La invención de la soledad

“El astronauta”, con Adam Sandler, es un filme resbaladizo, difícil de encasillar, al que no hay que tomar en serio, pero tampoco en broma.

Es increíble la película que hizo Netflix con Adam Sandler. Qué delirio maravilloso que es El astronauta, de esas películas extraordinarias que caminan por la delgada línea que separa lo solemne de lo ridículo, lo serio de lo cómico; una película resbaladiza, porque quienes la tomen en serio, pierden, y quienes la tomen en broma, también.

Es quizás el título más estimulante, abstracto, psicológico, raro y arriesgado que ha dado Netflix desde su creación. Si la ven sin prestarle demasiada atención, pasa como una película de odisea espacial más, con la particularidad de estar protagonizada por Sandler, quien, al igual que Nicolas Cage, es de esos actores con marca autoral.

Dirigida por Johan Renck (quien viene de dirigir episodios de series como Breaking Bad y Chernobyl) y escrita por Colby Day (basado en el libro Spaceman of Bohemia, de Jaroslav Kalfar), la película tiene como protagonista a Jakub (Sandler), un astronauta con aspecto de bohemio que está solo en el espacio en una misión que no queda del todo clara: ¿quiere investigar el espectro púrpura que habita nuestro cielo?, ¿quiere ir más allá de Júpiter?

Lo que se sabe es que, aparentemente, está a gusto y un poco con culpa de estar solo en el espacio, y ahí la película tiende su delgada capa de misterio. Jakub es un solitario al que le gusta la soledad, casi como si se tratara de una soledad autoinfligida.

En la Tierra está su novia embarazada, Lenka (Carey Mulligan), con quien se comunica desde la nave por videollamada o por un teléfono que parece un celular de la década de 1990. El director empieza a introducir flashbacks con forma de sueños, en los que se ven fragmentos de la relación con Lenka.

Hay otros personajes, como el de Isabella Rossellini y el de Lena Olin, que entran en contacto con Lenka para apoyarla psicológicamente, para explicarle que Jakub está en una misión importante y que hay que cuidarlo, por más que la haya dejado sola. Él está en una misión de la República Checa y tiene que ganarle a los surcoreanos, quienes están en la misma carrera espacial.

De pronto aparece el otro personaje importante, que surge como si fuese una creación de la mente de Jakub, una criatura extraterrestre, una especie de araña gigante a la que Jakub llama Hanus (voz de Paul Dano) y con quien se hace amigo. Hanus sabe todo del “humano delgado”, como lo llama, y tiene información del universo, lo que le da a la película el toque existencialista y filosófico.

Sin embargo, el director pasa, sutilmente, de una reflexión sobre el universo (en clave de aventura espacial psicológica) a una historia de amor, una suerte de leyenda con princesa y príncipe enamorados.

El astronauta es una película sobre la adicción a la soledad y sobre conocerse a sí mismo, y es también una película de amor extravagante, críptica, de esas que no se entienden bien, pero que nos dejan la certeza de que estamos ante una película con más contenido del que se ve a simple vista.

Sandler ya es parte de la historia del cine de culto, y el director Renck hace el filme más misterioso, ridículo y profundo de Netflix. Es una anomalía secreta, una proeza atípica, un milagro camuflado. Como dice en un momento Hanus: “Las palabras de tu tribu no alcanzan para describir esto”.

El astronauta (Spaceman, República Checa/Estados Unidos, 2024)

Drama, Ciencia ficción

Excelente (*****)

Dirección: Johan Renck. Guion: Colby Day, basado en el libro “Spaceman of Bohemia”, de Jaroslav Kalfar. Elenco: Adam Sandler, Carey Mulligan, Paul Dano (voz), Kunal Nayyar, Isabella Rossellini, Lena Olin, Petr Papánek, Marian Roden, Zuzana Stivínová y Sinead Phelps. Fotografía: Jakob Ihre. Música: Max Richter. Duración: 107 minutos. Apta para mayores de 16 años. En Netflix.

Foto del texto: Adam Sandler en “El astronauta”. (Larry Horricks / Netflix)

Publicado en el diario La Voz del Interior el jueves 7 (en la web) y el sábado 9 (en papel) de marzo de 2024.
Jesús Rubio / Copyleft 2024

En defensa del hogar

“The Kitchen”, dirigida por Daniel Kaluuya y Kibwe Tavares, apuesta por la ciencia ficción realista en sintonía con problemas sociales contemporáneos.

El actor Daniel Kaluuya, a quien conocemos por películas como ¡Huye!, ¡Nop! y Judas y el mesías negro, y Kibwe Tavares conforman la dupla que debuta en la dirección con The Kitchen, producción de Netflix que apuesta por la ciencia ficción realista en sintonía con problemas sociales contemporáneos, como la gentrificación, el racismo y la marginación de inmigrantes en los grandes centros urbanos.

