquella que quiere agradar a todo público con sufrimiento basado en hechos reales.

Foto del texto: Enzo Vogrincic en “La sociedad de la nieve”. (Quim Vives / Netflix)

Publicado en La Voz del Interior el domingo 21 de enero de 2024, en la columna Miradas opuestas del suplemento Vos.
Jesús Rubio / Copyleft 2024

Apocalipsis ahora

Netflix estrenó “Dejar el mundo atrás”, excelente thriller apocalíptico que asusta por su cercanía y sintoniza con miedos actuales.

Lo que plantea Dejar el mundo atrás es verdaderamente terrorífico, por su proximidad con la realidad, por su tremenda cercanía con los tiempos que corren y porque el colapso del mundo que muestra puede pasar, y más pronto de lo que imaginamos.

Dirigida y escrita por Sam Esmail (Comet, Mr. Robot), basada en la novela homónima de Rumaan Alam, la película protagonizada por Julia Roberts, Ethan Hawke, Mahershala Ali y Myha’la es sobre el fin del mundo provocado por un supuesto ciberataque desde adentro de los Estados Unidos, país especialista en ganarse enemigos (no es casual que Barack Obama y su esposa Michelle sean los productores ejecutivos).

El matrimonio Sandford, Amanda (Roberts) y Clay (Hawke), se va con sus hijos Archie (Charlie Evans) y Rose (Farrah Mackenzie) a una casa alquilada para pasar el fin de semana. Amanda odia a la gente y su trabajo consiste en estudiar a las personas para venderles lo que no necesitan, lo que le permite ver cómo sus clientes son capaces de hacerse daño entre ellos y seguir como si nada.

Apenas llegan a la casa, tocan la puerta y se presentan unos misteriosos G. H. Scott (Ali) y su hija Ruth (Myha’la) para decirles que son los dueños y que necesitan quedarse a pasar la noche porque tuvieron un inconveniente después de un concierto. Antes de esto, un barco petrolero había encallado en la playa en la que se encontraban los Sandford, en una situación rarísima.

Desde el minuto uno, el director administra el suspenso y el misterio sin que nos distraigamos un segundo, mientras va revelando, de a poco, lo que está pasando. Y lo hace con un manejo apabullante de la puesta en escena (con planos cenitales y aberrantes funcionales a la atmósfera de misterio de la trama), de los tópicos habituales del género (como la paranoia) y de su siempre subversivo subtexto político.

La desconfianza que se genera entre los personajes se desarrolla con la cautela y el ritmo necesarios. El mundo se viene abajo y alrededor suceden cosas extraordinarias, como una manada de ciervos que se presenta en el jardín de la casa o unos flamencos que aparecen una noche de lluvia, como dando señales del fin de los días.

La película sintoniza con el miedo de estos tiempos e invierte la tesis conspiranoica que dice que hay un grupo de poderosos que controla el mundo, para sostener que la verdad puede ser más aterradora: quizás no haya nadie que lo controle, lo que hace que sea más fácil desencadenar el caos, más cuando todos dependen de un celular o de internet, lo que lleva la película a una cuestión de nostalgia por un mundo que era mucho más seguro y confortable: el del pasado analógico o del formato físico (el indicador de esto es la niña Rose, que quiere ver el último capítulo de Friends y no puede porque lo ve en su notebook).

Hasta ahora, Netflix da la libertad a los directores para que atenten contra la propia empresa. Y no es una estrategia más del capitalismo para tranquilizar conciencias rebeldes. Habría que aprovechar sus filtraciones y prestarle más atención a sus producciones. Lo único malo es que la película nos puede estar hablando en serio de lo que se viene. Ojalá que no.

