Un osito de peluche de terror

“Imaginario: Juguete diabólico” es una película relativamente atípica, con tiempos propios y con la imaginación como terreno experimental.

Hay que reconocerle a Imaginario: Juguete diabólico su empecinamiento por exprimir hasta la última gota los juegos de la imaginación. Es tan subjetivo determinar si es buena o mala que solo nos queda dejarnos llevar por la propuesta y ver cómo el director Jeff Wadlow y el productor Jason Blum se encargan de salir de ese laberinto imaginario en el que se meten, a veces con aciertos, a veces con tropiezos, pero siempre con un gesto experimental digno de destacar.

La película se toma su tiempo para desarrollar el terror. Recién a los 45 minutos, más o menos, aparece el primer susto con monstruo incluido. La premisa es más o menos simple: Jessica (DeWanda Wise), una historietista y dibujante profesional, vuelve a la casa de su infancia con su marido Max (Tom Payne) y sus dos hijastras (hijas de Max), la adolescente Taylor (Taegen Burns) y la niña Alice (Pyper Braun). Pronto nos damos cuenta de que Jessica tuvo un pasado traumático, que se va develando de a poco.

Mientras, la niña Alice encuentra en el sótano de la casa un viejo oso de peluche al que llama Chauncey, y con el que empieza a hablar y a jugar. Lo tenebroso es que la niña hace una voz como de ventrílocuo, como si se tratara de la voz del oso. Pero en ningún momento se muestra que Alice mueve la boca, lo cual es un válido truco del guion para sembrar la duda.

Hay una vieja vecina del barrio, Gloria (Betty Buckley), que conoce a Jessica porque fue su niñera, y hay un vecino adolescente, Liam (Matthew Sato), que coquetea con Taylor. También aparece el padre de Jessica, Ben (Samuel Salary), quien está internado por causas que tienen que ver con el pasado de su hija, quien desapareció cuando era niña, después de dibujar y de escribir cosas extrañas, lo mismo que está haciendo Alice.

El terror se cocina a fuego lento y los sustos están puestos de manera estratégica, sin saturar la trama. El director es astuto en el planteo de la imaginación: si el oso es imaginario, como dicen los personajes, no lo tendrían que ver. Sin embargo, el oso está y la niña lo ve (y el espectador también), algo que los guionistas y Wadlow se las arreglan para justificar con un acertado giro.

El problema llega cuando el filme se mete de lleno en la imaginación laberíntica en la que quedan atrapados los personajes. Ahí el filme avanza y retrocede, y por momentos no sabe cómo salir, aunque se nota que es parte de su arriesgada propuesta.

Fallida y acertada en partes iguales, con escenas terroríficas y otras de fórmula, Imaginario: Juguete diabólico se enmarca con dignidad en la tradición del subgénero de juguetes diabólicos, demostrando esmero y buenas intenciones, con un terror sobrenatural que es como un laberinto imaginario de difícil salida.

Vale la pena verla, ya sea para renegar o para disfrutarla. Es una película que tiene méritos formales y argumentales, y nadie puede negar el conocimiento de la materia de Jason Blum, quien permanentemente está haciendo películas que proponen nuevas formas del terror a partir de tópicos o subgéneros queridos por el público.

Imaginario: Juguete diabólico (Imaginary, Estados Unidos, 2024)

Terror

Buena (***)

Dirección: Jeff Wadlow. Guion: Greg Erb, Jason Oremland y Jeff Wadlow. Elenco: DeWanda Wise, Taegen Burns, Pyper Braun, Betty Buckley, Tom Payne, Veronica Falcón, Samuel Salary, Matthew Sato, Alix Angelis y Wanetah Walmsley. Fotografía: James McMillan. Música: Omer Ben-Zvi, Alexandre Cote, Kevin Lax y Bear McCreary. Duración: 104 minutos. Apta para mayores de 13 años. En cines.

Foto del texto: Pyper Braun en “Imaginario: Juguete diabólico”. (Parrish Lewis / Lionsgate)

Publicado en el diario La Voz del Interior el martes 12 de marzo de 2024.
Jesús Rubio / Copyleft 2024

Terror animatrónico

Aunque despareja, “Five Nights at Freddy’s” tiene buen ritmo y regala algunas sorpresas a sus fans.

Arrancó alto en la taquilla gracias a los fanáticos de la franquicia de videojuegos creada en 2014 por Scott Cawthon: Five Nights at Freddy’s. De ahí el éxito instantáneo de la película homónima de Blumhouse dirigida por Emma Tammi y protagonizada por Josh Hutcherson, Elizabeth Lail, Piper Rubio, Mary Stuart Masterson y Matthew Lillard, vista en su primer día en los cines del país por casi 120.000 personas.

Lo que la directora intenta hacer es mucho más que un simple homenaje complaciente a los videojuegos de los muñecos animatrónicos liderados por Freddy, Bonnie, Foxy y Chica. Tammi pretende, muy sutilmente, adentrarse en el lado oscuro de la década de 1980 a través de unos personajes entre simpáticos y siniestros.

La historia tiene que ver con la desaparición de niños en los 80’s y con el secuestro de Garrett (Lucas Grant), el hermano menor de Mike (Hutcherson), actual guardia de seguridad de un restaurante temático abandonado: Freddy Fazbear’s Pizza, al que, hace unos años, los niños iban a jugar con los animatrónicos estrellas. 