Con un guion escrito por el propio Kaluuya y Joe Murtagh, la película aborda, en clave de sci-fi urbana y de película ciberpunk filmada en una favela, la complicada situación que viven los inmigrantes afrodescendientes en el sur de Londres, en un complejo habitacional que se llama The Kitchen (La cocina), en el que sus residentes padecen no solo la falta de servicios básicos, sino también la violencia y la presión del gobierno, que manda a la policía a reprimir y a desalojar.

Los habitantes del edificio se niegan a entregar sus hogares, y devienen luchadores en una guerra barrial de pandilleros en motocicletas que tienen que salir a devolver la violencia que reciben por parte de la policía. Lo interesante es que el filme muestra cómo el Estado, a través de sus fuerzas coercitivas, pone en situación de enemistad a los que son de una misma clase social.

El protagonista principal es Izi (Kane Robinson), empleado de una funeraria resignado por la situación del vecindario y sin ganas de luchar. El otro protagonista es el preadolescente Benji (Jedaiah Bannerman), quien se cruza con Izi en el sepelio de su madre. La relación entre ambos es el hilo conductor de la historia y más vale no adelantar más.

Lo que sí se puede decir es que en Izi hay remordimiento y que la aparición de Benji lo obliga a hacer cosas no planeadas. La película tiene breves situaciones potentes, en las que la relación casi paternal, y de enfrentamiento, entre Izi y Benji sostiene el relato, acompañado con una banda sonora que lo hace más llevadero.

Si bien en el medio se pone muy dramática, estancándose un poco en escenas que no dicen ni agregan demasiado, The Kitchen cuenta con un momento decisivo hacia el final, cuando los pandilleros en motocicletas atacan a los de su propia clase, que viven en casas lujosas de la ciudad, porque no aceptan que sean cómplices de las medidas del gobierno y del accionar de la policía.

Se le puede criticar el desenlace, que tiene un tufillo a postura conservadora, pero, si se lo mira bien, en realidad es la opción más viable que le queda a Izi, por los riesgos que significa salir a luchar con el resto, y porque hay prioridades, sobre todo ahora que está Benji en su vida.

Sin estridencias y con un manejo más que aceptable de los elementos de los géneros y subgéneros que abordan, los directores entregan una película que vale la pena ver por cómo sostienen el relato sin ser rimbombantes y por cómo sientan posición. La conciencia social que demuestran promete un cine de género político y desafiante, al que hay que tener en cuenta.

The Kitchen (Reino Unido/Estados Unidos, 2023)

Drama, Ciencia ficción

Buena (***)

Dirección: Kibwe Tavares y Daniel Kaluuya. Guion: Daniel Kaluuya y Joe Murtagh. Elenco: Kane Robinson, Jedaiah Bannerman, Hope Ikpoku Jnr, Reuben ‘Trizzy’ Nyamah, Ian Wright, Henry Lawfull, Alan Asaad, Rasaq Kukoyi, Fiona Marr, Cristale y Teija Kabs. Fotografía: Wyatt Garfield. Música: Alex Baranowski y Labrinth. Duración: 107 minutos. Apta para mayores de 16 años. En Netflix.

Foto del texto: Kane Robinson, izquierda, y Jedaiah Bannerman en “The Kitchen”. (Netflix)

Publicado en el diario La Voz del Interior el sábado 27 de enero de 2024.
Jesús Rubio / Copyleft 2024

Mentes peligrosas sin creatividad

En “Hipnosis: arma invisible”, Robert Rodriguez quiere honrar a subgéneros cercanos a la clase B, pero queda a mitad de camino con un guion poco creíble.

Su amigo y hermano del alma Quentin Tarantino lo llama “el tonto del sombrero”. Y si no fuera que es por cariño, el apodo podría tomarse como una descripción ofensiva de Robert Rodriguez, también apodado “el mago”, a quien bancamos desde siempre porque hace películas con mucho amor por los géneros y porque es dueño de una cinefilia robusta, casi como la de su amigo íntimo.

El cineasta nacido en Texas y de padres mexicanos vuelve con un filme que pretende honrar a ciertos géneros y subgéneros y hacer gala de una cinefilia a prueba de balas: Hipnosis: arma invisible, protagonizada por Ben Affleck, quien hace lo que puede en una historia que tiene más fórmula que alma, más profesionalismo rutinario que cinefilia desatada, como si, al contrario de lo que demostró en títulos como Planet Terror y Machete, el director despreciara la tradición de segunda línea que tanto nutrió su cinefilia de videoclub.

La película es predecible y adocenada, una mezcla (o mala copia) de algunos grandes títulos de ciencia ficción con cuestionamiento de lo real (o de la realidad), como Matrix y El origen, y con leves similitudes con El día de la marmota, películas licuadas en una trama cuyo protagonista es el detective y padre Danny Rourke (Affleck), quien tiene que buscar a su hija secuestrada y luchar contra el villano de turno, Lev Dellrayne (William Fichtner), también deslucido y poco convincente.

Eso sí, se torna interesante cuando plantea el tema de los hipnóticos, esas personas con la habilidad para influir en el cerebro a través de un ancho de banda psíquico. Los hipnóticos remodelan la realidad con señales (sonido, voz, mirada fija) que utilizan para hacer ver una versión del mundo que no existe, ajustando el comportamiento de las víctimas a este constructo hipnótico.

