La invención de la soledad

“El astronauta”, con Adam Sandler, es un filme resbaladizo, difícil de encasillar, al que no hay que tomar en serio, pero tampoco en broma.

Es increíble la película que hizo Netflix con Adam Sandler. Qué delirio maravilloso que es El astronauta, de esas películas extraordinarias que caminan por la delgada línea que separa lo solemne de lo ridículo, lo serio de lo cómico; una película resbaladiza, porque quienes la tomen en serio, pierden, y quienes la tomen en broma, también.

Es quizás el título más estimulante, abstracto, psicológico, raro y arriesgado que ha dado Netflix desde su creación. Si la ven sin prestarle demasiada atención, pasa como una película de odisea espacial más, con la particularidad de estar protagonizada por Sandler, quien, al igual que Nicolas Cage, es de esos actores con marca autoral.

Dirigida por Johan Renck (quien viene de dirigir episodios de series como Breaking Bad y Chernobyl) y escrita por Colby Day (basado en el libro Spaceman of Bohemia, de Jaroslav Kalfar), la película tiene como protagonista a Jakub (Sandler), un astronauta con aspecto de bohemio que está solo en el espacio en una misión que no queda del todo clara: ¿quiere investigar el espectro púrpura que habita nuestro cielo?, ¿quiere ir más allá de Júpiter?

Lo que se sabe es que, aparentemente, está a gusto y un poco con culpa de estar solo en el espacio, y ahí la película tiende su delgada capa de misterio. Jakub es un solitario al que le gusta la soledad, casi como si se tratara de una soledad autoinfligida.

En la Tierra está su novia embarazada, Lenka (Carey Mulligan), con quien se comunica desde la nave por videollamada o por un teléfono que parece un celular de la década de 1990. El director empieza a introducir flashbacks con forma de sueños, en los que se ven fragmentos de la relación con Lenka.

Hay otros personajes, como el de Isabella Rossellini y el de Lena Olin, que entran en contacto con Lenka para apoyarla psicológicamente, para explicarle que Jakub está en una misión importante y que hay que cuidarlo, por más que la haya dejado sola. Él está en una misión de la República Checa y tiene que ganarle a los surcoreanos, quienes están en la misma carrera espacial.

De pronto aparece el otro personaje importante, que surge como si fuese una creación de la mente de Jakub, una criatura extraterrestre, una especie de araña gigante a la que Jakub llama Hanus (voz de Paul Dano) y con quien se hace amigo. Hanus sabe todo del “humano delgado”, como lo llama, y tiene información del universo, lo que le da a la película el toque existencialista y filosófico.

Sin embargo, el director pasa, sutilmente, de una reflexión sobre el universo (en clave de aventura espacial psicológica) a una historia de amor, una suerte de leyenda con princesa y príncipe enamorados.

El astronauta es una película sobre la adicción a la soledad y sobre conocerse a sí mismo, y es también una película de amor extravagante, críptica, de esas que no se entienden bien, pero que nos dejan la certeza de que estamos ante una película con más contenido del que se ve a simple vista.

Sandler ya es parte de la historia del cine de culto, y el director Renck hace el filme más misterioso, ridículo y profundo de Netflix. Es una anomalía secreta, una proeza atípica, un milagro camuflado. Como dice en un momento Hanus: “Las palabras de tu tribu no alcanzan para describir esto”.

El astronauta (Spaceman, República Checa/Estados Unidos, 2024)

Drama, Ciencia ficción

Excelente (*****)

Dirección: Johan Renck. Guion: Colby Day, basado en el libro “Spaceman of Bohemia”, de Jaroslav Kalfar. Elenco: Adam Sandler, Carey Mulligan, Paul Dano (voz), Kunal Nayyar, Isabella Rossellini, Lena Olin, Petr Papánek, Marian Roden, Zuzana Stivínová y Sinead Phelps. Fotografía: Jakob Ihre. Música: Max Richter. Duración: 107 minutos. Apta para mayores de 16 años. En Netflix.

Foto del texto: Adam Sandler en “El astronauta”. (Larry Horricks / Netflix)

Publicado en el diario La Voz del Interior el jueves 7 (en la web) y el sábado 9 (en papel) de marzo de 2024.
Jesús Rubio / Copyleft 2024

El escritor en su laberinto

“Ficción estadounidense” está nominada al Oscar como mejor película y no pasó por salas de cine.

Todos los años hay una película de las nominadas al Oscar que pasa desapercibida. Este año es el caso de Ficción estadounidense (con cinco nominaciones, incluyendo la de mejor película), escrita y dirigida por Cord Jefferson y protagonizada por Jeffrey Wright, filme que ni si quiera llegó a estrenarse en cines (se estrenó directamente en la plataforma Amazon Prime Video).

Es muy probable que no lo gane y es una suerte de rareza dentro de las candidatas, porque está más cerca de ser una aceptable y bien construida comedia dramática específicamente norteamericana (por sus temas y por el modo de abordarlos) que una película que pueda despertar el interés de un público más amplio.