Dejar el mundo atrás (Leave the World Behind, Estados Unidos, 2023)

Drama

Excelente (*****)

Dirección: Sam Esmail. Guion: Sam Esmail, basado en la novela homónima de Rumaan Alam. Elenco: Julia Roberts, Ethan Hawke, Mahershala Ali, Myha’la, Farrah Mackenzie, Charlie Evans, Kevin Bacon, Alexis Rae Forlenza, Vanessa Aspillaga, Josh Drennen y Erica Cho. Fotografía: Tod Campbell. Música: Mac Quayle. Duración: 141 minutos. Apta para mayores de 16 años. En Netflix.

Foto del texto: Mahershala Ali (izquierda), Myha’la, Julia Roberts y Ethan Hawke en “Dejar el mundo atrás”. (JoJo Whilden / Netflix)

Publicado en el diario La Voz del Interior el sábado 9 de diciembre de 2023.
Jesús Rubio / Copyleft 2023

¡Bang! ¡Bang! Estás liquidado

Obra maestra por dentro y por fuera, al derecho y al revés, tanto cuando apenas termina como con el tiempo, porque El asesino de David Fincher se agiganta con el paso de las horas, y porque Michael Fassbender compone un personaje inolvidable, tan cinematográfico como cinéfilo. El director, una vez más, se sale con la suya.

Las recientes y polémicas declaraciones de Fincher dan pistas para entender mejor El asesino, que es una bala dirigida a los que no quisieron ponerle la plata. Fincher dispara con munición fina a los grandes estudios, cuyo lugar histórico de negocios es la sala de cine. De ahí que haya dicho eso de “dejemos de romantizar las salas de cine porque apestan” y que Netflix es el futuro del séptimo arte.

Sin embargo, la grandeza de El asesino está en la minuciosidad obsesiva de la puesta en escena, en cómo están rodados los desplazamientos del protagonista (con esa voz en off que sirve como guía), en el pulso firme y en esa sutil felicidad que irradia, especie de alegría pesimista y resignada.

Fincher hace un trabajo perfecto de artesanía autoral y ayuda a que Netflix suba varios peldaños en materia de calidad cinematográfica. El director nos deja un personaje que le rinde homenaje a los asesinos a sueldo del cine, desde Melville/Delon hasta Winner/Bronson, pasando por la tradición de asesinos profesionales de la década de 1970, con El día del chacal, de Fred Zinnemann, a la cabeza.

Y el uso que hace de las canciones de The Smiths no deja de ser irónico y juguetón, porque pisa los tracks, los pone bajitos y, fundamentalmente, porque hace que un asesino gélido como el de Fassbender las escuche en todo momento.

Películas como El asesino no se hacen todos los días. La conjunción de los elementos cinéfilos y cómo el realizador hace encajar todo es sorprendente. Y eso que no hablamos del trasfondo político, que lo tiene, porque Fincher reconoce a qué bando de la sociedad pertenece. Y no es de los pocos que dominan, sino de la mayoría dominada, como el personaje principal, como nosotros.

Foto del texto: Michael Fassbender en “El asesino”. (Netflix)

Publicado en el diario La Voz del Interior el domingo 19 de noviembre de 2023, en la columna Miradas opuestas del suplemento Vos.
Jesús Rubio / Copyleft 2023

Cinefilia a quemarropa

Dirigida por David Fincher y protagonizada por un implacable Michael Fassbender, “El asesino” es una de las mejores películas producidas por Netflix.

“Respeta el plan. Anticípate, no improvises. No confíes en nadie. Jamás cedas la ventaja. Pelea solo la batalla por la que te pagaron. Reprime la empatía. La empatía implica debilidad. La debilidad implica vulnerabilidad. En cada paso del camino, pregúntate: ‘¿Yo qué voy a ganar?’. Esto es lo que hace falta… a lo que uno debe comprometerse… para tener éxito. Es sencillo”.

Estas son las palabras que repite como un mantra, en su cabeza, a través de una voz en off omnipresente, el asesino protagonizado por Michael Fassbender en la nueva obra maestra de David Fincher, El asesino, producida por Netflix, cuya calidad cinematográfica continúa en ascenso.