Mike llega al lugar tras ser despedido como guardia de un centro comercial por pegarle a un hombre pensando que estaba secuestrando a un niño. Le toca el horario nocturno por recomendación de un no menos siniestro Matthew Lillard, en uno de esos personajes dementes que tan bien le salen. Las señales del trauma de Mike quedan claras y la película nos lleva a su pasado para mostrarnos lo sucedido con su hermano.

Mike lee el libro La teoría del sueño porque está convencido de que así va a poder recordar quién secuestró a Garrett. También cuida de su hermana menor, Abby (Piper Rubio), en disputa por la tenencia con su tía Jane (Mary Stuart Masterson). Y así empieza la búsqueda onírica del hermano, mientras el protagonista descubre lo que hay en la pizzería.

El acierto de la directora tarda en llegar, pero cuando lo hace enternece porque tiene que ver con la breve amistad peligrosa que se crea entre la pequeña Abby y los muñecos, que salen por las noches para ver quién es el nuevo intruso. Además, entra en escena la policía Vanessa (Elizabeth Lail), quien demuestra tener conocimiento tanto de lo que sucede en la pizzería como de lo que pasó en los años 80’s, es decir, pocos años atrás, ya que, si nos guiamos por los videojuegos, la trama transcurre a comienzos de la década de 1990.

Five Nights at Freddy’s se toma su tiempo para construir la atmósfera y para repartir humor y terror en partes iguales, aunque se queda a mitad de camino entre la indagación sobre la oscuridad de una década y la comedia de terror con muñecos amenazantes. Eso sí, tiene momentos que se disfrutan por sus personajes y por lo que hacen en la particular pizzería.

Es una comedia de terror despareja, que se enmarca en la tradición de películas basadas en videojuegos. Tiene buen ritmo y regala las sorpresas que los fans esperan, además de agregarle esa suerte de indagación sobre el lado oscuro de los 80’s, que suma a pesar de ser fallida.

Five Nights at Freddy’s (Estados Unidos, 2023)

Terror, Comedia

Buena (***)

Dirección: Emma Tammi. Guion: Scott Cawthon, Seth Cuddeback y Emma Tammi, basado en la serie de videojuegos creada por Scott Cawthon. Elenco: Josh Hutcherson, Piper Rubio, Elizabeth Lail, Matthew Lillard, Mary Stuart Masterson, Kat Conner Sterling, Christian Stokes, Joseph Poliquin, Lucas Grant y Grant Feely. Fotografía: Lyn Moncrief. Música: The Newton Brothers. Duración: 110 minutos. Apta para mayores de 13 años. En cines.

Foto del texto: los muñecos animatrónicos Bonnie (izquierda), Freddy y Chica en una escena de “Five Nights at Freddy’s”. (Patti Perret / Universal Pictures)

Publicado en el diario La Voz del Interior el domingo 29 de octubre de 2023.
Jesús Rubio / Copyleft 2023

Posesión infernal, pero de fórmula

En “El exorcista: Creyentes”, homenajean a una de la mayores referencias del género, con suerte dispar.

David Gordon Green es de esos directores que aman el terror. Lo demostró con su trilogía de Halloween, que homenajea al clásico de John Carpenter tensando los límites del slasher (con resultados dispares). Ahora llega el turno de su homenaje a otra de las grandes obras maestras del género: El exorcista (1973), que desde hace 50 años aterra a todo público, sin importar que este crea o no en Belcebú.

El exorcista: Creyentes funciona como una secuela tardía de la película de William Friedkin basada en la novela de William Peter Blatty, y está producida (como la trilogía de Halloween) por Blumhouse, que siempre confió en el director. Pero lejos de ser una secuela inspirada, el filme es un aceptable homenaje de fórmula (con algunos golpes bajos) que manipula la nostalgia de los fanáticos de la original.

Cuando aparece Ellen Burstyn en su icónico papel de Chris MacNeil, la mamá de Regan (Linda Blair) en el filme de 1973, el espectador se siente inevitablemente conmovido. La película deja en claro que su apuesta es el guiño cómplice con el fan cinéfilo. Y así es hasta el final, en el que se incluye una declaración de amor sensiblera y efectista a los personajes principales de El exorcista.

La película empieza con un prólogo en Haití, cuando una mujer embarazada muere en un terremoto. En esa introducción, que intenta imitar a la de la original en Irak, hay una suerte de bendición (por parte de los creyentes del lugar) a la embarazada para que la beba nazca bien.

13 años después, en el pueblo de Percy, Georgia, una preadolescente Angela (Lidya Jewett), la niña que se salva del vientre de la mujer muerta, le pide permiso a su padre Victor Fielding (Leslie Odom Jr.) para ir a la casa de su amiga Katherine (Olivia O’Neill). Las niñas se van a jugar a un bosque porque Angela quiere comunicarse con el espíritu de su madre. Sin embargo, algo extraño sucede y ambas desaparecen por tres días, hasta que aparecen en una granja sin saber qué les pasó.

Cuando las llevan al hospital, los síntomas de la posesión demoníaca empiezan a manifestarse. Las películas de exorcismos son también pequeños ensayos de psiquiatría. El síntoma en el cuerpo se da cuando se pasa de la niñez a la adolescencia. A esa edad, algo se mete en el cuerpo para llevarlo por el mal camino.