Jefferson se encarga de contar la historia de Thelonious “Monk” Ellison (Wright), un profesor universitario de literatura al que le dan un descanso, quizás por su particular modo de enseñar, más en sintonía con la vieja escuela que con la sensibilidad woke de los nuevos alumnos.

Monk es, además, un escritor frustrado, que quiere el éxito comercial, pero sin sacrificar la calidad literaria. Está un poco cansado de esos best sellers que escriben de manera engañosa sobre los negros y sus problemas, que imitan la jerga del gueto y la mezclan con historias de marginalidad sobreactuada para que el lector blanco se sienta con culpa y los consuma. Monk ve todo eso como un mal en la literatura, y hará todo lo posible por combatirlo.

Cuando se va a Boston a la feria del libro, presencia la muerte repentina de su hermana, y también empieza a lidiar con su hermano gay Clifford (gran papel de Sterling K. Brown), quien no sabe muy bien qué hacer con su vida. Monk también tiene que lidiar con su madre Agnes (Leslie Uggams) con Alzheimer y con la escritora de best sellers Sintara Golden (Issa Rae), quien se convierte en una especie de enemiga literaria.

Justamente, Monk escribe un libro con seudónimo imitando los tics y los trucos de Sintara para burlarse del gusto de las editoriales, aunque la jugada le sale mal, ya que gana un premio con ese libro que escribió en tono paródico. Además, Monk conoce a Coraline (Erika Alexander), con la que empieza una relación amorosa.

Las bases del drama familiar con toques de comedia (un poco existencial) y con preocupaciones literarias están planteadas con buen ritmo por parte del director, que deja que la historia fluya en un relato diáfano y clásico sin demasiados sobresaltos, en el que la intervención de los personajes aporta lo suyo sin contrarrestar la figura principal del escritor que lucha día a día con su profesión y con el éxito.

El filme aborda temas candentes como los usos y abusos de la corrección política, la discriminación, el negocio que hacen las editoriales con el sensacionalismo de la marginalidad y todo lo que conlleva aprovecharse de la problemática afroamericana, a la que banalizan.

Sin embargo, los problemas (y los clichés) llegan cuando la película empieza a coquetear con la metaficción y con distintos finales que se ven más como trillados que como alternativas ingeniosas, haciendo que pierda credibilidad y dramatismo.

Ficción estadounidense es, sin dudas, una buena película, pero no lo suficientemente potente, arriesgada y comprometida como para competir de igual a igual en la próxima entrega de los Oscar.

Ficción estadounidense (American Fiction, Estados Unidos, 2023)

Drama, Comedia

Buena (***)

Guion y dirección: Cord Jefferson, basado en la novela “Erasure”, de Percival Everett. Elenco: Jeffrey Wright, Tracee Ellis Ross, John Ortiz, Erika Alexander, Sterling K. Brown, Leslie Uggams, Adam Brody, Keith David, Issa Rae, Myra Lucretia Taylor y Raymond Anthony Thomas. Fotografía: Cristina Dunlap. Música: Laura Karpman. Duración: 117 minutos. Apta para mayores de 18 años. En Amazon Prime Video.

Foto del texto: Jeffrey Wright en “Ficción estadounidense”. (Claire Folger / Orion Pictures)

Publicado en el diario La Voz del Interior el domingo 3 de marzo de 2024.
Jesús Rubio / Copyleft 2024

Mel Brooks. La larga risa de todos aquellos años

A los 97 años, le concedieron el Oscar a la trayectoria a uno de los humoristas más brillantes de Hollywood, creador de “El superagente 86”.

No falta mucho para que cumpla 100 años. Su nombre está asociado a grandes comedias de la historia del cine y a una serie inmortal: El superagente 86, que creó junto con Buck Henry a mediados de la década de 1960. Estamos hablando del genial e irrepetible Mel Brooks, nacido como Melvin James Kaminsky el 28 de junio de 1926 en Nueva York, en una familia judía integrada por papá Max, mamá Kate y tres hermanos mayores: Irving, Leonard y Bernard.

Mel creció en Williamsburg (barrio de Brooklyn) y a los 9 años su tío Joe lo llevó a un musical de Broadway que le cambió la vida. A la salida, el niño le dijo a su tío que quería dedicarse al espectáculo. En la adolescencia, mientras animaba fiestas en piscinas, decidió cambiar su nombre a Mel Brooks, una especie de abreviación del apellido de soltera de su madre (Brookman). A esa edad también aprendió a tocar la batería y se ganaba la vida como músico en clubes nocturnos.

El acontecimiento que lo marcó a fuego fue la temprana muerte de su padre, cuando Mel tenía apenas 2 años, lo que hizo que sintiera bronca con el mundo, sentimiento expresado a través de los personajes de sus películas, hechas con mucho tacto para el gag y para el remate ocurrente, y con un don único para la ironía y para los malos entendidos, a los que transformaba en efectivas piezas de humor popular.

Un parodista ejemplar

En 1944 se integró al Ejército de los Estados Unidos tras sacar el máximo puntaje en la prueba de clasificación. Allí dio sus primeros pasos como humorista, parodiando en la radio del Ejército la propaganda nazi, método que puliría hasta convertirse en un parodista filoso y sagaz.