Rourke busca a Dellrayne porque está convencido de que este sabe dónde está su hija. Para eso recurre a otra hipnótica, Diana Cruz (Alice Braga), exmiembra de la División, un programa secreto del Gobierno que se encarga de descubrir a las personas con la capacidad para la hipnosis. Dellrayne es el hipnótico más poderoso de la División, pero se convirtió en un rebelde porque cree que solo él puede aprovechar el verdadero potencial del hipnótico.

Así empiezan la búsqueda de la hija de Rourke mientras se enfrentan a una realidad cambiante, como si estuvieran dentro de un programa de computación para hacer lo que los hipnóticos quieren. Es un tema clásico de la ciencia ficción convertido en un thriller de acción con escenas más o menos logradas pero con un resultado final que deja mucho que desear, sobre todo por culpa de un guion que subestima al espectador con giros predecibles y personajes a los que no se los puede tomar en serio.

Lo que sorprende del realizador es esa especie de nostalgia que tiene por un cine de género que se hacía cuando el espectador todavía tenía la ingenuidad para creerse lo que veía. Hoy en día, es muy difícil disfrutar de una película como Hipnosis, donde la inverosimilitud atenta contra la inteligencia de cualquier espectador promedio, y en la que el chispazo de creatividad de Rodriguez brilla por su ausencia.

Hipnosis: arma invisible (Hypnotic, Estados Unidos/Reino Unido/Canadá, 2023)

Acción, Ciencia ficción

Regular (**)

Dirección: Robert Rodriguez. Guion: Robert Rodriguez y Max Borenstein. Elenco: Ben Affleck, Alice Braga, William Fichtner, J.D. Pardo, Dayo Okeniyi, Jeff Fahey, Kelly Frye, Sandy Avila, Nikki Dixon, Hala Finley, Corina Calderon, Bonnie Discepolo, Jackie Earle Haley, Zane Holtz y Ryan Ryusaki. Fotografía: Pablo Berron y Robert Rodriguez. Música: Rebel Rodriguez. Duración: 93 minutos. Apta para mayores de 13 años (con reservas). En cines.

Foto del texto: Ben Affleck en “Hipnosis: arma invisible”. (Ketchup Entertainment / Hypnotic Film Holdings LLC)

Publicado en el diario La Voz del Interior el lunes 6 de noviembre de 2023 (en la web).
Jesús Rubio / Copyleft 2023

Ciencia ficción extraterrestre

A pesar de que por momentos es indecisa y tiene un final desconcertante, “Nadie podrá salvarte” hace honor a su género. Se puede ver en Star+.

Casi todos los años sale una película de ciencia ficción que entusiasma por su apuesta y originalidad. Este año los aplausos se los lleva Nadie podrá salvarte, película minimalista de ciencia ficción escrita y dirigida por Brian Duffield (Spontaneous), protagonizada por Kaitlyn Dever (Booksmart) y estrenada por 20th Century Studios como película original de Hulu en la plataforma Star+.

Si bien es de esas películas indie de género con final pretencioso, hay que reconocer que durante su primera hora demuestra un manejo absoluto del suspenso, con un ritmo que no decae y con una protagonista que se pone la película al hombro mientras se enfrenta con extraterrestres que invaden su casa.

Sin embargo, el director no termina de confiar en la ciencia ficción y en el terror que maneja tan bien, como si necesitara desconcertar con un final traído de los pelos para llevar la historia a un plano surrealista y confuso, en el que ya no sabemos si lo que sucede es la realidad, la imaginación del personaje principal o el capricho del realizador.

Pero es justamente esto lo que la hace estimulante y sumamente recomendable, y el hecho de ser una película que se arriesga a prescindir de diálogos y a mantener el suspenso y el ritmo con los recursos del género, y con una puesta en escena que sabe aprovechar los movimientos de los personajes.

A pesar de algunas licencias de la trama, tenemos una clase de cine de género concentrado y directo, porque Duffield podrá ser pretencioso en los minutos finales, pero durante la mayor parte de la película demuestra mucho amor por el género y por sus criaturas de otro planeta, unos alienígenas cabezones, de ojos grandes como si contuvieran el universo, de color gris y de extremidades largas.

Ese riesgo que asume Duffield al proponer una historia sin diálogos, una sola protagonista y unos extraterrestres terroríficos es su mayor virtud, y lo que la convierte en una película original y contundente a pesar de que no se sale de la tradición de la sci-fi clásica y de espíritu de clase B.

Nadie podrá salvarte es ciencia ficción extraterrestre que esconde un drama psicológico sobre la culpa y el perdón. Y esto quizás sea lo malo, porque cuando una película de ciencia ficción o de terror es buena, no necesita apoyarse en cuestiones psicológicas o personales de los personajes ni explicar situaciones de manera lógica para que la historia sea tomada en serio.