En cada capítulo (de los seis en los que está separada la película, más un epílogo), antes de matar, y mientras en sus auriculares suena The Smiths, el asesino de Fassbender recita mentalmente sus axiomas para poder realizar su trabajo a la perfección. Y no es desacertado pensarlo como un método paralelo al del propio Fincher, cuyas reglas para dirigir son tan meticulosas como las de su personaje, inspirado en las novelas gráficas homónimas de Alexis “Matz” Nolent y Luc Jacamon.

El asesino es un thriller concentrado y perfeccionista, con una puesta en escena que recurre a la voz en off para articular el relato y para adaptarse a la psicología de su personaje principal, un asesino a sueldo que falla con el blanco en París y que, a partir de ahí, empieza a seguir las pistas del responsable de mandarlo a matar por haber fallado.

No es casual que el primer escenario sea francés, porque la conexión cinéfila más inmediata es El samurai (1967), de Jean-Pierre Melville, con Alain Delon. Fassbender no usa gabardina (más bien anda con camisas hawaianas), pero usa sombreros, quizás no tan elegantes como los de Delon, pero lo suficientemente llamativos como para que no queden dudas de la referencia. También está The Mechanic (1972), de Michael Winner, con Charles Bronson, y muchas más, incluso hay ráfagas de Asesinos (1995), de Richard Donner, con Sylvester Stallone y Antonio Banderas.

Fincher usa estas referencias con inteligencia y se circunscribe al guion de Andrew Kevin Walker, con quien ya trabajó en Pecados capitales (1995), y a la libertad que le da Netflix para hacer una película dotada de una cinefilia a quemarropa, que mezcla la acción con una pelea cuerpo a cuerpo tremenda. Y es también una reflexión sobre su propio arte. Allí está contenido su universo, la música original de sus inseparables Trent Reznor y Atticus Ross y la fotografía de Erik Messerschmidt (Mank).

Fincher se permite indagar oblicuamente sobre su filmografía. ¿Qué es ese errar el blanco del comienzo sino una metáfora del error que significó para él Alien 3, su ópera prima? A medida que Fassbender avanza, nos sumerge en su cabeza y en sus movimientos y no nos suelta porque la historia se transforma en un policial adictivo, con un manejo del ritmo interno de cada plano y de cada escena que constata el virtuosismo del director.

Fincher y Fassbender se confunden en el transcurso de la trama, en la que, sutilmente, se deja el testamento de un cineasta enorme, que falla y que vuelve a intentarlo para fallar mejor. Como su cine, El asesino es un disparo a sangre fría al corazón cinéfilo del espectador.

El asesino (The Killer, Estados Unidos, 2023)

Thriller

Excelente (*****)

Dirección: David Fincher. Guion: Andrew Kevin Walker, basado en la serie de novelas gráficas “The Killer”, escrita por Alexis Nolent (a.k.a Matz) e ilustrada por Luc Jacamon. Elenco: Michael Fassbender, Charles Parnell, Tilda Swinton, Arliss Howard, Kerry O’Malley, Emiliano Pernía, Sophie Charlotte, Gabriel Polanco, Sala Baker y Endre Hules. Fotografía: Erik Messerschmidt. Música: Trent Reznor y Atticus Ross. Duración: 119 minutos. Apta para mayores de 16 años. En Netflix.

Foto del texto: Michael Fassbender en “El asesino”. (Netflix)

Publicado en el diario La Voz del Interior el lunes 13 (en la web) y el miércoles 15 (en papel) de noviembre de 2023.
Jesús Rubio / Copyleft 2023

Nadie golpea más fuerte que Stallone

El actor de 77 años narra toda su vida en “Sly”, documental de Netflix. Con una infancia violenta y con el descubrimiento de su talento y su vocación.