También comenzó a actuar en centros turísticos del Cinturón de Borscht, y en 1949 su amigo Sid Caesar lo contrató para escribir bromas en una serie de la NBC. Fue Caesar quien luego creó la serie de variedades Your Show of Shows, en la que Brooks se encargaba de escribir los chistes junto con Carl Reiner y Neil Simon.

En 1967 debutó en cine como director y guionista con Los productores, una película imposible de hacer hoy en día, por su incorrección política y por el desparpajo desprejuiciado que la atraviesa. Protagonizada por Zero Mostel y Gene Wilder, cuenta la historia de un productor corrupto de Broadway (Mostel) y un contador tímido y compulsivo (Wilder) que quieren hacer una obra que sea un fracaso, porque, según una teoría, se harán ricos si fracasan.

Es así que eligen llevar a las tablas una obra titulada Primavera para Hitler, pero les sale el tiro por la culata porque queda como una parodia hilarante y se convierte en un éxito rotundo. Con esta película, Brooks se llevó el Oscar a Mejor Guion Original (ganándole a Stanley Kubrick y a John Cassavetes).

Gracias a este éxito pudo hacer su segunda película, El misterio de las doce sillas (1970), algo así como una historia de detectives picaresca protagonizada por Ron Moody, Frank Langella y Dom DeLuise, y en la que el mismo Brooks actúa con un personaje secundario.

La tercera es la vencida

Pero es con su tercera película, Locura en el oeste (1974), con la que arranca su estilo paródico. La película está protagonizada por Gene Wilder y es un homenaje al western, en la que se afianza la relación con Wilder, quien le ofrece un guion que había escrito, el de El joven Frankenstein (1974), película que hace ese mismo año y que se convierte en un clásico de culto.

Luego vinieron las parodias al cine mudo con Silent Movie (1976), al cine de Alfred Hitchcock con High Anxiety (1977), a los péplums religiosos y de la Edad Media con La loca historia del mundo: Parte I (1981), a las películas de ciencia ficción y de aventuras espaciales con Spaceballs (1987), a las películas de aventuras con Las locas, locas aventuras de Robin Hood (1993) y a las películas de monstruos de la Universal con Drácula: Muerto pero feliz (1995). Y con ¡Qué asco de vida! (1991), quizás la menos paródica (o al menos no está centrada en un género en particular), Brooks saca a relucir un tono amargo y una feroz crítica social.

Tiene un total de 11 películas y es el creador de la recordada serie El superagente 86. Se casó en segundas nupcias con la actriz y directora Anne Bancroft (fallecida en 2005) y tiene cuatro hijos. Sus películas son clásicos de la comedia de todos los tiempos. Ojalá podamos cantarle el cumpleaños feliz dentro de poco. Y ojalá su legado continúe vivo porque hoy es más necesario que nunca, sobre todo por la falta que hace recuperar la larga risa de todos aquellos años.

Foto del texto: Mel Brooks en “Mel Brooks: Make a Noise”. (WNET / American Masters)

Publicado en el suplemento Número Cero del diario La Voz del Interior el domingo 25 de febrero de 2024.
Jesús Rubio / Copyleft 2024

El extraño de pelo largo

“Plan de retiro”, comedia de acción con toques de intriga, tiene altibajos, pero logra salir a flote gracias a la tarea del protagonista: Nicolas Cage.

Es de público conocimiento cinéfilo que Nicolas Cage agarra cualquier proyecto, sin temor al ridículo o al fracaso. Alguna vez fue uno de los grandes actores de Hollywood y uno de los que más dinero ganaba (en la década de 1990), y después empezó un derrotero con muchos altibajos en películas de género de segunda línea y de bajo presupuesto. Pero tuvo la lucidez de hacer de las caídas una carrera en la que su figura cobró una fuerza autoral como pocas veces pasó con un actor de la industria.

Cage agarra lo que le ofrezcan, por eso mismo lo podemos ver en películas regulares, buenas o muy buenas, como la que se estrenó hace un par de semanas en salas cordobesas, El hombre de los sueños. Ahora llega a la cartelera con otra película en la que se sale con la suya, Plan de retiro, una de esas películas menos serias que Cage elige para divertirse, sin importarle demasiado el resultado final.

Tim Brown, guionista y director, propone una especie de película de acción con asesino a sueldo retirado o exespecialista en misiones imposibles llamado Matt (Cage), o Jim, un señor entrado en años con aspecto de vagabundo jubilado y playero que vive en las Islas Caimán (con su pelo largo, su barba canosa y sus camisas hawaianas) y que de pronto recibe la visita inesperada de su nieta Sarah (Thalia Campbell).

En los primeros minutos, vemos a los padres de Sarah, Ashley (Ashley Greene), hija de Matt, y a su marido Jimmy (Jordan Johnson-Hinds) escapando a los tiros en un auto tras robar un disco duro de una organización criminal que contiene muchos datos valiosos y comprometedores. Es por eso que Ashley decide enviar en avión a Sarah a las Islas Caimán con el disco para que su padre la cuide.