En este caso no le hace falta adentrarse en el pasado o en la vida de la protagonista, Brynn (Dever), una joven que vive sola en su casa de la infancia en un barrio alejado de la ciudad y que de pronto se ve amenazada por la llegada de unos extraterrestres, lo que la ubica también en el subgénero denominado “home invasion” (invasión al hogar). Brynn trata de escapar de los alienígenas mientras les da batalla al compás de la música de Joseph Trapanese, que ayuda a incrementar la desesperación.

La película es un poco indecisa, pero sólida cuando se concentra en el desplazamiento y en las peleas que Brynn tiene con los extraterrestres. A su manera, es una versión ingeniosa y levemente hipster de un capítulo de La dimensión desconocida.

Nadie podrá salvarte (No One Will Save You, Estados Unidos, 2023)

Ciencia ficción, Terror

Buena (***)

Guion y dirección: Brian Duffield. Elenco: Kaitlyn Dever, Zack Duhame, Elizabeth Kaluev, Lauren L. Murray, Dari Lynn Griffin, Evangeline Rose, Geraldine Singer, Dane Rhodes y Daniel Rigamer. Fotografía: Aaron Morton. Música: Joseph Trapanese. Duración: 93 minutos. Apta para mayores de 14 años. En Star+.

Foto del texto: Kaitlyn Dever en “Nadie podrá salvarte”. (Sam Lothridge / 20th Century Studios)

Publicado en el diario La Voz del Interior el lunes 2 de octubre de 2023 (en la web).
Jesús Rubio / Copyleft 2023

La vuelta al mundo jurásico

Con apenas un actor y tres actrices (dos de las cuales son secundarias), “65: Al borde de la extinción” propone una premisa mínima y desesperante.

Está bien que una película de ciencia ficción como 65: Al borde de la extinción sea un toque fallida o no satisfaga del todo las expectativas de los amantes del género. Y está bien porque, más allá de algunos vicios propios del cine norteamericano (como la recurrencia al drama que atormenta a los personajes), la película escrita y dirigida por Scott Beck y Bryan Woods (los mismos que escribieron Un lugar en silencia, de John Krasinski), y coproducida por Sam Raimi, no le teme al riesgo y exprime al máximo los escasos recursos que maneja.

Con apenas un actor y tres actrices (dos de las cuales son secundarias), la película propone una premisa mínima y desesperante: Mills (Adam Driver), habitante del planeta Somaris, viaja al espacio en busca de una cura para su hija enferma (Chloe Coleman) y se estrella contra la Tierra en la época de los dinosaurios, es decir, hace 65 millones de años, a pocas horas de que un asteroide le ponga fin a la vida en el planeta.

La otra protagonista es la pequeña Koa (Ariana Greenblatt), única sobreviviente de la nave conducida por Mills. La niña habla un extraño idioma y los dificultosos diálogos entre ambos dan lugar a una particular relación de amistad paternal. De ahí en más, los dos tendrán que sobrevivir rodeados de dinosaurios hambrientos. En este caso, los extraterrestres son los protagonistas humanos.

La semejanza con la reciente serie The Last os Us (que también tiene como protagonistas a un adulto y a una niña) es inevitable, ya que el terreno y el género son similares, aunque acá se trata de una película de ciencia ficción situada en la prehistoria.

Como Mills y Koa llegan a la Tierra justo antes de que impacte el asteroide, la adrenalina y la urgencia se hacen sentir con el paso de los minutos. Los directores saben crear suspenso y se centran en los enormes animales sin prestarle demasiada atención al imponente paisaje que los rodea, ya que detenerse a contemplar la naturaleza en una situación de vida o muerte sería un error de puesta en escena.

Sin embargo, es muy molesto que metan a cada rato el drama de la hija de Mills y la cuestión de “la familia” y “el hogar” para darle una supuesta validez o verosimilitud a la historia, cuando en realidad ese elemento atenta contra lo que podría haber sido un modesto y sólido relato de ciencia ficción.

La película es un aceptable exponente del subgénero de dinosaurios y, en menor medida, del subgénero de monstruos prehistóricos de la clase B más desprejuiciada. Las fichas están puestas en el departamento de efectos especiales, que logra crear unos dinosaurios impactantes y monstruosos, sin abusar del CGI y dándoles la oportunidad a los protagonistas de que se pongan la película al hombro y sumerjan al espectador en su aventura.

65: Al borde de la extinción probablemente quede en el olvido, pero al menos tiene la valentía de asumir riesgos poco habituales en las producciones actuales. Que una película con dos personajes enfrentados contra dinosaurios mantenga el interés hasta el final, no es poca cosa.

65: Al borde de la extinción (65, Estados Unidos, 2023)

Ciencia ficción, Aventuras

Buena (***)

Guion y dirección: Scott Beck y Bryan Woods. Elenco: Adam Driver, Ariana Greenblatt, Chloe Coleman y Nika King. Fotografía: Salvatore Totino. Música: Chris Bacon y Danny Elfman. Duración: 93 minutos. Apta para mayores de 13 años. En cines.