También son películas sobre la pérdida de la fe (o sobre la falta de ella). Cuando a Victor no le queda otra que ir a pedir ayuda a esa señora que escribió un libro sobre el tema, porque hace 50 años su hija fue poseída por el Diablo, se activan la sugestión y las reglas del subgénero, con sus respectivos rituales, creencias y sustos.

El problema es que Gordon Green confunde el Mal con el Diablo, dos cosas distintas (aunque suene contradictorio). Como en sus Halloween, el director vuelve a aplicar una reflexión infantil y subrayada sobre el Mal, alejando a la película de su esencia y sentido.

El exorcista: Creyentes se mueve entre la fórmula de Blumhouse y el homenaje a la original, con un final que manipula la emoción del fan. Lo bueno es que, a pesar de sus automatismos, Gordon Green pone de manifiesto su amor por el género. Y eso la salva.

El exorcista: Creyentes (The Exorcist: Believer, Estados Unidos, 2023)

Terror

Buena (***)

Dirección: David Gordon Green. Guion: Peter Sattler y David Gordon Green, basado en personajes de William Peter Blatty. Elenco: Leslie Odom Jr., Lidya Jewett, Olivia O’Neill, Ann Dowd, Jennifer Nettles, Ellen Burstyn, Antoni Corone, E.J. Bonilla, Raphael Sbarge, Lize Johnston, Danny McCarthy y Linda Blair. Fotografía: Michael Simmonds. Música: Amman Abbasi y David Wingo. Duración: 112 minutos. Apta para mayores de 13 años (con reservas). En cines.

Foto del texto: Lidya Jewett, izquierda, y Olivia O’Neill en “El exorcista: Creyentes”. (Universal Pictures)

Publicado en el diario La Voz del Interior el sábado 7 de octubre de 2023.
Jesús Rubio / Copyleft 2023

Terror familiar

Dirigida y protagonizada por Patrick Wilson, “La noche del demonio: La puerta roja” cae en recursos efectistas, pero crece al desarrollar la relación padre-hijo.

Las películas de terror que usan el género para contar otra cosa suelen ser las más interesantes. De la escuela de James Wan y de la productora Blumhouse, el actor Patrick Wilson debuta como director en la quinta entrega de una de las sagas que lo convirtió en una cara reconocible del cine de terror contemporáneo (las otras en las que estuvo son El conjuro, Annabelle y La monja).

La noche del demonio: La puerta roja se anuncia como el final de la franquicia de la familia Lambert y es la continuación del Capítulo 2 (2013), ya que la tercera y la cuarta son precuelas. James Wan demostró en algunas de sus películas, como en El conjuro 2, que se puede hacer terror de fórmula como truco para contar otra historia.

Wilson hace lo mismo. Más que una película de terror, La noche del demonio: La puerta roja es un drama paternofilial que bucea en el conflicto entre un padre y un hijo, drama que Wilson aprovecha para poner como referencia pictórico-filosófica a Saturno devorando a su hijo, el oscuro y escalofriante cuadro de Francisco de Goya.

En la introducción vemos una sesión de hipnosis con Josh Lambert (Wilson) y el pequeño Dalton (Kasjan Wilson) para olvidar lo que padecieron ese año. Nueve años después, los Lambert están en el entierro de la abuela Lorraine, madre de Josh, quien ya está divorciado de Renai (Rose Byrne).

A Josh se lo ve devastado y Dalton (Ty Simpkins) se muestra esquivo y silencioso, como si no estuvieran bien las cosas entre ambos. Luego de un breve diálogo entre Renai y Josh, entendemos que padre e hijo están medio distanciados, porque ella le pide que lo lleve a la universidad como modo de acercarse más a él.

Dalton es un talentoso pintor al que no se lo ve muy conforme con la compañía de su padre, quien finalmente lo lleva a su primer día de facultad. El arte ayuda al joven a refugiarse en su soledad y le da la posibilidad a la película de poner en marcha la relación de la pintura con los demonios del más allá.

Dalton tiene que compartir habitación con Chris (Sinclair Daniel), una extrovertida compañera que empieza a hacerse cada vez más amiga del joven, a quien convence de ir a la fiesta de bienvenida. Ahí empiezan las primeras apariciones demoníacas y el cruce de la realidad al sueño, de la vigilia a lo sobrenatural.

Wilson recurre a los sustos más trillados del terror comercial, ayudado por las abruptas subidas del sonido, como si no le importara ser imaginativo o ingenioso con los jumpscares (sustos repentinos), ya que siempre usa el mismo recurso de la profundidad de campo con una sombra borrosa de fondo que se acerca.

Sin embargo, el filme se hace fuerte en la relación padre e hijo, a la que le da una visión propia, mezclando los demonios familiares con cuadros que cobran vida, un pasado traumático con fantasmas que resultan efectivos.

La noche del demonio: La puerta roja es una búsqueda por recuperar al hijo, por permanecer junto a él. El gran acierto de Wilson es que entiende que el rompimiento del lazo familiar lleva a una oscuridad aterradora, cuya única salida es su recuperación como pilar para afrontar los demonios internos.