Apenas entra en escena, Cage pone en funcionamiento lo que mejor sabe hacer: interpretar el papel de turno con convicción, sobre todo cuando lo vemos relacionarse con la pequeña Sarah, mientras los criminales liderados por Donnie (Jackie Earle Haley) y por Hector (Grace Byers) mandan a un secuaz a matarlo, Bobo (Ron Perlman). Da mucho placer (y cierta nostalgia) verlos juntos a Cage y a Perlman en una película, como si los ‘90 se nos vinieran encima para ofrecernos una de James Bond con dos actores icónicos del siglo pasado.

Brown se toma el trabajo en serio y no se ríe tanto como puede parecer. Las escenas de acción están construidas con cierto esmero y, si bien las inverosimilitudes afloran cada dos por tres, la trama fluye gracias a Cage y a la relación que se da entre Perlman y la niña. Es una comedia de acción con toques de intriga, pero sobre todo un gracioso exponente del subgénero de asesinos a sueldo que trabajan en organismos secretos.

Se la pasa bien con Plan de retiro. No es la gran cosa y no será ni la primera ni la última película en la que Cage haga lo que quiere, con una libertad y una responsabilidad dignas de un actor de su altura profesional. Ojalá siga así.

Plan de retiro (The Retirement Plan, Canadá, 2023)

Acción

Buena (***)

Guion y dirección: Tim Brown. Elenco: Nicolas Cage, Ashley Greene, Thalia Campbell, Ron Perlman, Jackie Earle Haley, Ernie Hudson, Grace Byers, Lynn Whitfield, Joel David Moore, Jordan Johnson-Hinds, Rick Fox, Ronnie James Hughes y Jon Ambrose. Fotografía: Mark Irwin. Música: Roger Suen. Duración: 103 minutos. Apta para mayores de 13 años (con reservas). En cines.

Foto del texto: Nicolas Cage en “Plan de retiro”. (Darius Films)

Publicado en el diario La Voz del Interior el sábado 24 de febrero de 2024.
Jesús Rubio / Copyleft 2024

A favor de la paz y del amor

“Mavka: Guardiana del bosque” cuenta una historia un tanto trillada, pero con suficientes recursos como para contrarrestar el cinismo del mundo real.

Basada en la obra teatral poética La canción del bosque, de Lesya Ukrainka, Mavka: Guardiana del bosque cuenta con un despliegue visual y técnico a la altura de las grandes producciones para contar una historia de amor y de paz un tanto trillada, pero indispensable para contrarrestar un poco el cinismo de la realidad.

Dirigida por Oleg Malamuzh y Oleksandra Ruban, y codirigida por Eugene Ermak, esta animación ucraniana presenta dos mundos: el de los habitantes del bosque y el de los humanos, y una historia de enemistad que se remonta a los tiempos en que los del bosque le dieron una gota de la Fuente de la Vida al dueño de un aserradero para que pueda curar a su hija enferma. Pero al humano le ganó la codicia y volvió con un ejército para llevarse toda la Fuente, desatando una terrible batalla.

Esto generó una grieta entre ambos mundos y, en el presente, el viejo guardián Lesh decidió buscar un reemplazante para que los proteja, ya que él se siente cansado y sin fuerzas. Y así es como los espíritus del bosque eligen a la virtuosa ninfa Mavka y le conceden los poderes de los Espíritus Supremos de la Naturaleza, recordándole que su deber es desconfiar de los humanos.

En el pueblo hay un grupo de músicos en el que está Lucas, un joven que quiere salvar a su tío enfermo. Mientras tanto, llega la tropa liderada por la malvada Kylina, quien ofrece plata al que se anime a ir al Bosque Oscuro a buscar la Fuente de la Vida para conseguir la eterna juventud. Como Lucas quiere la plata para el remedio de su tío, acepta la oferta de Kylina.

Una vez que llega al bosque, conoce a Mavka y se enamoran (la música que él toca con su sopilka la deja maravillada). Ella siente que él es bueno a pesar de ser humano y no sabe si obedecer a su corazón o seguir los consejos de Lesh, quien le prohibió confiar en los humanos.

Los directores no tardan en activar la aventura y el conflicto está resuelto con pasos de comedia efectivos, sobre todo cuando Lucas regresa a casa a curar a su tío y Kylina descubre que trae algo a escondidas, lo que la lleva a montar un plan malicioso.

Es cierto que al guion lo hemos visto muchas veces, pero el diseño de imagen y los personajes secundarios ayudan a que la trama fluya con encanto. También tiene un subtexto sobre el cuidado de la naturaleza y un discurso en contra de los que pretenden la juventud eterna.

La película cumple con los requerimientos de bondad y de ejemplaridad de las producciones infantiles. Por más que suene a frase hecha, las animaciones como Mavka: Guardiana del bosque son necesarias para inculcar a los niños algunos valores que se están perdiendo, como el de ayudarnos unos a otros para vivir mejor.