Foto del texto: Adam Driver en “65: Al borde de la extinción”. (Sony Pictures)

Crítica publicada en el diario La Voz del Interior el sábado 18 de marzo de 2023.
Jesús Rubio / Copyleft 2023

Plaga zombi sin marco teórico

Van dos episodios de la primera temporada de The Last of Us, la serie de HBO basada en el videojuego escrito por Neil Druckmann, y aún no vimos lo que tiene que tener toda serie de ciencia ficción posapocalíptica: una explicación política (y no meramente científica o médica). La ciencia ficción piensa mundos posibles para entender el presente y darle a la audiencia herramientas teóricas que la ayuden a pensar lo que le puede pasar a la humanidad si se dan ciertas condiciones desfavorables.

Neil Druckmann y Craig Mazin se encargan de dirigir y escribir esta nueva apuesta zombi de la televisión estadounidense, con Pedro Pascal como protagonista y Bella Ramsey como la niña que lo acompaña. Hasta ahora sabemos que lo que produjo la infección fue un hongo cordyceps, y que todo empezó en 2003, cuando un virus fúngico desencadena una pandemia y convierte a sus víctimas en zombis sedientos de sangre.

Fuera del prólogo ambientado en 1968 y protagonizado por John Hannah, en el que se adelanta sobre el peligro de ciertos hongos y lo que puede pasar si se dan determinadas condiciones que les permitan controlar a los humanos, no hay ningún marco teórico que respalde el desarrollo de la acción, que tarda un poco en llegar. Y le falta la adrenalina del videojuego.

La serie apuesta por el deambular cuidadoso de sus protagonistas, quienes tienen que atravesar territorios devastados con el fin de llevar a la niña Ellie a un lugar donde puedan estudiarla para ver si logran crear una vacuna, ya que es inmune a la infección.

El primer episodio recurre a una explicación científica que no dice mucho, al igual que el segundo, que tiene un prólogo en Indonesia con una especialista en micología que hace toda una apología del bombardeo masivo.

The Last of Us es como sus villanos, no tiene nada adentro. Alarga las escenas con personajes que se limitan a caminar por museos y hoteles asolados mientras matan zombis. Parece un producto más interesado por facturar que por brindarles a los espectadores material para pensar el mundo en el que vivimos.

Foto del texto: Bella Ramsey y Pedro Pascal en “The Last of Us”. (HBO)

Este texto fue publicado en el diario La Voz del Interior el domingo 29 de enero de 2023, en la sección Miradas opuestas del suplemento Vos.
Jesús Rubio / Copyleft 2023

Un hit inmediato de terror

“M3GAN” es tremendamente efectiva y tiene una villana con mucho carisma.

De la unión de Blumhouse Productions (de Jason Blum) y Atomic Monster (de James Wan) nace un nuevo clásico del terror con muñeca asesina, una película que no se puede dejar de ver porque tiene todos los ingredientes de un hit instantáneo del género, con dosis bien administradas de suspenso, humor, terror y ciencia ficción.

M3GAN, dirigida por Gerard Johnstone y basada en una historia de Akela Cooper y James Wan, es otra prueba de que las grandes películas son las que saben calar hondo en los espectadores con historias que alertan sobre ciertos peligros y que fluyen sin dejar lugar para la distracción.

M3GAN se mueve con soltura entre dos subgéneros: el de muñecos asesinos y el de robots que pierden el control, dando como resultado un entretenimiento que se las arregla para abordar con ingenio un tema peliagudo: el de la inteligencia artificial, que no deja de ser un hecho y un problema ético y filosófico.

Hoy todo el mundo convive con algún programa de computación inteligente o con algún artefacto que realiza actividades por nosotros. El teléfono celular es el ejemplo más obvio, el que más se parece a lo que representa la muñeca del filme, una especie de moderno Prometeo que puede llegar a reemplazar a los humanos si le damos cabida.

El androide de la empresa Funki es un robot humanoide totalmente autónomo, con características nunca antes vistas. Esculpida con titanio y equipada con un chip personalizable en seis diferentes pigmentaciones de piel de silicona, M3GAN está diseñada para soportar cualquier situación que la vida le depare. Pero los aspectos más emocionantes de la muñeca son las características que puede desarrollar.

La historia arranca cuando la niña Cady (Violet McGraw) sufre un accidente de auto con sus padres, en el que pierde a ambos. Debido a esta tragedia, Cady queda a cargo de su tía Gemma (Allison Williams), una ingeniera en robótica que trabaja para la prestigiosa marca de juguetes Funki.

Gemma no sabe cómo hacerse cargo de Cady y decide terminar un prototipo de inteligencia artificial a modo de prueba para que acompañe a su sobrina mientras ella trabaja. La idea es que M3GAN cumpla la función de una niñera, pero sin reemplazar a los padres fallecidos.

Uno de los representantes de la empresa, David (Ronny Chieng), queda asombrado con el nuevo juguete y decide lanzarlo al mercado. El problema es que M3GAN se conecta cada vez más con Cady, a tal punto de matar si alguien le hace daño a la niña. Ya se podrán imaginar lo que sucede después de que M3GAN llega a la casa de Gemma para cuidar a Cady.