Hace unos meses, Netflix estrenó la serie documental dedicada a Arnold Schwarzenegger, uno de los ídolos máximos del cine de Hollywood de las décadas de 1980 y de 1990. Ahora la plataforma estrenó Sly, el documental que viene a saldar la deuda con el otro maestro absoluto del cine de acción: Sylvester Stallone.

Ya es hora de reconocerlo: Stallone es uno de los mejores guionistas de la historia y la saga de Rocky es la prueba contundente de ello, además de ser una de las grandes obras maestras del cine norteamericano. Las películas de Rocky funcionan también como la serie biográfica del autor nacido en el barrio de Hell’s Kitchen, Nueva York, en 1946.

Una hora y media le bastan a Thom Zimny, director de Sly, para lograr que Stallone narre 50 años de trayectoria en primera persona, mezclando la intimidad con la figura pública, además de contar con imágenes de archivo y con la participación de Schwarzenegger, Quentin Tarantino, Talia Shire, entre otros.

También está su hermano Frank, quien aporta testimonios que explican la tristeza de Stallone, causada por un padre tiránico y envidioso. El documental ahonda en esta relación y basta con ver el registro de un partido de polo que jugaron juntos (en el que se ve cómo el padre golpea al hijo) para entender la amargura de Sly, quien usó la saga Rocky para canalizar su dolor.

A Stallone le iba mal en la escuela. Lo mandaron a la escuela militar y no duró ni un mes. Recién cuando fue a la universidad, se tomó la actuación en serio. Hizo una audición para la obra Muerte de un viajante, de Arthur Miller,  y le dieron el papel. Fue ahí cuando un profesor de Harvard le dijo que se tenía que dedicar a la actuación.

Empezó a escribir personajes para él, porque se dio cuenta de que nadie lo elegiría para un papel. Quería que Rocky fuera solo un tipo, un marginado, un vago, como Terry Malloy, el personaje de Marlon Brando en Nido de ratas, o como los personajes de Malas calles, de Martin Scorsese. Pero a estas influencias Sly les dio un giro haciendo boxeador al protagonista y metiendo la historia de amor con Adrian (Shire).

Rocky desdibujó los límites con la realidad (las peleas parecen de verdad) y logró conmover al público con un tipo de emoción inaudito. La película está armada para hacer sentir que Rocky gana (por más que pierda la pelea final).

El documental se centra en las películas más importantes (como las Rocky y las Rambo) y pasa por encima las fallidas (como las comedias que hizo en los ‘90). También se permite algunos olvidos con sus tempranas participaciones en películas eróticas. Eso sí, hace mucho hincapié en su trabajo como guionista, siempre pensando los personajes en función de sus necesidades actorales. Y están sus hijas y su mujer, que intervienen para reforzar el mensaje que se quiere dar.

Stallone intenta dejar claro que nada es más importante que la familia y se muestra arrepentido por no haber pasado más tiempo con sus hijos y con su esposa. El actor, guionista y director resume su carrera en poco tiempo y deja una filmografía con dos sagas gigantes: Rocky y Rambo. Pocos han logrado tamaña cima artística.

Sly (Estados Unidos, 2023)

Documental

Muy buena (****)

Dirección: Thom Zimny. Con: Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger, Quentin Tarantino, Frank Stallone, Talia Shire, Henry Winkler, John Herzfeld, Wesley Morris, Jennifer Flavin, Scarlet Rose Stallone, Sophia Rose Stallone y Sistine Rose Stallone. Fotografía: Justin Kane. Música: Tyler Strickland. Duración: 96 minutos. Apta para mayores de 16 años. En Netflix.

Foto del texto: Sylvester Stallone en “Sly”. (Netflix)

Publicado en el diario La Voz del Interior el viernes 10 de noviembre de 2023.
Jesús Rubio / Copyleft 2023

El triunfo de la vieja escuela

“Papás a la antigua”, de Bill Burr, aborda con efectividad los problemas que el mundo plantea a las generaciones nacidas en el siglo pasado. En Netflix.