Mavka: Guardiana del bosque (Mavka: Lisova pisnya, Ucrania, 2023)

Animación

Buena (***)

Dirección: Oleg Malamuzh, Oleksandra Ruban y Eugene Ermak. Guion: Yaroslav Voytseshek, basado en la obra “La canción del bosque”, de Lesya Ukrainka. Voces en inglés: Laurie Hymes, Eddy Lee, Sarah Natochenny, Tom Wayland, Marc Thompson, Scottie Ray, HD Quinn, Nikki Thomas y Alyson Leigh Rosenfeld. Música: Dario Vero. Duración: 99 minutos. Apta para todo público. En cines.

Foto del texto: Mavka (voz de Laurie Hymes) en “Mavka: Guardiana del bosque”. (Film.UA Group)

Publicado en el diario La Voz del Interior el miércoles 14 de febrero de 2024.
Jesús Rubio / Copyleft 2024

El talento de un maestro

La nueva película de Wim Wenders, “Días perfectos”, nominada al Oscar a mejor película internacional, vale por todos y cada uno de sus elogios.

Sería una falta de respeto total ponerle menos de cinco estrellas a Días perfectos, la nueva película del maestro Wim Wenders, porque es profundamente conmovedora, no solo por su sensibilidad apabullante, sino también por la capacidad que tiene el director alemán para contar una historia sencilla y ejemplar, de esas que tanta falta hacen en el cine actual, plagado de crueldades de autor y de bodrios de alto presupuesto.

Y el mérito de la película se debe también a su protagonista, Koji Yakusho, un actor descomunal y uno de los más célebres de Japón, capaz de transmitir tanto con tan poco, con mucha simpleza y talento dramático, logrando un personaje de una persistencia y de una humanidad como hacía mucho no se veía en una película apta para todo público.

El filme está nominado al Oscar a mejor película internacional y ojalá lo gane, porque la historia que cuenta tiene el don de la virtud y tiene la gentileza de mostrar, a través del actor de 68 años, todo lo que está bien, todo lo que hay que hacer en este mundo. La puesta en escena es un reflejo de su personaje principal, quien vive una vida sin lujos, sin adornos, sin excedentes, sin nada que no sea necesario para ser feliz.

Hirayama (Yakusho) tiene una rutina disciplinada y austera. Su trabajo consiste en limpiar baños públicos, y todos los días se levanta a la misma hora, bien temprano (no le hace falta despertador), se lava los dientes, se recorta el bigote, se pone el uniforme y sale en su camioneta, no sin antes comprar un café de una máquina ubicada justo al frente de su modesta y pequeña casa.

También tiene un hábito que respeta a rajatabla: antes de arrancar el vehículo, elige un casete para ir escuchando en el camino. Son clásicos de The Animals, de The Rolling Stones, de Otis Redding, de Van Morrison y de Patti Smith que dejan en evidencia una sensibilidad de otra época y una devoción por lo analógico. Aunque es la voz de Lou Reed la que más llega y conmueve, ya sea con Pale Blue Eyes, de The Velvet Underground, o cuando Hirayama se acuesta en su departamento minimalista para escuchar Perfect Day.

Luego de limpiar minuciosamente los baños y de interactuar casi sin hablar con su joven ayudante, Takashi (Tokio Emoto), quien está enamorado de una chica (Aoi Yamada), Hirayama se va a una plaza a comer un sánguche de miga mientras le saca fotos a un árbol con su cámara también analógica (la fotografía es su otra pasión). Después se va a uno de esos baños públicos con saunas y sala de relajación, y a la tarde va a tomar algo en el mismo bar de siempre, antes de volver a su casa para leer algún libro de los tantos que tiene (prefiere las ediciones baratas de bolsillo) y dormir.

La mano maestra de Wenders nos hace dar cuenta, con apenas unas mínimas variantes, cuando llega el fin de semana y la rutina de Hirayama cambia apenas un poco. No se puede decir más. El resto es el resultado de la experiencia y del talento de un maestro que se dio cuenta a qué se reduce todo. En un mundo justo, Días perfectos se llevaría todos los premios, todos los aplausos, todos los elogios.

Días perfectos (Perfect Days, Japón/Alemania, 2023)

Drama

Excelente (*****)

Dirección: Wim Wenders. Guion: Wim Wenders y Takuma Takasaki. Elenco: Kōji Yakusho, Tokio Emoto, Arisa Nakano, Yumi Asô, Tomokazu Miura, Inuko Inuyama, Tamae Andô, Aoi Yamada, Yoneko Matsukane, Min Tanaka, Sayuri Ishikawa y Masahiro Kômoto. Fotografía: Franz Lustig. Duración: 124 minutos. Apta para todo público. En cines.

Foto del texto: Kōji Yakusho, izquierda, y Arisa Nakano en “Días perfectos”. (Neon)

Publicado en el diario La Voz del Interior el domingo 11 de febrero de 2024.
Jesús Rubio / Copyleft 2024

Un payaso de fórmula

“Jack en la caja maldita 3: el ascenso”, del director Lawrence Fowler, no tiene ninguna pretensión autoral, no toma ningún riesgo y no ofrece ninguna novedad.

Si le prestamos atención a la filmografía del guionista y director galés Lawrence Fowler, nos daremos cuenta de que viene construyendo un cine de terror ubicado en su tradición más industrial, despreocupada y de clase B, con ciertos guiños a los estudios Hammer y a las producciones que demuestran mucho amor por el género.