La película plantea de manera didáctica los riesgos que acarrea el desarrollo de la inteligencia artificial, ya que es una tecnología que se puede volver en contra de los humanos, no solo reemplazándolos en sus quehaceres, sino también atentando contra sus vidas.

M3GAN es tremendamente efectiva y cuenta con una villana con mucho carisma, que se gana al público gracias a su aspecto de Barbie robótica escalofriante, con mirada penetrante, como si nos estuviera sacando la ficha para luego atacar. Tanto la película como la muñeca quedarán, sin dudas, en la memoria cinéfila y en la historia del cine de terror.

M3GAN (Estados Unidos/Nueva Zelanda, 2022)

Terror, Ciencia ficción

Muy buena (****)

Dirección: Gerard Johnstone. Guion: Akela Cooper, basado en una historia de Akela y James Wan. Elenco: Allison Williams, Violet McGraw, Ronny Chieng, Amie Donald, Brian Jordan Alvarez, Jen Van Epps, Lori Dungey, Stephane Garneau-Monten y Amy Usherwood. Fotografía: Peter McCaffrey y Simon Raby. Música: Anthony Willis. Duración: 102 minutos. Apta para mayores de 13 años (con reservas). En cines.

Foto del texto: La muñeca protagonista en “M3GAN”. (Geoffrey Short / Universal Pictures)

Esta crítica fue publicada en el diario La Voz del Interior el sábado 21 (en la web) y el miércoles 25 (en papel) de enero de 2023.
Jesús Rubio / Copyleft 2023

Una aventura sin épica

Más allá de su proeza técnica, “Avatar: El camino del agua” está basada en un guion de fórmula, lleno de lugares comunes.

Importa muy poco lo que un director con presupuesto millonario pueda hacer a nivel visual, ya que es un detalle que se da por descontado. Más si ese director es alguien de la talla de James Cameron, a quien se le tiene que pedir algo más que profesionalismo para manejar la técnica, sobre todo porque es el autor de clásicos sustanciosos como Terminator (1984), Alien 2: El regreso (1986), Terminator 2: El juicio final (1991) y Titanic (1997).

Cameron demoró 13 años para hacer Avatar: El camino del agua, secuela de Avatar, la película de 2009 que se convirtió en la más taquillera de la historia y que, supuestamente, revolucionó el cine de Hollywood debido a los sofisticados efectos especiales y a la tecnología de avanzada que tuvieron que inventar para perfeccionar el 3D, formato para el que fue concebida.

Sin embargo, cuando una película se escuda en lo meramente técnico, y cuando los adjetivos que usa la crítica para describir el “espectáculo” que entrega son “sobrecogedor” e “inmersivo”, hay que sospechar, ya que una película que se destaca solo por la proeza visual quizá no tiene mucho contenido para ofrecer.

El camino del agua está basada en un guion de fórmula, por momentos soso y aburrido, que recurre a incansables lugares comunes y que alarga escenas sin ninguna justificación argumental, quizá para tapar su incapacidad para entregar algo más que ese mensaje new age al que el director canadiense nos tiene acostumbrados (o ese tímido panteísmo de autoayuda que se cuela entre líneas, acompañado por un vago ecologismo para turistas de clase alta).

Cameron también incorpora el tema de la familia como fuerte y el de la necesidad de marcar territorio. Para lograrlo, los azulados Na’vi tienen que combatir a los humanos que vienen del cielo porque son los que traen el mal a Pandora, los que quieren arrasar con todo, no sin antes llevarse una sustancia que rejuvenece y que poseen las Tulkun, suerte de ballenas alienígenas que viven en comunión con los habitantes de Pandora, quienes se encargan de explicar la historia de estos animales para justificar escenas decisivas.

Es justamente una de estas ballenas la que va a entregar el mejor momento del filme (aquí va un spoiler): cuando le salva la vida a uno de los hijos de Jake Sully (Sam Worthington) y Neytiri (Zoe Saldaña). El momento en el que el joven se hace amigo de esa Tulkun, separada del resto de ballenas por haber matado en defensa propia, es un corto perfecto, por el sentido de la aventura y por su amor al género.

Jake y Neytiri buscan refugio en los arrecifes de Pandora, donde viven los Metkayina, una tribu diferente físicamente a los Na’vi. Jake y su familia, como la familia Metkayina que los alberga para protegerlos del temible Quaritch (Stephen Lang), cuidan a sus hijos, conviven con los animales del lugar y solo pelean cuando es necesario, algo que siempre hemos visto en el cine norteamericano, pero acá trabajado con una tecnología que hace de las escenas de acción su fuerte, en gran parte debido al talento de Cameron para rodar los combates con abundante CGI.

Quizás la trama tienda a complejizarse un poco a medida que avanza (la película tiene 192 minutos) con elementos que Cameron introduce para darle envión a la historia, como el personaje de Spider (Jack Champion) y la relación especial que tiene con Quaritch, algo que se aprovecha para crear momentos de mucha tensión.