Es una lástima que una comedia como Papás a la antigua (Old Dads), de Netflix, no se estrene en cines. La ópera prima de Bill Burr, quien viene del stand up y de participar en Breaking Bad, aborda con timing y efectividad los problemas que el mundo actual plantea a las generaciones nacidas en el siglo pasado.

Ya de por sí este material es gracioso. Nuestros padres se reían de nuestra sensibilidad y de nuestra manera de pensar, y nosotros cuestionamos con gracia a los más jóvenes. El mundo que nos tocó habitar en la juventud casi siempre nos parece mejor que el de los otros, sobre todo que el de los que vinieron después.

Con un elenco que destila química, Burr construye una comedia que tiene a tres amigos cuarentones que llegan tarde a la paternidad y a las responsabilidades de la vida adulta. Los tres están en pareja y miran a los que tienen menos edad como si estuvieran equivocados, ya que estos últimos se sienten ofendidos hasta por el vuelo de una mosca.

Para Jack (Burr), Connor (Bobby Cannavale) y Mike (Bokeem Woodbine) los jóvenes son demasiado moralistas y exageradamente sensibles. Los tres pertenecen a un tiempo en el que las cosas se resolvían de otra manera. Y es por eso que tienen problemas con Aspen (Miles Robbins), el CEO millennial que los reta con el discurso de la inclusión y de los tiempos que corren, amenazándolos con despedirlos del trabajo.

Lo bueno es que Burr también se ríe de él mismo y de sus amigos en una aventura que reafirma su condición energuménica, aunque dejando en claro que algo de verdad tiene, y que no todo lo que ofrece el mundo de hoy es bueno, ya que hay cosas que hay que decirlas como antes, más cuando hay que pararle el carro a quien falta el respeto con soberbia.

Jack y sus amigos añoran los tiempos de gloria de la década de 1980, desde la música hasta la manera de relacionarse. Y está bien que Burr, cuyo humor se caracteriza por pronunciar discursos iracundos en contra de la corrección política, se agarre de esto para decir algunas cosas que cuestan reconocer, porque lo hace con un humor preciso, honesto y sin caer en la nostalgia acrítica.

Al ser un millennial quien pasa al frente del trabajo que antes les pertenecía, los tres tratan de acomodarse y tolerar la manera de ser y de pensar de los nuevos compañeros, quienes los miran como lo que son: tres tipos a los que se les pasó el tren de la juventud, y a quienes el presente se los llevó puestos sin pedirles permiso.

Cuando los tres están en su peor momento, sin saber qué hacer porque no tienen trabajo y porque están peleados con sus esposas, deciden hacer un viaje salvaje a Las Vegas, lo que emparenta a la película con ¿Qué pasó ayer? (2009), aunque en una versión más moderada, culposa, reflexiva y, si se quiere, conservadora.

Esto hace que termine siendo una comedia de fórmula, claro, pero que cumple con una historia divertida, con gags bien dosificados, con diálogos afilados y con actuaciones que dignifican toda una tradición de comedias de amigos que supo dar grandes alegrías.

Papás a la antigua (Old Dads, Estados Unidos, 2023)

Comedia

Buena (***)

Dirección: Bill Burr. Guion: Bill Burr y Ben Tishler. Elenco: Bill Burr, Bobby Cannavale, Bokeem Woodbine, Katie Aselton, Reign Edwards, Jackie Tohn, Miles Robbins, Rachael Harris, Dash McCloud, Justin Miles, C. Thomas Howell y Bruce Dern. Fotografía: Sean McElwee. Música: Christopher Willis. Duración: 104 minutos. Apta para mayores de 18 años. En Netflix.

Foto del texto: Bobby Cannavale, izquierda, Bokeem Woodbine y Bill Burr en “Papás a la antigua”. (Michael Moriatis / Netflix)

Publicado en el diario La Voz del Interior el lunes 23 de octubre de 2023.
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