Tras su primera película, Curse of the Witch’s Doll, Fowler hizo Jack en la caja maldita (2019), con la que se ganó un puñado de defensores y fans. Luego vino la secuela, en 2022, con resultados modestos como la primera y hecha para seguidores que no se fijan en la calidad cinematográfica, sino en que las películas tengan un personaje principal espeluznante y sanguinario.

El año pasado estrenó El demonio entre nosotros, una película que pasó sin pena ni gloria por los cines, pero que dejaba en evidencia a un director que prefiere el trabajo perseverante y la apuesta por un terror basado en sustos efectivos antes que en la creatividad o en la originalidad, es decir, un director que prefiere hacer películas de fórmula sin ninguna pretensión autoral.

Ahora vuelve con el personaje que lo hizo famoso, esta vez con el actor Nicholas Anscombe en la piel del payaso demoníaco, porque Jack es un demonio que, una vez que lo liberan de la caja de sorpresas, tiene que cobrarse algunas víctimas.

Jack en la caja maldita 3: el ascenso sigue a Raven (Isabella Colby Browne), una joven estadounidense enviada a un internado de mujeres en el Reino Unido para traer de regreso una caja misteriosa escondida en el lugar. Para eso tiene que hacerse pasar por una alumna más sin que la descubran. Sin embargo, cuando encuentra la caja no le queda otra que sincerarse con sus compañeras, con quienes tendrá que unirse (no sin antes mostrar ciertas disputas) para luchar contra el payaso diabólico.

El demonio no puede matar a la persona que lo libera y cobrará seis víctimas antes de quedar nuevamente atrapado. Se cree que las almas lo mantienen con vida y aumentan su fuerza. La premisa es simple como la película. El terror que construye y maneja Fowler es atmosférico y sugerente, aunque bruto en los momentos decisivos, con una puesta en escena que remite a la tradición gótica del género, con luces bajas, bibliotecas que conducen a pasillos secretos y cuestiones con libros antiguos y maldiciones.

Están también la tradición de los payasos malditos y la de los juguetes endemoniados, mezcladas sin demasiada creatividad. Y tanto los diálogos como las actuaciones son insignificantes, con giros predecibles y con escenas tan mecánicas y planas como el guion.

Fowler no muestra interés en ser más libre y arriesgado, como sí lo hacen otros directores que comparten subgénero, por ejemplo, Damien Leone, director de la saga Terrifier, que también tiene a un payaso asesino como villano. De seguir así, las películas de Fowler seguirán destinadas al olvido.

Jack en la caja maldita 3: El ascenso (The Jack in the Box Rises, Reino Unido, 2024)

Terror

Mala (*)

Dirección: Lawrence Fowler. Guion: Geoff Fowler y Lawrence Fowler. Elenco: Nicholas Anscombe, Isabella Colby Browne, Leona Clarke, Anna Blackburn, Liam Clear, Georgia Conlan, Jade Groves, Lisa Antrobus, Luke Hardwell, Georgina Jane y Oli Meredith. Fotografía: Vojta Staněk. Música: Christoph Allerstorfer. Duración: 90 minutos. Apta para mayores de 13 años (con reservas). En cines.

Foto del texto: Nicholas Anscombe como Jack en “Jack en la caja maldita 3: El ascenso”. (Fowler Media)

Publicado en el diario La Voz del Interior el lunes 5 de febrero de 2024.
Jesús Rubio / Copyleft 2024

Escenario de pesadillas

“El hombre de los sueños” resalta la figura de Nicolas Cage, quien entrega un personaje hecho a la medida de su talento.

El hombre de los sueños llega de la mano del actor más autoral de Hollywood, el que ya es una marca prolífica y una máquina de crear personajes disímiles e iguales a él mismo: Nicolas Cage. El filme pertenece al director y guionista noruego Kristoffer Borgli, quien hace una película que suscita lecturas múltiples sin dejar de ser una descabellada historia de epidemia onírica.

Cage es Paul Matthews, un arquetípico padre de familia de clase media (con una esposa y dos hijas) y profesor titular de una cátedra importante en la Universidad William Osler que se ve intimidado por las miradas sorprendidas de las personas que se lo cruzan, quienes le confiesan que soñaron con él.

Si el capitalismo se adueñó de nuestras horas de sueño (manteniéndonos en un insomnio forzado para que produzcamos más), ahora también quiere meterse en los sueños propiamente dichos, y la película de Borgli se encarga de profundizar en esta lectura con un personaje clave, el de Michael Cera, un joven influencer devenido empresario que se entera del fenómeno atípico de Paul y lo cita para hacer negocios miserables.

Sin embargo, la cosa empeora y se torna oscura cuando los sueños inofensivos de la gente pasan a ser verdaderas pesadillas persecutorias, como si de pronto Paul se convirtiera en un Freddy Krueger reactualizado en la figura de un profesor universitario venido a menos, que no puede escribir su postergado libro porque no consigue editorial, es decir, el clásico perdedor incapaz de hacer lo que tiene hacer.