La noche del demonio (Insidious: The Red Door, Estados Unidos/Canadá, 2023)

Terror

Buena (***)

Dirección: Patrick Wilson. Guion: Scott Teems, basado en la historia y en los personajes creados por Leigh Whannell. Elenco: Patrick Wilson, Ty Simpkins, Rose Byrne, Sinclair Daniel, Andrew Astor, Hiam Abbass, Juliana Davies, Steve Coulter, Peter Dager y Justin Sturgis. Fotografía: Autumn Eakin. Música: Joseph Bishara. Duración: 107 minutos. Apta para mayores de 13 años (con reservas). En cines.

Foto del texto: Patrick Wilson en “La noche del demonio: La puerta roja”. (Boris Martin / Screen Gems / Sony)

Crítica publicada en el diario La Voz del Interior el viernes 7 de julio de 2023 (en la web).
Jesús Rubio / Copyleft 2023

Un hit inmediato de terror

“M3GAN” es tremendamente efectiva y tiene una villana con mucho carisma.

De la unión de Blumhouse Productions (de Jason Blum) y Atomic Monster (de James Wan) nace un nuevo clásico del terror con muñeca asesina, una película que no se puede dejar de ver porque tiene todos los ingredientes de un hit instantáneo del género, con dosis bien administradas de suspenso, humor, terror y ciencia ficción.

M3GAN, dirigida por Gerard Johnstone y basada en una historia de Akela Cooper y James Wan, es otra prueba de que las grandes películas son las que saben calar hondo en los espectadores con historias que alertan sobre ciertos peligros y que fluyen sin dejar lugar para la distracción.

M3GAN se mueve con soltura entre dos subgéneros: el de muñecos asesinos y el de robots que pierden el control, dando como resultado un entretenimiento que se las arregla para abordar con ingenio un tema peliagudo: el de la inteligencia artificial, que no deja de ser un hecho y un problema ético y filosófico.

Hoy todo el mundo convive con algún programa de computación inteligente o con algún artefacto que realiza actividades por nosotros. El teléfono celular es el ejemplo más obvio, el que más se parece a lo que representa la muñeca del filme, una especie de moderno Prometeo que puede llegar a reemplazar a los humanos si le damos cabida.

El androide de la empresa Funki es un robot humanoide totalmente autónomo, con características nunca antes vistas. Esculpida con titanio y equipada con un chip personalizable en seis diferentes pigmentaciones de piel de silicona, M3GAN está diseñada para soportar cualquier situación que la vida le depare. Pero los aspectos más emocionantes de la muñeca son las características que puede desarrollar.

La historia arranca cuando la niña Cady (Violet McGraw) sufre un accidente de auto con sus padres, en el que pierde a ambos. Debido a esta tragedia, Cady queda a cargo de su tía Gemma (Allison Williams), una ingeniera en robótica que trabaja para la prestigiosa marca de juguetes Funki.

Gemma no sabe cómo hacerse cargo de Cady y decide terminar un prototipo de inteligencia artificial a modo de prueba para que acompañe a su sobrina mientras ella trabaja. La idea es que M3GAN cumpla la función de una niñera, pero sin reemplazar a los padres fallecidos.

Uno de los representantes de la empresa, David (Ronny Chieng), queda asombrado con el nuevo juguete y decide lanzarlo al mercado. El problema es que M3GAN se conecta cada vez más con Cady, a tal punto de matar si alguien le hace daño a la niña. Ya se podrán imaginar lo que sucede después de que M3GAN llega a la casa de Gemma para cuidar a Cady.

La película plantea de manera didáctica los riesgos que acarrea el desarrollo de la inteligencia artificial, ya que es una tecnología que se puede volver en contra de los humanos, no solo reemplazándolos en sus quehaceres, sino también atentando contra sus vidas.

M3GAN es tremendamente efectiva y cuenta con una villana con mucho carisma, que se gana al público gracias a su aspecto de Barbie robótica escalofriante, con mirada penetrante, como si nos estuviera sacando la ficha para luego atacar. Tanto la película como la muñeca quedarán, sin dudas, en la memoria cinéfila y en la historia del cine de terror.

M3GAN (Estados Unidos/Nueva Zelanda, 2022)

Terror, Ciencia ficción

Muy buena (****)

Dirección: Gerard Johnstone. Guion: Akela Cooper, basado en una historia de Akela y James Wan. Elenco: Allison Williams, Violet McGraw, Ronny Chieng, Amie Donald, Brian Jordan Alvarez, Jen Van Epps, Lori Dungey, Stephane Garneau-Monten y Amy Usherwood. Fotografía: Peter McCaffrey y Simon Raby. Música: Anthony Willis. Duración: 102 minutos. Apta para mayores de 13 años (con reservas). En cines.

Foto del texto: La muñeca protagonista en “M3GAN”. (Geoffrey Short / Universal Pictures)

Esta crítica fue publicada en el diario La Voz del Interior el sábado 21 (en la web) y el miércoles 25 (en papel) de enero de 2023.
Jesús Rubio / Copyleft 2023

El descuartizamiento de una saga

Con “Halloween: La noche final”, el director David Gordon Green agarra todos los pozos de la ruta del “slasher” sin dejar uno solo para la vuelta. Sin ideas frescas, choca una saga icónica del cine de terror.