Avatar: El camino del agua es un largo cuento ecologista que aúna acción vertiginosa, drama familiar, filosofía new age y una historia que promete seguir expandiendo su universo. Aunque, claro, no deja de ser una coraza vistosa sin alma, un espectáculo bizantino sin épica.

Avatar: El camino del agua (Avatar: The Way of Water, Estados Unidos, 2022)

Ciencia ficción, Aventura

Regular (**)

Dirección: James Cameron. Guion: James Cameron, Rick Jaffa y Amanda Silver. Elenco: Sam Worthington, Zoe Saldana, Sigourney Weaver, Stephen Lang, Kate Winslet, Cliff Curtis, Joel David Moore, CCH Pounder, Edie Falco, Jack Champion, Trinity Jo-Li Bliss, Britain Dalton, Jamie Flatters, Brendan Cowell, Bailey Bass, Jemaine Clement y Giovanni Ribisi. Fotografía: Russell Carpenter. Música: Simon Franglen. Duración: 192 minutos. Apta para mayores de 13 años. En cines.

Foto del texto: Jake Sully (Sam Worthington) en “Avatar: El camino del agua”. (20th Century Studios)

Esta crítica fue publicada en el diario La Voz del Interior el sábado 17 de diciembre de 2022.
Jesús Rubio / Copyleft 2022

La amenaza que faltaba

En “¡Nop!”, el director Jordan Peele recurre al subterfugio de la ciencia ficción y del terror cósmico para defender su inclasificable y desafiante propuesta.

La tercera película de Jordan Peele, ¡Nop!, es su mejor película hasta ahora (las dos anteriores son ¡Huye! y Nosotros). Y es la mejor porque es la más arriesgada y libre, la más enigmática y desafiante, y porque es en la que más se detiene a pensar su arte narrativo y los efectos insensibilizadores del espectáculo.

Por supuesto, los géneros y sus mecanismos están presentes (el terror, la ciencia ficción y el western), pero nunca son lo más importante, porque la cuestión central pasa por el intento (radical) de Peele de reinventar el cine poniendo el foco en los espectadores ansiosos de espectáculo, su verdadera materia prima, la que amasa secretamente mientras cuece a fuego lento efectivas escenas de misterio y de suspenso.

Por otro lado, es la primera vez que Peele se sale del eje de la temática racial (aunque no falta el castigo a los blancos), decisión que marca cierta madurez en su carrera. Acá no hay política explícita, ya que la idea misma de ¡Nop! parece ser que no haya nada literal y directo por debajo de la epidermis cinematográfica que el director despliega con apabullante pulso de maestro del género.

Si la alternativa planteada por el estado actual del cine-espectáculo es filmar lo imposible, “un mal milagro”, o lo nunca antes visto para seguir entreteniendo, Peele nos dice que quizás no nos merecemos tamaña empresa, o peor aún: quizás filmar lo que nunca se filmó conlleve pagar un costo humano altísimo.

Como todo cineasta que pretende cambiar la historia del cine, Peele necesariamente se apropia de sus orígenes para crearse una mitología personal. La primera imagen en movimiento, según ¡Nop!, fue la de un negro montando un caballo, tatarabuelo de los personajes principales, los hermanos OJ y Emerald Haywood, interpretados por Daniel Kaluuya y Keke Palmer, quienes viven en uno de esos ranchos donde se entrenan caballos para las películas, en un pueblo desolado ubicado en el centro de California.

OJ (Daniel Kaluuya) trabaja con los caballos, como lo hacía su padre Otis (Keith David), pero su vida cambia cuando descubre que al frente de su rancho se esconde un ovni, o lo que parece un ovni, una entidad extraterrestre que empieza a abducir (o a devorarse) a los caballos.

Es cierto que Peele recurre al subterfugio de la ciencia ficción y del terror cósmico para defender su inclasificable propuesta, pero esto es justamente lo que le da el toque desestabilizador y provocador a ¡Nop! Además, Peele hace dos películas en una; o mejor dicho, empieza con una película secundaria que es mejor que la principal: la de un mono que enloquece en una sitcom en 1998.

Sin embargo, Peele no elige la historia del mono porque es una historia mucho más segura, que pisa terreno firme y que muestra lo que siempre vimos (tiene los mejores planos del filme, los más terroríficos), sino la de esa especie de platillo volador hambriento y lo que hacen los hermanos OJ y Em por conseguir la “toma imposible”, con todos los riesgos que eso implica.

Peele nos dice que el espectáculo provoca la insensibilización del espectador y que filmar lo imposible implica un sacrifico: perder algo a cambio de conseguir lo que nunca antes se vio. Filmar como un acto de valentía puede tener consecuencias graves. El plano final es tan enigmático como toda la película. ¡Nop! es maravillosamente hermética, una rareza que hay que celebrar enmudecidos.