Paul se ve envuelto, de pronto, en una fama onírica un tanto inmanejable, a tal punto que su presencia en lugares públicos se torna difícil y humillante, y empieza a ser acusado y señalado de aparecer en los sueños de manera agresiva, aunque en la realidad no haga nada para recibir tamaña condena.

Cage entrega un personaje logrado, hecho a la medida de su talento a prueba de personajes heterogéneos que siempre se le parecen: en las posturas, en los ataques de locura y en los modos de encarar las cosas cuando se salen de control. Cage continúa forjando su carrera de actor-autor que lleva a sus personajes a un plano filosófico sin sacrificar lo humorístico, como si se estuviera riendo de él mismo, pero con responsabilidad dramática.

El guion y la dirección de Borgli hacen posible una puesta en escena surrealista, que va concatenando sueños con realidad y vigilia con pesadillas sin desentonar en ningún momento. Ingenio, libertad, riesgo y desprejuicio son las bases de las que parten Borgli y Cage para entregar una de esas películas singulares que se estrenan cada tanto y que no hay que dejar pasar.

El hombre de los sueños (Dream Scenario, Estados Unidos, 2023)

Drama, Comedia

Muy buena (****)

Guion y dirección: Kristoffer Borgli. Elenco: Nicolas Cage, Julianne Nicholson, Lily Bird, Jessica Clement, Michael Cera, Dylan Baker, Tim Meadows, Dylan Gelula, Al Warren, Kate Berlant, Marnie McPhail, David Klein, Noah Centineo y Lily Gao. Fotografía: Benjamin Loeb. Música: Owen Pallett. Duración: 101 minutos. Apta para mayores de 13 años (con reservas). En cines.

Foto del texto: Nicolas Cage como Paul Matthews en “El hombre de los sueños”. (A24)

Publicado en el diario La Voz del Interior el sábado 3 de febrero de 2024.
Jesús Rubio / Copyleft 2024

Desde Corea del Sur, otra aventura posapocalíptica

“Cazadores en tierra inhóspita”, de Heo Myeong-haeng, exagera una historia al borde de la caricatura, pero cumple con altos estándares de entretenimiento.

A una semana del estreno en cines de la película surcoreana Sobrevivientes: Después del terremoto, que aborda una historia de supervivencia con escenario apocalíptico en clave de comedia de acción catastrofista, llega a Netflix Cazadores en tierra inhóspita, especie de secuela directa de aquella, pero con nuevos personajes.

Dirigida por Heo Myeong-haeng (es su ópera prima), la trama se ubica tres años después del terremoto que dejó devastado a Seúl, cuando en las tierras áridas (muy a tono con la atmósfera de Mad Max) no quedan más que cazadores, matones y algunos sobrevivientes en busca de comida.

El panorama de aventura posapocalíptica queda planteado desde el inicio, cuando se presenta a los protagonistas: Nam-San (Ma Dong-seok, también conocido como Don Lee), el cazador principal, y el joven Ju-wan (Lee Joon-young), quienes tienen que ir a rescatar a Han Su-na (Roh Jeong-eui), a quien llevan engañada, junto a su abuela, a un lugar mejor para vivir: el edificio de la primera película, liderado por un científico loco que experimenta con seres humanos, sobre todo con jóvenes, a los que quiere inyectarles una dosis que los transforma en reptiles zombis, con la intención de crear una nueva raza de humanos.

En el prólogo, el doctor desquiciado (personaje que conecta a la película con el subgénero de científicos locos) es descubierto por los militares cuando está por aplicarle la vacuna a una joven moribunda. Pero justo es salvado por el terremoto que le pone fin al mundo. Y a partir de ahí, la película se empapa de la atmósfera desértica y hostil en la que la caza de cocodrilos y víboras se convierte en la actividad obligatoria.

La apuesta del director son las peleas coreografiadas de artes marciales (es un especialista en el rubro) y la mezcla de géneros y subgéneros, siempre atravesados por el desparpajo narrativo y de efectos especiales, con mucha sangre y miembros volando por los aires. Ver pelear a Don Lee restituye la experiencia que alguna vez brindó el cine de karate, como el que hacía Bruce Lee, Steven Seagal, Jean-Claude Van Damme, entre otros.

Si bien la aventura está llena de licencias (aunque intencionales), la película se apega con cierto virtuosismo a la fórmula y transita el viaje de los personajes con escenas logradas y con personajes secundarios sucios, malvados, graciosos y bizarros que ayudan a Nam-San y a Ju-wan a ingresar al militarizado edificio en el que están prisioneros los supervivientes de Seúl.

Es cierto que sus resoluciones son mecánicas y que la historia exagera (al borde de la caricatura) con el drama del doctor loco y su ambición de poder. Sin embargo, hay que reconocerle al cine de género surcoreano su capacidad para hacer de un simple producto comercial un entretenimiento que puede dar más entregas.

Si en Sobrevivientes el edificio es lo que hay que proteger, en Cazadores en tierra inhóspita es el lugar del que se valen los tiranos para matar y para darle rienda suelta a su megalomanía. Contra eso luchan los cazadores, quienes prefieren volver a la vida por fuera de esa mole, que está lejos de ser un concreto de utopía.