Se valora mucho las puertas abiertas por David Gordon Green en la nueva saga de Halloween. En su primera entrega, de 2018, vemos cómo reinventa a Michael Myers, entregando un slasher sólido, con una idea del personaje y de la franquicia que le hace honor al legado de John Carpenter. En aquella película se plantean varios caminos para seguir. Uno de ellos es la cuestión del Mal como algo contagioso, que se transmite a través de la máscara del villano.

Las posibilidades que el director abre son más que bienvenidas: ahora el asesino puede ser cualquiera que se coloque la máscara. El otro aporte tiene que ver con el personaje de Jamie Lee Curtis, Laurie Strode, la exniñera perseguida que pasa a ser la perseguidora del enmascarado.

Sin embargo, en Halloween Kills (2021) empiezan las malas decisiones, ya que la película coquetea con lo sobrenatural y con planteos que la alejan de la esencia del personaje de Carpenter. La película muestra las hilachas y su incapacidad para elegir un camino sin hacer tantos amagues experimentales.

En Halloween: La noche final, Gordon Green quiere hacer su Halloween III (1982), es decir, aquella entrega de la primera saga en la que no aparecen sus personajes principales, pero no se anima, o al menos no del todo.

En el prólogo está la clave que luego no se aprovecha. Corey (Rohan Campbell) es el joven de 21 años que va a cuidar a un niño en una casa de Haddonfield. De pronto, el niño desaparece. Corey lo empieza a buscar y queda encerrado en una habitación de la planta alta de la casa. Cuando abre la puerta de una patada, el niño se encuentra justo detrás y lo mata. Como se trata de un accidente, Corey queda libre.

Por otro lado, Allyson (Andi Matichak), la enfermera y nieta de Laurie, atiende a Corey cuando un grupo de jóvenes lo golpea. Así nace el romance entre ambos, hasta que por fin aparece Michael Myers como si fuera el payaso asesino de It. Aquí empiezan los enredos argumentales de Gordon Green, quien incursiona en un fallido juego de roles como si estuviera dirigiendo Scream, de Wes Craven.

Cuando el director hace esto, el espectador empieza a ser testigo de cómo descuartiza la saga. Pero el de Gordon Green no es un gesto punk, que patea el tablero para desarmar una leyenda y volver a armarla. El realizador la despedaza porque no sabe qué camino tomar ni qué hacer. Y tras probar muchas variantes, crucifica a Michael Myers y le hace su vía crucis (incompresible la referencia a Cristo).

Gordon Green agarra todos los pozos de la ruta del slasher sin dejar uno solo para la vuelta. A todas las puertas que abre las cierra de un portazo porque se da cuenta de que del otro lado no hay nada que no se haya hecho. Por ejemplo, cuando intenta hacer ese doble juego de personajes enmascarados se da cuenta de que se mete en el terreno de Scream, una saga que se cansó de pensar las posibilidades del género y de reflexionar sobre el mismo.

Hay gestos destructores que rompen una película o una saga para armarla de nuevo. Pero Gordon Green está lejos de ese tipo de demolición vanguardista. La trituradora a la que somete a su personaje principal (y a la saga) tiene que ver con su falta de ideas para darle un cierre que esté a la altura del clásico de 1978.

Halloween: La noche final (Halloween Ends, Estados Unidos/Reino Unido, 2022)

Terror

Regular (**)

Dirección: David Gordon Green. Guion: Paul Brad Logan, Chris Bernier, Danny McBride y David Gordon Green, basado en los personajes creados por John Carpenter y Debra Hill. Elenco: Jamie Lee Curtis, Rohan Campbell, Andi Matichak, Will Patton, Kyle Richards, Nick Castle, Candice Rose, Stephanie McIntyre, Rick Moose, James Jude Courtney y Marteen. Fotografía: Michael Simmonds. Música: John Carpenter, Cody Carpenter y Daniel Davies. Duración: 111 minutos. Apta para mayores de 16 años. En cines.

Foto del texto: Jamie Lee Curtis en Halloween: La noche final (Ryan Green / Universal Pictures)

Esta crítica fue publicada en el diario La Voz del Interior el sábado 15 de octubre de 2022.
Jesús Rubio / Copyleft 2022

Malos presagios

La película de terror “El teléfono negro” compendia elementos del universo de Stephen King, aunque está inspirada en un cuento de su hijo Joe Hill.

Nacida del cuento homónimo de Joe Hill (hijo de Stephen King), El teléfono negro es un efectivo y, por momentos, terrorífico compendio del universo del escritor estrella de Maine, como si el hijo no tuviera más remedio que reescribir una y otra vez las historias y los tópicos abordados por el padre, esa bestia ubicua del género.

Quizás Scott Derrickson, director de El exorcismo de Emily Rose (2005), de Sinister (2012) y de Doctor Strange: Hechicero Supremo (2016), sea el indicado para poner en escena el imaginario macabro de los King. Y si a esto le agregamos el respaldo de la productora Blumhouse y la participación de Ethan Hawke en el papel del villano, todo está servido para que la película se convierta en un nuevo hito del terror contemporáneo.

Sin embargo, hay algo que no convence en El teléfono negro, algo que falla y que lleva a que la película se vaya desinflando a medida que avanza, hasta culminar con un tropiezo (literal) que quiebra por completo la verosimilitud que había mantenido hasta ese momento.