¡Nop! (Nope, Estados Unidos/Japón, 2022)

Terror, Ciencia ficción

Muy buena (****)

Guion y dirección: Jordan Peele. Elenco: Daniel Kaluuya, Keke Palmer, Brandon Perea, Michael Wincott, Steven Yeun, Wrenn Schmidt, Keith David, Terry Notary, Devon Graye, Barbie Ferreira y Donna Mills. Fotografía: Hoyte Van Hoytema. Música: Michael Abels. Duración: 130 minutos. Apta para mayores de 13 años. En cines.

Foto del texto: Daniel Kaluuya en ¡Nop! (Universal Pictures)

Esta crítica fue publicada en el diario La Voz del Interior el sábado 27 de agosto de 2022.
Jesús Rubio / Copyleft 2022

El mundo de los dinosaurios

La nueva entrega de la franquicia “Jurassic World” no solo cumple con entretener a fans, sino que plantea algunas cuestiones del estado del mundo actual.

La saga de los dinosaurios inaugurada con Jurassic Park en 1993 (película dirigida por Steven Spielberg a partir de un best seller de Michael Crichton) es de ese tipo de espectáculo que puede continuar con todas las entregas que quiera porque siempre es un entretenimiento rendidor para el público amante del cine en pantalla grande.

Dirija quien dirija y por más que estén llenas de altibajos, las películas del parque jurásico posibilitan el despliegue total del arte cinematográfico, dando lugar a que los efectos visuales hagan realidad cosas tan improbables como que tengamos que convivir con esos enormes animales que habitaron la Tierra hace millones de años.

Jurassic World Dominio, sexta entrega de la franquicia y tercera parte de la segunda etapa iniciada con Jurassic World en 2015, retoma los hechos de Jurassic World: El reino caído (2018) y se ubica cuatro años después de la destrucción de Isla Nublar, cuando los dinosaurios quedaron sueltos y dejaron la incógnita de qué pasará ahora que son los nuevos viejos integrantes del planeta.

Con el elenco estable encabezado por Chris Pratt y Bryce Dallas Howard, acompañados por los protagonistas de la saga original como Laura Dern y Sam Neill, cuyos personajes se reencuentran después de muchos años, y la participación de Jeff Goldblum como Ian Malcolm, la película vuelve a plantear temas tan importantes como actuales.

El laboratorio Biosyn, liderado por Lewis Dodgson (Campbell Scott), realiza experimentos con ADN de dinosaurio en langostas con el fin de encontrar la cura a muchas enfermedades. Pero lejos de alcanzar los resultados deseados, los experimentos generan una invasión de estos insectos (ahora más grandes que lo normal) y la consecuente baja de maíz y trigo en los campos, lo que puede llevar a una hambruna mundial, entre otros peligros para el medio ambiente.

Por otra parte, que los animales prehistóricos estén en cautiverio en el valle donde se encuentra el laboratorio, y otro tanto ande libre por el mundo, genera todo un mercado negro, lo que lleva a la película a una zona nunca antes explorada, con recovecos subterráneos en varias partes del mundo y antros de mala muerte en los que se venden a los animales como mercancías de mucho valor.

Colin Trevorrow vuelve a la dirección (dirigió la primera Jurassic World), después de cederle el mando a J. A. Bayona en El reino caído, para dotar a la película de la mística que supo tener la trilogía original y del sentido de la aventura marca registrada de Spielberg (quien acá hace de productor ejecutivo), con secuencias que son un prodigio de la acción a máxima velocidad.

La subtrama con Maisie (Isabella Sermon), la niña clonada, también es algo que suma porque es quien se va a complementar con Beta, la hija de la velocirraptor Blue, nacida casi de la misma manera experimental que Maisie.

En la historia resuena un mensaje que nos dice que habrá que acostumbrarse a convivir con la amenaza de la naturaleza, porque nada se podrá hacer si no controlamos la ambición de poder. Es decir, es una película de ciencia ficción, ya que plantea la posibilidad de una sociedad que puede existir si se dan determinadas condiciones.

Es cierto que la película tiene resoluciones mecánicas y que le falta profundidad en el tema que plantea y más consistencia en el desarrollo de los personajes. Sin embargo, Trevorrow retoma la esencia de la franquicia con un manejo de la narración que no distrae un segundo, además de dejar planteadas ciertas cuestiones del estado del mundo actual.

Jurassic World Dominio (Jurassic World Dominion, Estados Unidos/Malta, 2022)

Aventuras, Acción, Ciencia Ficción

Buena (***)

Dirección: Colin Trevorrow. Guion: Emily Carmichael y Colin Trevorrow, basado en los personajes creados por Michael Crichton. Elenco: Chris Pratt, Bryce Dallas Howard, Laura Dern, Sam Neill, Jeff Goldblum, DeWanda Wise, Mamoudou Athie, Isabella Sermon, Campbell Scott, BD Wong y Omar Sy. Fotografía: John Schwartzman. Música: Michael Giacchino. Duración: 147 minutos. Apta para mayores de 13 años. En cines.

Foto del texto: DeWanda Wise y Laura Dern en Jurassic World Dominio (John Wilson / Universal Pictures)

Esta crítica fue publicada en el diario La Voz del Interior el sábado 4 de junio de 2022.
Jesús Rubio / Copyleft 2022