Cazadores en tierra inhóspita (Hwang-ya, Corea del Sur, 2024)

Acción

Buena (***)

Dirección: Heo Myeong-haeng. Guion: Kim Bo-tong y Kwak Jae-min. Elenco: Ma Dong-seok, Roh Jeong-eui, Lee Joon-young, Ahn Ji-hye, Lee Hee-jun, An Ji-hye, Park Ji-hun, Jang Young-nam, Park Hyo-joon y Kim Young-sun. Fotografía: Bong-sun Byun. Música: Kim Dong-wook. Duración: 108 minutos. Apta para mayores de 16 años. En Netflix.

Foto del texto: Lee Joon-young, izquierda, Ma Dong-seok y Ahn Ji-hye en “Cazadores en tierra inhóspita”. (Netflix)

Publicado en La Voz del Interior el martes 30 de enero (en la web) y el jueves 1 de febrero (en papel) de 2024.
Jesús Rubio / Copyleft 2024

En defensa del hogar

“The Kitchen”, dirigida por Daniel Kaluuya y Kibwe Tavares, apuesta por la ciencia ficción realista en sintonía con problemas sociales contemporáneos.

El actor Daniel Kaluuya, a quien conocemos por películas como ¡Huye!, ¡Nop! y Judas y el mesías negro, y Kibwe Tavares conforman la dupla que debuta en la dirección con The Kitchen, producción de Netflix que apuesta por la ciencia ficción realista en sintonía con problemas sociales contemporáneos, como la gentrificación, el racismo y la marginación de inmigrantes en los grandes centros urbanos.

Con un guion escrito por el propio Kaluuya y Joe Murtagh, la película aborda, en clave de sci-fi urbana y de película ciberpunk filmada en una favela, la complicada situación que viven los inmigrantes afrodescendientes en el sur de Londres, en un complejo habitacional que se llama The Kitchen (La cocina), en el que sus residentes padecen no solo la falta de servicios básicos, sino también la violencia y la presión del gobierno, que manda a la policía a reprimir y a desalojar.

Los habitantes del edificio se niegan a entregar sus hogares, y devienen luchadores en una guerra barrial de pandilleros en motocicletas que tienen que salir a devolver la violencia que reciben por parte de la policía. Lo interesante es que el filme muestra cómo el Estado, a través de sus fuerzas coercitivas, pone en situación de enemistad a los que son de una misma clase social.

El protagonista principal es Izi (Kane Robinson), empleado de una funeraria resignado por la situación del vecindario y sin ganas de luchar. El otro protagonista es el preadolescente Benji (Jedaiah Bannerman), quien se cruza con Izi en el sepelio de su madre. La relación entre ambos es el hilo conductor de la historia y más vale no adelantar más.

Lo que sí se puede decir es que en Izi hay remordimiento y que la aparición de Benji lo obliga a hacer cosas no planeadas. La película tiene breves situaciones potentes, en las que la relación casi paternal, y de enfrentamiento, entre Izi y Benji sostiene el relato, acompañado con una banda sonora que lo hace más llevadero.

Si bien en el medio se pone muy dramática, estancándose un poco en escenas que no dicen ni agregan demasiado, The Kitchen cuenta con un momento decisivo hacia el final, cuando los pandilleros en motocicletas atacan a los de su propia clase, que viven en casas lujosas de la ciudad, porque no aceptan que sean cómplices de las medidas del gobierno y del accionar de la policía.

Se le puede criticar el desenlace, que tiene un tufillo a postura conservadora, pero, si se lo mira bien, en realidad es la opción más viable que le queda a Izi, por los riesgos que significa salir a luchar con el resto, y porque hay prioridades, sobre todo ahora que está Benji en su vida.

Sin estridencias y con un manejo más que aceptable de los elementos de los géneros y subgéneros que abordan, los directores entregan una película que vale la pena ver por cómo sostienen el relato sin ser rimbombantes y por cómo sientan posición. La conciencia social que demuestran promete un cine de género político y desafiante, al que hay que tener en cuenta.

The Kitchen (Reino Unido/Estados Unidos, 2023)

Drama, Ciencia ficción

Buena (***)

Dirección: Kibwe Tavares y Daniel Kaluuya. Guion: Daniel Kaluuya y Joe Murtagh. Elenco: Kane Robinson, Jedaiah Bannerman, Hope Ikpoku Jnr, Reuben ‘Trizzy’ Nyamah, Ian Wright, Henry Lawfull, Alan Asaad, Rasaq Kukoyi, Fiona Marr, Cristale y Teija Kabs. Fotografía: Wyatt Garfield. Música: Alex Baranowski y Labrinth. Duración: 107 minutos. Apta para mayores de 16 años. En Netflix.

Foto del texto: Kane Robinson, izquierda, y Jedaiah Bannerman en “The Kitchen”. (Netflix)

Publicado en el diario La Voz del Interior el sábado 27 de enero de 2024.
Jesús Rubio / Copyleft 2024