Si en una película de terror su antagonista muestra demasiada debilidad, todo se viene abajo, por más que tenga buena fotografía, buena música y buenas actuaciones. El villano tiene que aterrar, ser casi invencible (o al menos difícil de vencer), y no un elemento más de la trama. Derrickson desaprovecha a su villano, no le da la suficiente maldad para que aterre de verdad.

Finney (Mason Thames) es un niño de 13 años que vive con su padre (Jeremy Davies) y con su hermana menor Gwen (Madeleine McGraw) en una casa de barrio de clase media baja en Denver, año 1978. La madre se suicidó por tener la capacidad de soñar cosas que luego se hacían realidad, don (o castigo) que heredó la hija. El padre, sumido en el alcohol, trata de cuidarlos y de contenerlos, aunque a veces se le va la mano con alguna reprimenda.

Finney sufre el bullying constate de sus compañeros de grado. Pero pronto lo empieza a ayudar un nuevo amigo, Robin (Miguel Cazarez Mora), quien sabe pelear y quien pone en su lugar a los compañeros que se hacen los malos. Mientras tanto, en el pueblo desparecen niños, secuestrados por un tipo con la cara pintada que maneja una furgoneta negra, con globos del mismo color en su interior (la referencia a It es inevitable).

Cuando desaparece Robin, Finney queda desprotegido. Hasta que le llega el turno a él, a quien “el Raptor” lleva a un sótano en el que hay un misterioso teléfono negro, por el que Finney se puede comunicar con las anteriores víctimas del monstruo enmascarado (la máscara del personaje de Hawke es un acierto espeluznante). La alegoría del bullying y cómo hay que enfrentarlo queda clara.

A partir de allí, la película entra en una alternancia entre el terror onírico y el terror más realista, que intenta recordar a las cintas de la década de 1970, sobre todo por el tono vintage de la fotografía y por la cautelosa construcción de la atmósfera y del suspenso.

Con simples recursos narrativos (como un corte o una elipsis), Derrickson aprovecha la sugerencia sin maltratar al espectador con subrayados groseros. Pero la película no llega a ser del todo perturbadora, ya que no se adentra en la maldad del “Raptor”. Lo que finalmente la salva es que funciona como una especie de cuento de hadas terrorífico que no sólo dice que los monstruos viven a la vuelta de la esquina, sino que se los puede vencer.

El teléfono negro (The Black Phone, Estados Unidos, 2021)

Terror

Buena (***)

Dirección: Scott Derrickson. Guion: Scott Derrickson y C. Robert Cargill, basado en el cuento “The Black Phone” de Joe Hill. Elenco: Mason Thames, Madeleine McGraw, Ethan Hawke, Jeremy Davies, E. Roger Mitchell, Troy Rudeseal, James Ransone, Miguel Cazarez Mora, Rebecca Clarke y J. Gaven Wilde. Fotografía: Brett Jutkiewicz. Música: Mark Korven. Duración: 104 minutos. Apta para mayores de 16 años (con reservas). En cines.

Foto del texto: Mason Thames en El teléfono negro (Universal Pictures)

Esta crítica fue publicada en el diario La Voz del Interior el domingo 26 de junio de 2022.
Jesús Rubio / Copyleft 2022

A fuego lento tu mirada

“Llamas de venganza” está basada en el libro “Ojos de fuego”, de Stephen King, y supera a la anterior adaptación al cine.

Hay al menos tres maneras de adaptar un libro al cine: la primera es la convencional, que respeta a rajatabla lo que dice el texto; la segunda es la que se toma libertades y traiciona el texto, y la tercera manera es la que respeta la esencia del libro pero se permite ciertas licencias, como acomodar el relato a nuestros tiempos y cambiar un poco el orden de la historia original.

Llamas de venganza, dirigida por Keith Thomas (The Vigil), es la segunda adaptación de Ojos de fuego (Firestarter), la novela de 1980 de Stephen King (la primera se hizo en 1984, dirigida por Mark L. Lester y protagonizada por Drew Barrymore) y es del tipo de adaptación que respeta la esencia de la historia aunque no necesariamente su orden. Por ejemplo, el comienzo es distinto al de la novela.

Los protagonistas de esta nueva versión son Ryan Kiera Armstrong como Charlie (la niña piroquinésica), Zac Efron como Andy McGee (el padre) y Sydney Lemmon como Vicky (la madre). Si bien no logran un equilibrio como familia, hay que decir que el desempeño dramático de los tres tiene la convicción suficiente para darle a la historia el impulso narrativo necesario, sin que se quiebre su atmósfera de drama familiar sobrenatural en clave de película de mutantes con superpoderes.

Andy y Vicky viven huyendo de una agencia gubernamental que los persigue para llevarse a Charlie, la hija con la capacidad para prender fuego las cosas con la mente. Ambos fueron víctimas de experimentos de la agencia (llamada “La Tienda”) cuando eran estudiantes universitarios. Las drogas que les inyectaron desarrollaron en Andy la capacidad para controlar el pensamiento de las personas y en Vicky la habilidad de la telepatía. Pero sus poderes son débiles comparados con el de Charlie.

El problema surge cuando los malos localizan a la niña y mandan a Rainbird (Michael Greyeyes), otra víctima marginal de los experimentos de La Tienda, para que la capture, ya que es el único que tiene poderes similares y, por lo tanto, el único que puede enfrentarlos.

La película no tiene grandes aciertos, pero en ningún momento decae ni comete exabruptos formales (el uso que hace de los efectos especiales está bien dosificado). Los pocos aciertos que tiene están ayudados por la música de John y Cody Carpenter, que le da a la película un tono especial de suspenso y de terror. Y todas las escenas en las que aparece el villano encuentran un adecuado contrapunto en el personaje de Charlie.

Llamas de venganza probablemente pase sin pena ni gloria, aunque hay que reconocerle que da un paso más que la que se hizo en la década de 1980 respecto al subgénero de niños malditos. En esta nueva versión se plantea con más firmeza la cuestión de la niñez como incubadora del mal, y de la responsabilidad de los padres (y de la sociedad) para que el niño o la niña no hagan daño a los demás.

Stephen King sigue siendo el máximo maestro del género, su genialidad es tan inagotable que de un mismo libro se pueden hacer múltiples lecturas. King siempre fue un agradecido con las películas de terror y de ciencia ficción que vio en su infancia y adolescencia. Pero es el cine el que tiene que estar agradecido con sus libros, cuyas historias logran hacer interesantes hasta las adaptaciones menos arriesgadas.

Llamas de venganza (Firestarter, Estados Unidos, 2022)

Drama, Suspenso

Buena (***)

Dirección: Keith Thomas. Guion: Scott Teems, basado en la novela de Stephen King. Elenco: Zac Efron, Ryan Kiera Armstrong, Sydney Lemmon, Michael Greyeyes, Gloria Reuben, Kurtwood Smith, John Beasley y Tina Jung. Fotografía: Karim Hussain. Música: John Carpenter, Cody Carpenter y Daniel A. Davies. Duración: 94 minutos. Apta para mayores de 13 años. En cines.

Foto del texto: Ryan Kiera Armstrong en Llamas de venganza (Blumhouse Productions / Universal Pictures)

Esta crítica fue publicada en el diario La Voz del Interior el sábado 14 de mayo de 2022.
Jesús Rubio / Copyleft 2022

Cacería sangrienta

“La purga por siempre”, quinta entrega de la saga de acción y terror, cuenta con escenas ingeniosas y una tremebunda crítica política. Acaba de estrenar en salas de cine.

Después de una cuarta parte floja (de una saga que mantuvo sus dos primeras a un mismo nivel y que a partir de la tercera empezó a decaer por falta de ideas), la quinta entrega de La purga, creada por James DeMonaco y producida por Jason Blum y Michael Bay, reaviva el pulso narrativo que la instaló como una de las franquicias de acción y terror más políticamente críticas de la última década.

Esta vez, la purga anual impuesta por los Nuevos Padres Fundadores de América se traslada a la frontera entre Estados Unidos y México, lo que la conecta con toda una tradición de thrillers fronterizos ligada, a su vez, al western, el género máximo del cine norteamericano. Por lo tanto, en las 12 horas nocturnas para sobrevivir habrá mejicanos que intentan vivir tranquilos en el país vecino y norteamericanos que quieren matarlos.

El terror de estas distopías pasa por el hecho de que no se alejan demasiado de la realidad del país del norte, donde la política con los inmigrantes o el racismo hacia los afroamericanos llegan, a veces, a la violencia extrema. Es por eso que el principal acierto de La purga por siempre es que no ubica la acción en un futuro próximo como en la primera entrega, para dar a entender que la historia transcurre en el presente.

Como su título lo indica, la novedad de esta quinta entrega es que la purga no termina cuando se cumplen las 12 horas que los gobernantes ordenan para que los ciudadanos salgan a las calles a delinquir o a asesinar sin sufrir consecuencias legales, sino que continúa cuando varios grupos de supremacistas enmascarados deciden expandirla a todo el país por tiempo indeterminado.

Si bien no deja de ser un filme de fórmula, el director mejicano Everardo Gout aprovecha el aceitado guion de DeMonaco para filmar escenas ingeniosas, en las que la balacera salpica sangre a la cámara y las trampas mortales producen más de un salto de susto en la butaca.

Gout muestra a hachazos la violencia que sufren los inmigrantes ilegales, lo que puede entenderse como una denuncia a las pasadas políticas de Donald Trump. Sin embargo, enmarcarla en una crítica al trumpismo es un facilismo interpretativo, ya que La purga por siempre se acerca más a una crítica a la cultura política de Estados Unidos antes que a un gobierno en particular.

Ana de la Reguera encarna a Adela y Tenoch Huerta, a su esposo Juan, la pareja que logra cruzar el muro para conseguir trabajo en Texas. La primera como supervisora de un frigorífico y el segundo como peón en un rancho de una familia adinerada. El jefe de la familia para la que trabaja Juan, Dylan Tucker (Josh Lucas), desprecia al mejicano. Pero el padre de Dylan, interpretado por Will Patton, es más comprensivo y le explica a Juan que los que participan en la purga son funcionales a los intereses de los que mandan, ya que lo único que estos quieren es que los ciudadanos entren en una guerra civil y se maten entre ellos.

La purga por siempre pone en escena a personajes de distinta clase social uniéndose para luchar contra el verdadero enemigo, en una aguerrida película de acción texana con mucho gore y momentos de muertes creativos. Y este es el otro acierto de la película, que valora mucho más la amistad, la familia, el involucrarse y el darse cuenta de que el resentimiento y el odio son contraproducentes para alcanzar el bien común.

La purga por siempre (The Forever Purge, Estados Unidos/México/Francia, 2021)

Acción, Terror

Buena (***)

Dirección: Everardo Gout. Guion: James DeMonaco. Elenco: Ana de la Reguera, Tenoch Huerta, Josh Lucas, Cassidy Freeman, Leven Rambin, Alejandro Edda, Will Patton, Gregory Zaragoza, Sammi Rotibi, Will Brittain, Jeffrey Doornbos y Gary Nohealii. Fotografía: Luis David Sansans. Música: The Newton Brothers. Duración: 103 minutos. Apta para mayores de 16 años (con reservas). En cines.

Foto del texto: Ana de la Reguera y Jeffrey Doornbos en La purga por siempre (Universal Pictures)

Excelente (*****) Muy buena (****) Buena (***) Regular (**) Mala (*)
Esta crítica fue publicada en el diario La Voz del Interior el viernes 16 (en la web) y el sábado 17 (en papel) de julio de 2021.
Jesús Rubio / Copyleft 2021

Los usurpadores de cuerpos

“Freaky” es una comedia de terror efectiva y sumamente divertida, en la que sus protagonistas Vince Vaughn y Kathryn Newton se lucen con escenas memorables.

Qué ventaja que sacan las películas con actores que renuncian a la seriedad en aras de la diversión absoluta, sin sacrificar el talento ni descuidar el profesionalismo. Freaky: Este cuerpo está para matar tiene la suerte de tener al enorme Vince Vaughn en su papel más hilarante en años, capaz de cambiar de registros con naturalidad para que todo fluya como la sangre de un adolescente en plena secundaria y el resultado sea un zapatazo de entretenimiento a la modorra del público solemne.

Desde luego, el mérito de la película no solo es de Vaughn, ni del trío de jóvenes que lo acompaña, sino también del director y coguionista Christopher Landon, el mismo de las ingeniosas Feliz día de tu muerte (1 y 2), en las que demuestra saber manejar con soltura los elementos de distintos géneros y subgéneros del terror, desde la comedia adolescente hasta el slasher con un enmascarado que asesina de manera originalmente brutal.

Sí, Freaky es eso a lo que ya nos tiene acostumbrados su director, pero también es mucho más. Porque si se la piensa más allá del divertimento que implica ver a los protagonistas corretear con sus cuerpos cambiados, tenemos una película que juguetea con temas como la transexualidad y que desliza una sutil y risueña denuncia al empoderamiento masculino, al hombre que cree que tiene el derecho de ejercer violencia sobre los más vulnerables.

Sin embargo, el gran acierto de Landon es que no politiza la historia. No porque la politización de un filme esté mal, sino porque lo importante es el cine, el funcionamiento de la máquina narrativa de los géneros a los que recurre con desparpajo cinéfilo (con amoroso guiño a las Martes 13). El director hace un uso ingenioso de los lugares comunes para que dejen de ser lugares comunes, y se vale de fórmulas trilladas para hacer un producto sin solemnidad y con mucho gore,y con un argumento que engancha desde el vamos.

Freaky tiene como protagonistas a un asesino serial, conocido como “el carnicero de Blissfield” (Vince Vaughn), y a Millie (Kathryn Newton), una rubia tímida que cursa su último año de colegio y que es víctima del bullying constante de sus compañeros y de su profesor de carpintería (Alan Ruck). Millie tiene como mejores amigos a Nyla (Celeste O’Connor), una chica negra, y a Josh (Misha Osherovich), un chico gay (como para cumplir con la cuota de corrección política). En el medio hay una daga milenaria que pertenecía a los aztecas, llamada “la Dola”, cuyo hechizo consiste en intercambiar los cuerpos. Es así que Millie queda encerrada en el gigantesco cuerpo de “el carnicero”, después de que este la ataca con la daga, y él queda encerrado en el de ella.

Imagínense las infinitas posibilidades que se presentan con este simple y arriesgado argumento. Lo bueno es que Landon le saca el jugo a la premisa fantástica de una manera tan efectiva como divertida, y entrega un puñado de escenas memorables y unas muertes antológicas. Películas como Freaky entusiasman y dejan la sensación de que aún se pueden hacer grandes comedias de terror.

Freaky: Este cuerpo está para matar (Freaky, Estados Unidos, 2020)

Comedia, Terror

Muy buena (****)

Dirección: Christopher Landon. Guion: Christopher Landon y Michael Kennedy. Elenco: Vince Vaughn, Kathryn Newton, Celeste O’Connor, Misha Osherovich, Katie Finneran, Dana Drori, Alan Ruck, Uriah Shelton y Melissa Collazo. Fotografía: Laurie Rose. Música: Bear McCreary. Duración: 102 minutos. Apta para mayores de 16 años. En cines.

Foto del texto: Kathryn Newton en Freaky (Universal Pictures)

Excelente (*****) Muy buena (****) Buena (***) Regular (**) Mala (*)
Esta crítica fue publicada en el diario La Voz del Interior el domingo 11 de abril de 2021.
Jesús Rubio / Copyleft 2021